Sus ojos se empañaron.
Su corazón se encogió.
Sus puños se apretaron.
Sus nervios afloraron.
Recuerdos. Una tormenta de ellos, sin piedad, atacó directamente y golpeó justo en su pecho. Un dolor comenzó a subir hasta sus encías, y entonces sonrió. Sonrió tanto que sintió que todos sus miedos se largaban para no volver.
Sonrió tanto que sus mejillas dolían, rápidamente cubiertas de lágrimas de felicidad.
Sonrió tanto que pensó que su vida estaba resuelta, porque estaba él, y solo él para mimarle, cuidarle, abrazarle, besarle.
Una sensación. Sentía que todo estaba siendo un sueño, porque estaba tan feliz, tan feliz, que parecía que había ingerido cualquier tipo de droga. No oía, no olía, no pensaba.
Solo podía ver la figura que tenía delante.
Hombros anchos, sonrisa de diversión, mirada de estar perdido en sus ojos. Una sonrisa que podía iluminar todo el planeta, para los que tuvieran la suerte de contemplarla.
Una gran mano se dirigió a su rostro y limpió las lágrimas rebeldes.
Entonces volvió a la realidad y escuchó tres palabras, tres simples palabras que le habían llenado por dentro y le habían limpiado por fuera.
-Ya podéis besaros.
Ichiji miró a su, ahora, marido. Ese traje le quedaba tan bien... Su sonrisa se ensanchó, se puso de puntillas y pasó su mano por el pecho de Katakuri.
De repente le agarró de la corbata y le acercó bruscamente para besarle. Todos a su alrededor aplaudieron, pero ellos no les oían.
Sumidos en su propio mundo, en el que solo estaban ambos y sus labios unidos. Era un beso muy dulce, les unía.
La alegría reinaba en los cuerpos de ambos en forma de nervios y mucho amor.
Las manos del pelirrojo temblaban a pesar de que había hecho eso millones de veces, pero ahora era distinto. Las subió hasta el cuello de su hombre y se acercó un poco más, pero su altura a penas se lo permitía.
Katakuri rió contra sus labios, y le sintió sonreír, pero entonces agachó él un poco la cabeza y así podían estar cómodos.
El tiempo pasaba lento, y aún así, cuando se separaron pensaron que había pasado una eternidad. Se miraron durante minutos.
El pulgar de Katakuri acariciaba la mejilla del menor con dulzura, y las manos del último se aferraban al traje del contrario.
No podían dejar de mirarse.
No sonreían pero en su mirada se transmitía todo.
Pero lo bueno poco dura, pues unas palmaditas en la espalda del más pequeño les regresaron al aburrido mundo en el que habían nacido.
-¡Ichiji! ¿Cómo estás? -exclamó un hombre de cabellos rubios y bigote trenzado. Detrás suyo estaba su hijo sonriendo con las manos en los bolsillos y los brazos enlazados con un tercero.
-Buenos días, señor Zeff.
-Dios Santo, ¿señor? ¿tan mayor estoy? ¿Eh, Sanji? -rió rascando la cabellera del nombrado con los nudillos.
-Sí, viejo, déjame. -exclamó con una sonrisa.
-¿Para cuándo vosotros, chicos? -inquirió Katakuri con su voz calmada y su expresión de Robert Pattinson.
ESTÁS LEYENDO
De nombre, Katakuri [KataIchi]
RomanceSe conocen es un evento. Surge el amor. Se enamoran perdidamen... No, por Dios. Las cosas no son así. Tal vez muy resumidamente Ichiji necesita dinero, y empieza a vender cosas en un evento. Y solo tal vez se encuentra con el prestigioso Charlotte K...