Capítulo 1.

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Narra Wendy.

Muchas personas desearían poder empezar de cero, sin que nadie les conociera, en un país extranjero, que sólo supieran de ellos su nombre, o un alias.

Yo desde luego, no me consideraba una de ellas. Es decir, no me importaba empezar de cero, no había perdido demasiado de mi anterior vida en Londres, salvo algunos amigos con los que continuaba hablándome a través de Skype o FaceTime.

- ¡Esa era la última caja! ¡Ya estamos oficialmente mudadas! -aplaudió mi madre entusiasmada, yo me uní a su aplauso.

Amontonamos las cinco cajas de cartón que teníamos por el salón en la esquina de la cocina y nos tiramos en el sofá.

- ¿Nerviosa por tu primer día de instituto en Sydney? -preguntó mi madre dándome con un cojín en el hombro.

Mi relación con mi madre era bastante buena, era como una amiga más, no sólo por su carácter, sino que también por su edad, supongo.

Me tuvo con diecisiete años, mi padre no se vio "preparado" y nos dejó solas a mi madre y a mí, sin ni siquiera algo de dinero. Pero ahora iba a ser diferente, mi madre consiguió terminar el máster el año pasado, y la habían contratado en Sydney para un trabajo que supondría nuestra salvación económica, pero pondría en peligro nuestra relación porque sólo podría verla algunas noches, y si me quedaba despierta hasta tarde. Valoraba mucho el sacrificio que hizo mi madre al quedarse conmigo, teniendo en cuenta su situación, no sólo económica, sino moral, porque cuando mis abuelos se enteraron de que iban a ser eso, abuelos, a la edad de cuarenta años, tuvieron una fuerte pelea y la echaron de casa.

Pero aquí estábamos, dieciséis años después, habíamos conseguido levantar cabeza y ahora teníamos una casa enorme que podíamos permitirnos, y la posibilidad de poder llegar a fin de mes sin problemas.

- Bah, no mucho. -respondí-. No es mi primer año de instituto, en realidad, me queda sólo uno.

- Pues yo sí estoy nerviosa, ¿¡has decidido ya qué te vas a poner!?

En realidad no me parecía nada a mi madre, supongo que había salido a mi padre. Ella era rubia, alta, de ojos azules con motas miel -bueno, eso sí lo heredé de ella-, era extrovertida, no le costaba trabajo hablar, era muy inteligente.

Y luego estaba yo; bajita, de pelo moreno, tímida y mayoritariamente una marginada.

Recuerdo que de pequeña siempre quise ser como mi madre, la veía como una princesa, y yo siempre aspiré a ser una de ellas.

Pero me quedé a mitad de camino.

-o-

Al día siguiente entré abrazando a mi chaqueta como si la vida me dependiera de ello, me había perdido y ya acababa de sonar el timbre, maldita sea. El pasillo estaba lleno a rebosar de gente, e increíblemente altos la mayoría, porque a la mitad de ellos no conseguí verles ni la cabeza, o quizás sólo era una impresión mía. La gente se fue escurriendo dentro de las aulas como si de un sumidero se tratase y yo me quedé parada en medio del pasillo mirando las aulas con confusión.

- ¡Tú debes de ser Wendy Baker! Yo soy Carl Lee, el subdirector, me han avisado de que venías y quería enseñarte las instalaciones personalmente. -dijo un hombre asiático con bastante pluma de unos treinta años largos, me limité a asentir y a observar el pasillo mientras buscaba mi aula, ¿dónde estaba esa puñetera aula?

- Verá... es que debería estar en clase de Historia, ¿no debería enseñármelo desp...? -murmuré antes de que me interrumpiera.

- No te preocupes por eso, chica, ven, ¡que te enseño el sitio! -dijo cogiéndome del brazo y arrastrándome por el pasillo.

Lo miré alzando una ceja, era un subdirector un tanto extraño, pero me caía bien, era gracioso cómo movía los brazos -que lo hacía mucho- cada vez que hablaba.

Me llevó por la cafetería, la biblioteca, los baños y vestuarios, el gimnasio y demás.

El timbre sonó de nuevo, y según mi horario, ahora tenía literatura, ahora ya sí sabía dónde estaban las aulas, esta vez la encontré sin problemas.

