Luther había decidido quedarse, mientras los demás —A excepción de Klaus— decidieron a ir a buscar al tal Harold no sin antes prepararse para ello.
Ocho había subido a cambiarse mientras Diego iba en busca de sus preciados cuchillos.
Al hacerlo pasó por el cuarto de la ahora pequeña ocho. Tomó aire y entró dispuesto a pedir perdón a la verdadera hermana que había tratado como mierda hace unos dos días.
—Ocho— Le llamó haciendo girar a la chica quien buscaba entre su ropa algo que no fuera el uniforme de la academia— Quería pedirte disculpa por como te traté hace unos días, yo en verdad... soy un idiota.
Bufó frustrada, tendría que usar ese maldito uniforme.
Se giró a ver a Diego.
—Hay cosas más importante, Diego— Contestó con semblante frío.
Diego agachó la mirada.
—Es mejor que te vayas, necesito cambiarme para que podamos ponerle fin a ésta mierda de una vez por todas.
Diego asintió. Ocho le sonrió ligeramente para que cambiara ese semblante triste, aunque en ese momento su prioridad no era lidiar con los sentimientos de nadie... al menos que se tratase cinco.
El moreno se la devolvió apenas y salió de allí con la cabeza gacha.
Al cerrar la puerta se encontró con Jessie.
—¿Sabes que te ayudaría?— Comentó ella dándole una sonrisa.
Diego la ignoró y siguió caminado con destino a las escaleras.
—Unas ricas donuts— Sugirió ella.
El negó virando los ojos con fastidio.
—No hay tiempo para ir por donas— Dijo él, pero una bolsa con la palabras Donut's Griddy's grabada en ella apareció frente a sus ojos.
La chica sonrió amplio.
—Mientras ustedes hacían sus tonterías, yo fui en el auto a comprar algunas... no sé cuáles son tus favoritas así que te traje una de cada una— Informó mientras acomodaba sus lentes.
Diego tomó la bolsa entrecerrando los ojos hacía la chica.
—¿Qué tramas?— Inquirió dudoso— ¿Acaso me quieres envenenar?
La chica rió mientras negaba.
Arrebató la bolsa y sacó una de las donuts para meterle un gran mordisco y degustar su dulce sabor.
—No te envenenará, pero si te dará diabetes— Informó socarrona, el chico negó risueño y tomó una de las donuts— Lo sé, soy malvada.
Ocho pasó por el lado de ambos y siguió derecho dispuesta a ir hacía el auto. Diego se le quedó mirando.
ESTÁS LEYENDO
A p o c a l y p s e 《Número Cinco》
FanficEn la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres en el mundo dieron a luz... Lo raro de todo esto, es que ninguna de estas mujeres estaban embarazadas en el inicio del día. Sir. Reginald Hargreaves, multimillonario exc...