C A P í T U L O 21

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FIERA

Entró como si estuviera a punto de morir. Sus ojos, siempre de un color vino tinto, ahora estaban ensangrentados y negros. Subió las escaleras rápidamente, apartó con cuidado a la cocinera y dio una fuerte patada al cerrojo, que saltó al momento.

Ichiji le limpió las lágrimas a Cosette y le dio un breve abrazo, para después seguir al más mayor, que le miraba con odio. Sostenía a su hija mayor en brazos. Ella tenía toda la cara magullada, ensangrentada y estaba inconsciente.

Ichiji ardía de la ira. Se acercó lentamente a su padre; sus gafas le tapaban los ojos, pero de no haber sido así, en ellos solo encontrarías felicidad mal disimulada. Finalmente. Finalmente iba a poder vengarse, iba a poder reventar su cabeza, romper su nariz y golpear su garganta. Podría patear su estómago y romperle los dientes, porque estaría justificado.

-Ichiji... cuánto tiempo... Veo que en verdad sí estás con eso de ahí, tu hermana me mintió. -dijo sonriente. Alzó la mano y cruzó sonoramente la mejilla de la delicada chica, que a penas podía hablar. La dejó caer al suelo, haciendo que un ruido seco incendiara sus oídos. Cosette entró a gatas en la habitación y se llevó a la muchacha de esa habitación que pronto sería un campo de batalla.

-Te mataré, hijo de puta.

-Ichiji, mi amor, pensé que ese sería yo. -murmuró Katakuri con voz baja.

-Nos turnamos. -el pelirrojo se acercó y esquivó un torpe golpe de Judge, que le dio ventaja para golpear. Le pateó, le mordió, le pegó. Judge intentaba levantarse, mas los puños ensangrentados de su hijo no le dejaban. Ichiji no golpeaba con todas sus fuerzas, lo sabía. Además, el fuerte era Yonji, no él, por lo que no podría hacerle mucho daño, pero el llanto de su cocinera y el rostro de Katakuri mientras le sujetaba los brazos al hombre le bastaban.

Tras varios minutos, pensó que ya no podía hacer más. Dejó al viejo en manos de Katakuri, que le empezó a pegar con brutalidad. Su típica expresión seria, sus ojos luminosos, su mandíbula tapada. No quedaba nada de eso, pues se había quitado la bufanda, mostraba odio, y sus ojos se habían apagado.

Cuando el adulto acertó un golpe en la boca del otro, que le rompió varios dientes, Judge estalló en carcajadas.

-Tú eres el hermano de la mocosa... esa niñata de mierda... hice bien en matarla. ¿Cómo se llamaba...? ¿Ana?

-Se llamaba Anana... -dijo entre dientes. -Y pienso rociar su tumba con tu sangre... Para que se beba tu muerte, odie tus genes, y escupa tus palabras.

-¿Mis genes? ¿E Ichiji?

-¿Él? Él no es tu hijo. Él es el hijo de... Sora, y de Germa. Tú solo eres un parásito. Y vas a morir. Tal vez no aquí, tal vez no ahora. Pero te mataré yo. Ya lo sabes, el día que mueras, podrás inculparme a mí. Por ahora... con veinte años de cárcel, tal vez treinta... te pudrirás de forma muy exquisita. -Katakuri se relamió los labios. Volvió al ataque durante algunos segundos, y se levantó. Miró sus manos ensangrentadas y sonrió. -Vaya, me quedará cicatriz... -murmuró. Acto seguido lamió su mano de forma sádica, y se dirigió hacia el cuarto de Ichiji, donde se metió en la cama.

-Ichiji-sama... Ayúdeme con su hermana, por favor, no despierta. -sollozó la cocinera.

Él asintió y se acercó a ella. Cogió en brazos a su hermana y cogió una manta. Después bajó las escaleras y cogió el coche de su padre, mal aparcado. Encendió el motor, y tan rápido como la velocidad permitía se dirigió al hospital.

Las farolas creaban líneas anaranjadas en la delicada pero magullada piel de su hermana, dándole un aire más bien nostálgico.

Allí la trataron los pocos médicos de guardia que evitaban el sueño de la madrugada de un sábado.

De nombre, Katakuri [KataIchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora