En la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres en el mundo dieron a luz... Lo raro de todo esto, es que ninguna de estas mujeres estaban embarazadas en el inicio del día.
Sir. Reginald Hargreaves, multimillonario exc...
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Haber devuelto a Delores a su verdadero hogar había sido como cerrar un ciclo para dar por iniciado uno nuevo, el cual sería compartido con lo que él consideraba su alma gemela.
Antes de ello, Hazel había aparecido frente a la entrada de su casa interrumpiendo el momento entre Ocho y él, con la mera intención de ayudar a salvar al mundo, teniendo como excusa —Una no muy creíble— el interés en un puesto de donas.
Por supuesto Cinco le informó sobre que éste ya no sería posible, pues ya todas las variables que causaban la apocalipsis habían sido eliminadas.
Hazel se había tomado la molestia de halagar sobre los grandes trabajos que Cinco había realizado en su oscuro pasado como parte de la comisión del tiempo. También le había dado sus armas y las de Cha-cha para ayudar a salir del lío en el que se había visto envuelto Diego, ya que Ocho se lo había pedido con antelación al ver que Hazel ingresaba a casa a tomar una margarita, y Cinco gustoso había accedido a mencionarselo al hombre corpulento. Había sido como una especie de paga por haberle salvado la vida dos días antes. Así Diego y él quedaban a paz... no le gustaba deberle favores a nadie.
Diego, tras despertar del noqueo que Cinco le había proporcionado, fue directo a la estación a sacar a Jessie de su injusto encarcelamiento.
...
Los pasos sigilosos del moreno apenas si se percibían, cual ninja había entrando agilmente dentro de las instalaciones policiales para rescatar a su damisela en apuro.
Entró a la habitación donde se suponía estaba Jessie transformada como él. Al abrir la puerta se encontró con su propia figura, observando al suelo desde el otro lado de los barrotes. Su mirada estaba perdida y sus brazos se brindaba el consuelo del cual parecía necesitar en aquel momento.
Diego se acercó llamando a su nombre para avisar de su presencia. La chica alzó la vista de inmediato embozando una sonrisa que parecía trasmitir la serenidad que le había acabado de llegar. Su mueca era de puro y genuino alivio.
Se aproximó a los barrotes mientras su forma volvía a la de ella, que era más bien la de ocho pero versión adulta.
Diego abrió la puerta dejando pasar a la chica, quien de inmediato corrió hasta él y se abrazó a su cuerpo. Aspiró su aroma y prosiguió a exhalar con alivio.
—Creí que no volverías— Comentó contra su pecho. Diego negó mientras sus manos acariciaban suavemente el cabello de la chica— Creí que me abandonarían... de nuevo.
El moreno se apartó lo suficiente como para poder ver el rostro de la copia. Le sonrió tratando de brindarle calidez y confort el cual ella parecía necesitar.
—Jamás lo haría, te doy mi palabra— Afirmó el varón.
Sus frentes se unieron mientras cerraban sus ojos y sus manos viajaban por el cuerpo del otro, regalando dulces caricias reconfortantes.