Me habían asignado una compañera, tenía el mismo horario que yo y se ofreció a ayudar a "la nueva" en sus primeros días.

Se llamaba Allison, y tenía una seria obsesión con mi pelo, me había dicho como cinco veces que le encantaba y que el suyo era un horror -lo decía obviamente para que le devolviese el cumplido, pero el rubio teñido no me gustaba, y me limitaba a sonreír únicamente-, a parte de esa obsesión tenía un ego tan grande como ella misma, porque era jodidamente alta, un complejo de superioridad casi enfermizo y un tono de voz horriblemente irritante.

Era de las populares del instituto, me habría juntado con ella, pero no me gusta ser popular, tampoco me gustaría que me empezase a parecer a ella ni que me obligaran, y mucho menos me gusta hablar con una muñeca hinchable.

Porque un ochenta por ciento de era de plástico, tenía una boca grande con un montón de pintalabios y probablemente muchos la usasen como juguete sexual.

Así que nuestra relación se limitaba a ir de un aula a otra sumidas en un silencio, a veces incómodo, pero lo agradecía.

A penúltima hora teníamos gimnasia, una vez habíamos acabado, estaba en los vestuarios cambiándome lo más rápido posible, antes de que nadie entrara.

Estaba terminando de colocarme la camiseta cuando entró una pelirroja y comenzó a cambiarse sin pudor alguno. Comencé a recoger mis cosas, cuando su voz me interrumpió.

- He visto que te han puesto con Allison, ¿es divertido estar con la élite del instituto? -preguntó la pelirroja poniéndose una camiseta básica.

- No, es... irritante. -murmuré, la chica comenzó a reírse.

- Sé lo que se siente. -empezó a peinarse- Soy Jamie, último curso.

- Wendy, la "nueva" -hice comillas con los dedos-. Último curso también.

Jamie me estuvo hablando de la pirámide social del instituto, al parecer ella era una de las que estaba en la cumbre, su hermano era un guaperas bastante bueno en baloncesto que volvió un verano hecho un cachas y se lió con una chica súper popular cuyo nombre no recuerdo, por consiguiente, aunque ella fuera sólo la encargada del periódico escolar -que tampoco pasaba desapercibido, es más, hasta era algo temida, por los cotilleos que podía poner en él- y no le gustase ser conocida, ella lo era.

Ya era última hora, iba a avisar a Allison de que me iba, ya que no la había visto en la clase, y sí que la encontré, morreándose con un chico en la puerta del instituto. Me quedé algo extrañada sin saber si irme son decirle nada o esperar a que acabasen.

- Ese es Ashton Irwin, no está en el instituto, se graduó el año pasado, pero es el capitán del equipo, es el sobrino del entrenador y tiene enchufe. -comunicó Jamie apareciendo de la nada-. Normalmente suele ir de una en una, Allison es la novedad ahora, son como dos perros en celo, a veces resulta asqueroso. -dijo observando como la rubia de bote pasaba su lengua por el cuello y el mentón del chico-. Nunca ha durado más de una semana con ninguna, más bien suele tener relaciones esporádicas y magreos en el cuarto del conserje, ese sitio después de los partidos está lleno siempre de gente dándole al tema. -se notaba que llevaba el periódico, lo sabía todo de todo el mundo-. Si Ashton se fija en ti, es un pase V.I.P a la cumbre de la pirámide, las zorras se pelean por él día sí, día también.

Reí por su último comentario, parecía que Ashton era el típico mujeriego del tres al cuarto, ese tipo de persona solía ser despreciables.

Allison se seguía magreando con el tal Irwin, me miró e hizo una mueca como diciendo "sí, es mío." Y volvió a atacar los labios ya hinchados del chico.

Terminaron de.... lo que fuera que fuese eso que estaban haciendo y decidí acercarme a decirle a Allison que me iba, cuando lo peor que me podía ocurrir, ocurrió.

- Wendy... ¿Ashton te acaba de agarrar el culo y giñar un ojo o ha sido mi imaginación? -preguntó Jamie cuando volví con ella.

Without you I'm a lost boy. {a.i}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora