C A P í T U L O 13

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NO TE MEREZCO

Sus ojos se abrieron al sentir una mano en su pálido rostro. Veía borroso, pero podía comprobar que estaba en la calle. Estaba apoyado en la pared, medio dormido. Tenía delante a una persona que le rodeó el cuerpo con una manta azul y le puso un paraguas encima, sentándose a su lado.

Miraban ambos los charcos que ahora se seguían formando. La luna se reflejaba en ellos, y en el reloj del recién llegado. En el aparato marcaban las 07;54. Le miró a los ojos y el menor le sonrió.

No te merezco.

-Últimamente llueve mucho, ¿no?

-Eso parece. -su acompañante tiró una piedrecita a un charco, en el que se fueron formando ondas. Rió dulcemente. Sopló su cabello para apartarlo del ojo, igual que hacía su hermana.

-¿Qué haces aquí?

-Salvarte. -contestó simplemente. Sonrió y se le formaron en la mejilla hoyuelos, iguales a los de su hermano.   Toquiteó un poco sus dedos para después tronarlos, exactamente igual que hacía su hermano más pequeño, y le lanzó una mirada divertida, terminando la ronda imitando al segundo hijo varón.

-Mamá... -el sonido de la lluvia volvió a invadir sus oídos. Esta vez no era la chica preciosa y rubia, sino un corpulento hombre.

-¿Mamá? Oye, sé que nos parecemos, pero hombre, que ella era rubia. -musitó divertido Niji. Ichiji estaba exactamente en la misma situación que en su sueño. Calle, lluvia, manta azul y paraguas del mismo color. No se dio cuenta hasta que sus labios saborearon sus saladas lágrimas. El menor agarró con dulzura su mano. -Todo estará bien.

-¿Cómo lo sabes?

-Te conozco, te las apañarás. Ve con Katakuri. Está desolado. Acaba de perder a dos personas muy importantes para él.

-Todos sabéis más de mi vida que yo mismo. ¿Cómo lo sabes?

-Debes observar un poco más, Ichiji. -le dijo Niji distraídamente. -Somos como apartados de la sociedad, ¿eh?

-Es por la ceja. -bromeó.

-Seguro que sí. Reiju y Pudding son amigas. Katakuri te echa en falta. -explicó el menor.

-Aún no puedo ir... No puedo ni mirarle a la cara.

-¿Por lo de padre?

-También. Nosotros... Lo hicimos. -Ichiji se sonrojó.

-Se nota. Casi no puedes andar.

-Bueno, a ver...

-La debe de tener grande.

-¡Niji! -el chico estalló en carcajadas.

-Perdón, perdón... Vamos, te llevo.

-¿A dónde?

-A casa.

-No voy a ir a casa. He pegado a padre.

-Ya lo sé. Se ha ido. -murmuró.

-¿A dónde?

-Ni idea. Se ha ido. -repitió.

-No quiero ir a casa... -murmuró con la voz rota.

-No puedo dejarte aquí. Vamos, te llevo. -Niji cogió a Ichiji en brazos y lo envolvió bien con la manta. Se dirigió hacia su casa. No flaqueó en ningún momento, siempre firme. Ichiji lo merecía.

No te merezco.

Ichiji pasó el resto de la semana con sus hermanos. Realmente, solo comía con ellos, pues se pasaba el día tumbado en la cama o fumando con Niji. Se sentía vacío. Sentía como si un agujero negro en su interior le absorbiera todo. Intentaba sonreír, pero no podía, y sus labios terminaban haciendo una fea mueca. Intentaba llorar, pero no podía, y terminaba haciendo hipidos incómodos y falsos. Intentó reír y pareció un pato.

De nombre, Katakuri [KataIchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora