Capítulo 11.

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[Capítulo con lenguaje explícito, se recomienda leer bajo tu propio criterio]

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Cuatro días antes la apocalipsis:

Cinco bajó del auto seguido por Luther, lo primero que vieron fueron a los sujetos de la máscaras al costado de una furgoneta.

—Ahora entreganos el portafolio— Ordenó la morena.

Cinco sonrió ladinamente, tan pronto como lo hizo sintió un Deja vu.

—¡Claro!—Contestó el chico— Pero primero quiero algo a cambio.

Cha-cha y Hazel intercambiaron una mirada, asintieron entre si y luego lo invitaron a proseguir con un ademán.

—Necesito que llames a la vieja arpía de tu jefa y le digas que estoy dispuesto a hacer negocios con ella— Contestó con ambas manos refundidas en los bolsillos de sus shorts. 

La morena se lo pensó unos segundos pero finalmente accedió dispuesta a hacer lo que sea con tal de recuperar su preciado portafolio.

—Está bien— Respondió— Sólo no le menciones nada sobre el portafolio.

Cinco asintió sin objetar viendo como la mujer proseguía a caminar hasta el teléfono público más cercano y marcaba un número. La mujer habló con alguien y luego colgó para volver a un lado de Hazel.

En ese instante la melodía de un camión de helados resonó en toda la desértica carretera.

Klaus conducía con toda la potencia con la que disponía el vehículo, mientras Diego veía fijo a su blanco.

Cuando el auto estuvo a punto de pasar de largo a Luther y a Cinco algo ocurrió.

El de facciones latinas se levantó de su puesto y en un movimiento veloz giró el volante haciendo que el auto girara en dirección a los hermanos.

Los ojos de ambos se abrieron, sabiendo que no tenían tiempo de correr, pero antes de tan siquiera rozar a alguno, el tiempo se detuvo.

—Que gran truco ¿No?— Comentó la mujer del portafolio al aparecer al otro extremo de la carretera.

—Me entregaré— Contestó cinco.

La mujer sonrió.

—No es necesario, no te arrestaremos ni nada parecido— Avisó la mujer— De hecho quería ofrecerte un mejor puesto en la comisión, ya sabes, mejor pensión y no más asesinatos.

Cinco le importaba una mierda eso, sólo quería volver.

—Acepto— Contestó el chico sin hacerse del rogar.

La mujer le sonrió aliviada, necesitaban sacar a cinco de la ecuación y el truco de ganar su confianza con la doble de su hermana no había colado.

A p o c a l y p s e   《Número Cinco》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora