JIMIN SE MIRÓ LA PUNTA DE LOS PIES al bajar la mirada. Con las manos enlazadas en la espalda y su pecho subiendo y bajando profunda y lentamente, adoptó una posición sumisa mientras su corazón latía con fuerza.
Con una gota de sudor en la frente, él parecía saber que esta noche sería tan larga como la vida misma. Sin embargo, no le asustaba.
No era la primera vez que Jimin pisaba aquel lugar para el mismo fin por el que estaba ahí, pero la pesada mirada del padre Min Yoongi parecía decirle que en esta ocasión las cosas serían diferentes, y eso hacía que su curiosidad fuese más grande que todos sus miedos, que sonara como un demente.
Por supuesto, Jimin tenía que estar loco para dejarse llevar por uno de los pecados más grandes, donde sus pensamientos plagados de perversiones eran los primeros en hacer aparición ante la imagen del sacerdote que esperaba frente a él, sentado en la silla de su pequeño escritorio, meditando el número de plegarías que Jimin tendría que recitar hasta que fuese suficiente.
—¿Te arrepientes de lo que me has confesado, Park Jimin? —dijo el hombre vestido de negro, soltando un suspiro cuando se recargó finalmente sobre la lisa madera, y apoyó la barbilla sobre la superficie de sus manos—. No puedes mentir, si eso es lo que crees.
—No, padre —respondió Jimin, permitiéndose alzar la vista después de haber tenido la cabeza gacha por varios minutos.
—¿No qué? —preguntó el sacerdote, y Jimin pudo jurar que la mirada de aquel hombre se volvió tan oscura como sus pensamientos.
—No me arrepiento de nada.
Valientemente, Jimin fijó la vista en el rostro serio e impecable, y, cuando el padre Min corrió el asiento hacia atrás para ponerse en pie y bajó las manos para hacerlas puño a los costados, Jimin supo que jugar con fuego y quemarse sería indudablemente uno de sus pasatiempos favoritos.
—Has venido a confesarme tus faltas para que te dé mi absolución y así poder estar en paz con Dios, pero estás diciéndome que no estás siquiera arrepentido de tus malas obras y pensamientos. Ahora dime, ¿qué se supone que deba hacer con alguien que prefiere vivir en pecado?
Jimin sonrió.
—Dígame usted, padre. Tal vez necesite otro tipo de absolución para deshacerme de estos sucios impulsos.
El sacerdote miró a Jimin por varios minutos, y caminó hacia el chico que seguía con la mirada cada uno de sus movimientos. Deteniéndose frente a Jimin, dijo de manera firme: —Arrodíllate.
Jimin ni siquiera lo pensó dos veces cuando se dejó caer y sus rodillas golpearon el frío piso. Sabía perfectamente que este era el inicio para poder llevar al sacerdote al punto de ruptura, y que bastaría de persistencia si quería sentir algún avance, algo que le dijera que el palpitar de su corazón por la emoción del sacrilegio era tan correcto como todo lo que existía. Porque, ¿qué otra cosa sería más excitante que corromper a un sacerdote?
—¿Piensas que la desobediencia hará que te libres de tu penitencia? —dijo el padre Min—. Jimin-ah, estás tan equivocado. Empieza.
Jimin tenía en la punta de la lengua una excelente contestación para eso, pero decidiendo que lo mejor sería darle al sacerdote por su lado, inició el Padre Nuestro lentamente como siempre lo hacía cuando era castigado. Las palabras que fluyeron entre ellos fue lo único esparciéndose por la iluminada habitación.
El Ave María siguió después, y Jimin sabía el número de veces que tenía que repetir la misma oración. Pero cuando la voz del padre Min se oyó por sobre sus plegarías, Jimin tuvo que detenerse para escucharlo mejor.
—¿Quien dijo que podías parar? —preguntó el sacerdote—. Sigue y escucha.
Jimin regresó a la oración, y cuando el padre Min volvió a hablar, él trató de enfocarse en lo que decía.
—Piensas que al confesarme tu innegable atracción hacia las personas del mismo sexo hará que alguien como yo se asuste, ¿correcto? —dijo el padre—. Piensas que, con hacerme saber tus pensamientos impuros, tus fantasías y tus sueños, podrás tentar a un hombre como yo al pecado, ¿no es cierto?
Jimin ralentizó la oración, y sus labios amenazaron con curvarse. No había palabras para describir lo que le hacía sentir al saber que el padre Min recordaba cada una de sus antiguas confesiones.
—¿Crees que eso para mí es nuevo, Jimin? —dijo, y el sacerdote comenzó a dar vueltas alrededor de él.
Jimin podía sentir aquellos ojos penetrantes examinándolo en aquella vulnerable posición, y una pequeña gota de sudor corrió por su columna vertebral hasta que se perdió en algún rincón de su pantalón.
Cuando el hombre se detuvo a su lado, fue cuando Jimin perdió la línea de su oración y sus labios quedaron entre abiertos, su pecho retuvo una exhalación, y su cuerpo inmóvil se petrificó cuando el sacerdote dijo: —No tienes idea de lo que la lujuria puede hacerle a la persona más pura.
Jimin sintió los labios del padre Min curvarse cerca de su oído, y la respiración tibia que expulsó contra su piel hizo que un escalofrío recorriese por todo su cuerpo.
—Te has comportado inadecuadamente desde que llegaste a la iglesia buscando refugio. No obedeces cuando se te manda, haces lo que quieres y siempre buscas que sea yo quien te castigue por tus malas acciones. Tus confesiones sólo tratan de sexo, y rezas por perdón con el único propósito de sentir mi mano sobre tus cabellos, mientras te digo que eres un buen chico y que Dios podrá perdonarte.
Jimin se mordió el labio inferior tan duro, que era imposible que pasara desapercibido. El padre Min inmediatamente llevó el dedo hacia el rojo e hinchando belfo, y cuando el pulgar lo acarició suavemente dijo: —Has creído que tentándome conseguirías todo, pero, lo que no sabes es que fuiste tú quien cayó.
Jimin giró el rostro aturdido, y se encontró con la mirada oscura del padre Min. Su aliento salió con un golpe rápido cuando la misma mano que lo había acariciado lo tomó de la barbilla con un fuerte agarre.
—Tienes razón, tengo la absolución correcta para ti —dijo el sacerdote mientras una sonrisa perversa se formaba en sus labios—. Vendrás a mi habitación y te arrodillarás frente a mí sin que te lo ordene. Te despojarás de tus prendas y serás redimido hasta el día en que elimine de ti toda impureza. Rezarás por piedad, Jimin. Tenlo en cuenta.
Jimin tragó. ¿Cómo se habían revertido las posiciones?
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GOOD NIGHT 》BTS
Hayran Kurgu-Dos es siempre mejor que uno. -¿Y tres? -Tres es aún mejor. • HOMOSEXUAL • 70 pequeñas historias sobre ships de BTS con contenido erótico: MM & MMM. • Además del contenido +18, las historias pueden ser: • románticas • comedia •...