Muchos pensarían que la bebé afortunada de haber sido elegida por su madre -destinada a una vida tan común como lo era aquella mujer- ha de haber tenido la vida perfecta... pero para su propia desgracia había sido todo lo contrario.
Sus primeros años de vida no podían ser plasmados en frases poéticas u oraciones con sentido, ya que no recordaba nada de esta etapa de bebé a infante. Sin embargo, tenía la certeza de cual había sido el momento preciso en el que su madre había cambiado su mirada tan maternal y amorosa por una de profundo pavor y se atrevería a decir que hasta asco.
Ella, una niña sin una forma verdadera, una pequeña con habilidades de la cual nadie le había hablado y por lo cual no sabía controlar. Ella, esa niña tan pequeña e indefensa había terminado parando frente a un convento con la promesa de un "volveré" por parte de su madre... una cual jamás se cumplió.
Pero para entender bien el porque de todo ello, se debía comenzar por unas semanas atrás. Con una fiebre que había terminado con un lazo tan estrecho como era el de una madre y su hija.
Se había enfermado, como nunca antes y su madre no había tardado en llevarla al hospital preocupada por la salud de su pequeña.
Exámenes de todos los tipos fueron hechos, pero absolutamente todos fueron en vano ya que no se encontró nada anómalo en el cuerpo de la chiquilla.
Su madre no le quedó de otra que dejarla reposar sobre su cama de sábanas rosas y suministrarle antibióticos cada cierto tiempo.
Jessie recordaba a la perfección aquel día en el que fue abandonada. En la mañana de ese mismo día, su madre le había dado unas pastillas las cuales la habían dejado somnolienta y finalmente se había quedado dormida sin darse cuenta de que lo hacía.
Al despertar por un fuerte dolor en todo su cuerpo, vio a su madre frente a ella observandola con pavor.
Pero en lo que más se fijaba era en el fuerte dolor que recorría todo su cuerpo de pies a cabezas. Como si sus huesos se quebraran a la vez y se reacomodaran haciendo crujir todo su cuerpo.
Un grito desgarrador salía de lo más profundo de su garganta. Su vista se comenzó a volver más escasa sin saber porque en realidad. Finalmente el dolor paró tras unas horas que se le hicieron años mientras su madre seguía estática en una esquina de la habitación.
Con la vista nublada, movió su cabeza tratando de ver su cuerpo, el cual parecía más pesado de lo normal. Su madre, de un momento a otro comenzó a gritar.
Lo que vio dejó a la niña más que horrorizada, no era ella... una masa viscosa había ocupado su lugar.
Sus pijamas estaban rotas y sus brazos y piernas ya no existían.
La mujer salió corriendo de allí en busca de llamar a la policía o algo parecido.
Bastantes horas después apareció un simio con traje. La niña estaba quieta, atemorizada y confundida, no podía ver más que manchas sin forma gracias a su ahora desmejorada visión.
El aparente simio se acercó y lo único que sintió fue el pinchazo de al parecer una aguja.
Sus huesos volvieron a crujir y su piel viscosa a tomar forma... unos minutos después su cuerpo volvió para lo que ella consideraba era su normalidad.
-Ll-llevesela... yo ya no la quiero- Pidió la mujer al animal peludo.
Negó.
-El amo ya no requiere de más niños- Informó y sin más abandonó la habitación.
La mujer observó a la niña, quien parecía confundida ante todo lo que había acabado de suceder.
-¿Quieres dar un paseo, cariño?
...
Las monjas de aquel lugar no tardaron en acojerla. Le dieron ropa, comida y una cama en la cual dormir. La niña simplemente les repetía que su madre iba a volver, pero tras cinco años de su continua espera se dio cuenta de que eso jamás ocurriría.
En su noveno cumpleaños había decidido dar un pequeño paseo por el parque sin que nadie lo supiera ya que salir de allí no era muy frecuente.
Al volver se encontró con todo el convento destruido y los cuerpos de las monjas tirados en el piso bañados en sangre.
Escuchó un ruido tras ella, como un arma ser recargada aunque en ese momento no tenía la certeza de que podía hacer.
Se giró lentamente y retrocedió tocando la sangre con sus pies.
Habían varios hombres con máscaras de gas apuntando hacía ella.
La menor no supo que hizo, pero en un instante a otro se convirtió en una mujer anciana... la misma mujer de la cual había tocado la sangre.
Los hombres se observaron entre sí algo asombrados.
Una mujer con un portafolio en mano apareció. Ésta ocupaba igualmente una máscara, pero su traje era diferente ya que usaba un vestido que se le hacía de los años cincuenta.
Se retiró la máscara dejando ver el rostro de una señora con aspecto amigable y hasta jovial.
-¿Estás sola?- Inquirió la mujer asiendo asentir a la niña- ¿Y cuantos años dices que tienes?
La niña, aún con el cuerpo de la anciana, subió sus manos y con los dedos indicó el número nueve.
La mujer sonrió grande.
-¿Quieres no estar más sola?
La pequeña volvió a asentir.
-Pues entonces ven conmigo...
Aceptó.
Bueno, chicos... he aquí los comienzos de Jessie, nombre código: The Copycat.
Quise hacer esta introducción para dejar algo escondido del cual se podría ser tocado en el caso de que haga una segunda parte del fic.
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A p o c a l y p s e 《Número Cinco》
FanfictionEn la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres en el mundo dieron a luz... Lo raro de todo esto, es que ninguna de estas mujeres estaban embarazadas en el inicio del día. Sir. Reginald Hargreaves, multimillonario exc...