Capítulo 22.

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Sus ojos se abrieron de repente

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Sus ojos se abrieron de repente. Su respiración era agitada y los recuerdos de lo ocurrido antes de caer inconciente eran frustrantemente confusos.

Observó su alrededor, se encontraba en una habitación chica. La luz era escasa y el gélido frío era más que evidente. Las paredes estaban cubiertas de punta a punta por afiladas puas haciendo ver al cuarto más claustrofóbico de lo que en verdad era.

El pavor se coló en su sistema al reconocer de que lugar se trataba. Corrió directo a la compuerta, donde una pequeña ventana dejaba ver que había fuera del lugar.

Observó a sus hermanos quienes la miraban con desconfianza. Vanya comenzó a golpear bruscamente la puerta mientras gritaba auxilios y disculpas que en realidad no llegaba a oídos de sus hermanos.

—Es cruel tenerla así— Comentó Ocho, quien observaba con pena el desespero con el que Vanya trataba de hacerse escuchar.

Luther desvió la mirada. Si, Vanya era un potencial peligro, pero eso no quitaba el hecho de que seguía siendo su hermana y que verla tan destruida se le hacía bastante difícil. Como si fuera un trago amargo del jarabe que Grace les daba de chicos cuando estaban enfermos; Les provocaba arcadas el tomarlo, pero sabían que era lo mejor para ellos. Era lo mejor para Allison.

Klaus le dio la razón a Ocho. Le era difícil pensar el Vanya como un peligro sabiendo su personalidad tan dulce y amable. Ella era un sol comparada con las personalidades complejas de sus hermanos y él.

—Vanya no sería capaz de lastimar ni a una mosca— Contestó el ahora sobrío Klaus mirando con escepticismo al rubio.

—No podemos dejarla encerrada allí sin tener pruebas suficientes— Concordó igualmente Diego ubicándose a un lado de su hermano.

Luther alzó la vista mirándolos a todos con severidad.

—Mira lo que le hizo a Alisson— Objetó el líder del grupo— ¿Acaso no es suficiente prueba?

Klaus negó rápidamente y a paso decidido fue en dirección hacía a la compuerta a liberar a su hermana de aquel injusto encierro. Él mismo había pasado por ello en aquella vez que su padre le había encerrado cruelmente dentro de un oscuro mausoleo, obligándole a enfrentar sus peores miedos pese a que sólo era un pequeño de siete años, con más temores que memorias en sí. Aquel recuerdo lo había marcado de por vida y podía atribuir sus problemas con las drogas a aquel trauma infantil.

Además, si era cierto lo de los poderes de Vanya, era su deber como familia el ayudar a enfrentarlos. El temia por lo desconocido que llevaba dentro, no quería imaginar lo que sentía Vanya quien era totalmente inexperta en el campo de lo sobrenatural.

Luther lo tomó fuertemente del brazo deteniendo su acción. Ocho corrió hacía los chicos, viendo como la fuerza descomunal de Luther cortaba la circulación del brazo de Klaus, quien se retorcia bajo el brusco agarre.

A p o c a l y p s e   《Número Cinco》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora