C A P í T U L O 3

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-No... Puede... Ser -golpe. - Estoy harto -golpe -. Mierda, mis manos. -golpe - ¡Joder! - gritó. No sabía qué hacer. Llevaba dos días entrando a escondidas en la oficina de su padre. La tercera vez se cayó y alertó a su sirvienta, que llamó rápidamente a Judge. Subió en zancadas a la habitación y vio a su primer hijo hurgando en su escritorio.

-Mierda, Ichiji, qué susto. ¿Qué coño haces? Levanta las manos - el chico obedeció y las levantó. En ellas tenía la llave de la caja fuerte, junto a un fajo de billetes de quinientos y un pequeño cristal que creaba ríos rojos en sus manos. Sus ojos, del color de su cabello aguados le mortificaban. - ¿Ichiji? ¿Por qué tienes la... Y ese cristal...? Oh. Ahora entiendo. Llevo unos días buscando dinero. Eras tú. - se acercó lentamente. Al no ver negación en el rostro lloroso de su hijo le cruzó toda la cara. Del impacto, el cristal ensangrentado se clavó un poco en el lateral del pálido mármol de Ichiji. -Eres una vergüenza. Lárgate de aquí. ¡Fuera, joder! -dio un fuerte golpe en la mesa. El pelirrojo se asustó y salió lentamente, guardando el fajo de billetes en su bolsillo.

Subió a su habitación y cogió la mochila que llevaba hecha varias horas. Echó un rápido vistazo a Niji, le giñó el ojo y le dijo que se lo contara al resto.

Salió de casa y comenzó a vagar. Eran las 20:56 de la noche y la niebla era muy espesa, de tal forma que lágrimas artificiales se adherían a él por la humedad, mezclándose con las verdaderas.

Había tenido su nuevo móvil apagado y con batería por si acaso. Lo encendió. De repente un arrebato de ira le recorrió y lo tiró al suelo, para después comenzar a golpear una de las paredes de un callejón.

-Mierda... -se acostó lentamente en el suelo, con la espalda en la pared. Miró el móvil que Katakuri le había comprado y pensó en dónde estaría él ahora. Pensó en llamarlo. Negó.

Una delgada lluvia se mezcló con la niebla, bailando una danza de temperaturas y colores. Ichiji recogió el móvil en la mochila y pensó en cuándo la había hecho.

-Ichi... Sigo pensando que aún es muy pronto. -dijo mientras veía a su hermano meter ropa a montones en una mochila.

-Cállate Ni, te lo dije en su momento y solo asentiste. ¿Qué debería meter?

Cargador. Un tapper con algo de comida. Dos botellas de dos litros de agua, una de vodka blanco. Calcetines, calzoncillos, varias sudaderas, cuatro pantalones y un par de zapatillas.

-¿Qué más?

-¿Me estás escuchando, antorcha? -recriminó el celeste.

-¿Qué? No, perdón.

-Digo que padre se cabreará mucho más y te traerá. Entonces sí sufrirás de verdad. -le recordó.

-Niji...

-Sí, Icji, si... Cepillo de dientes... -Niji señaló el baño mientras apartaba la mirada, dolido. No quería separarse de la única persona que sí sabía entenderle. Ichiji cogió el cepillo y pasta de dientes. Miró los productos de baño algo duditativo. Le sobraba espacio así que por si acaso los metió. Tras meter dos chaquetas y una manta la cerró.

Dejó la mochila colgada en la parte trasera de su puerta y se fue, dejando a Niji solo con su Nintendo.

-Niji... Debí hacerte caso. -el pelirrojo sacó la manta de la mochila y se envolvió en ella. Cuando comenzó a llover de verdad buscó un portal, mas no encontraba nada. No quería meterse en un cajero como los sintecho, no estaba tan desesperado. Dos horas más tarde vagando, un coche pasó a su lado, dejando en el aire bastantes frases desagradables.

De nombre, Katakuri [KataIchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora