C A P Í T U L O 27

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-Entonces -continuó con la boca llena. -¿Tienes cuatro hermanos? -dijo incrédulo.

-Ajá. Y todos pequeños. Son cuatrillizos. -respondió de la misma forma. -Excepto por el pelo, son todos iguales. La ceja, los ojos y lo testarudos lo tienen igual.

-Apuesto a que se parecen a ti también.

-¡Oye! En realidad, somos bastante parecidos. -rieron juntos.

-¿Y tu madre? ¿Te pareces a ella?

-Ella murió cuando yo tenía cuatro años.

-Oh. Lo siento, no lo sabía. -murmuró. Por dentro se dio un bofetón mental.

-No te preocupes, fue hace mucho. Se parece muchísimo más a mi hermano Sanji, aunque dicen que yo también me doy un aire a ella.

-Entonces seguro que es preciosa. -soltó. Reiju le sonrió sonrojada. Llevaban cuatro horas en aquel bar y ya comenzaba a hacerse de noche, aunque no tenían intención de marcharse. -¿Y tu padre?

Mierda.

Reiju se puso pálida. Miró a Ideo como si esperaba que le dijera que no hacía falta que respondiera, pero no lo hizo. Él le miró preocupado y sus palabras fueron difuminándose hasta el punto de no entenderlas bien. Una tormenta de recuerdos de aquel día le taparon los oídos, los ojos, la nariz. No podía hablar ni respirar. Cerró fuertemente el puño y los ojos esperando que aquel shock pasara; sabía que no duraría mucho.

-¡Reiju! -en ese momento la chica volvió al lugar. Miró un poco a su alrededor y luego sus manos; las uñas le habían dejado marcas de sangre. -¿Te encuentras bien? -inquirió preocupado. -Mierda, no dejo de joderla.

Reiju seguía sin responder. El color aún no había vuelto a su cara y respiraba muy rápidamente, a la vez que sus ojos se iban llenando de lágrimas e intentaba no mirar al chico. Vaya espectáculo debo estar dando.

-Vámonos. -Ideo se levantó de la silla y se acercó a la chica para sujetarla cuidadosamente de los hombros. Se quitó su propia chaqueta y tapó los desnudos brazos de Reiju a la vez que sacaba el dinero para pagar, y después salían. -Te llevo a casa, ¿Vale? -ella asintió.

El viaje lo pasaron en silencio. Ideo puso la calefacción al notar los marmóleos brazos de Reiju fríos a pesar de que él estaba sudando. Fuera, llovía. La lluvia empañaba los cristales y caían sobre el techo formando una melodía que se entremezclaba con la radio, donde sonaba algo de Isaac Albniz. A ella le encantaba. Recordó las horas que pasaba tocando en su cuarto y supo que sería difícil volver a hacerlo sin recordar todo lo que pasó.

-Al final has pagado todo tú. -dijo distraídamente.

-No te preocupes.

-¿Seguirá habiendo próxima vez?

-Si pagas tú... -bromeó Ideo. Ella rió un poco.

-Entonces sí.

-Oye, si no sé dónde vives no te puedo llevar.

-Vale, espera. Tira un poco más hacia adelante y en la rotonda gira en la primera salida.

-Gracias, GPS.

-Nada, cuenta de ahorros. -los dos rieron fuertemente.

-Oye, siento haberte preguntado eso. No tenía ni idea de que reaccionarías así.

-Ya lo sé. No pasa nada. -murmuró mirando por la ventana. Ideo le miró de reojo.

-Si... si alguien te ha hecho algo puedes decírmelo. Es más, deberías decirlo. Sobre todo por tu seguridad. ¿Dónde giro ahora?

De nombre, Katakuri [KataIchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora