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Capricornio

Hay un tipo de persona que no encaja en la sociedad, que no se siente parte de ella. Pero también hay otro tipo de persona que se resiste a encajar, y esa.. sería yo.

Recuerdo con ilusión la primera fiesta a la que me dejaron ir, en aquel entonces solo tenía 16 años. Debo agradecer a Acuario y Cáncer por ello, ellos lucharon con garras y dientes para que mi madre, mi madre enferma me dejara ir.

Era el cumpleaños de Acuario, no podía faltar por nada del mundo. Recuerdo que estuve todo el cumpleaños preocupada de mi madre, de su Salud y sintiéndome culpable por si algo le pasaba. Ni las palabras de mis amigos me reconfortaban. Por lo que me fui pronto y dormí abrazada a ella.

Ese día, en el que por primera vez fui a una fiesta, decidí que prefería ser invitada a festejada. Cuando me colé con Sara en una boda por un simple motivo, no teníamos familia que nos invitara y nosotras sabíamos o sentíamos que jamas nos casaríamos.

Pero encontramos a los que a día de hoy eran mis amigos, teníamos un poco de todo, tradicionales como Virgo, Tauro y Piscis.. y en ocasiones, pero muy pocas, Escorpio.

Locos atrevidos como los hermanos Aries, Sagitarios y Geminis. Y personas que estaban destinadas a cambiar el mundo, como Cáncer, Libra, y sobre todo... Leo. El definitivamente cambio mi mundo.

Pero aún así sentía que ellos eran los que debían encajar en mi mundo, y no yo en el de ellos. Ellos tan increíbles y yo tan... mundana.

Nunca tuve una seguridad muy buena, desde pequeña fui una niña muy tímida, con los años eso se fue, pero fue reemplazado por las inseguridades. Inseguridades que todos los adolescentes tenían, o debían tener.

Pero miraba a mis amigas tan bellas y atractivas, y me miraba yo y pensaba que estaba mal hecha. Algo en mi cabeza me decía que me iba equivocaba, que debía quererme tal y como era.. pero era tan difícil hacerlo.

Una vez mi madre me decía que no éramos piezas de un rompecabezas que debamos encajarnos. Que nosotros éramos ese rompecabezas, y que no debíamos encontrar a alguien que nos encajara a la perfección.

Nosotros éramos ese roto rompecabezas, rotos en mil pedazos, nosotros éramos los encargados en curarnos, en complementarnos. Cada pieza, una traicion, o una tontería a la que le habíamos dado demasiado importancia por nuestra inmadurez emocional.

Eso lo aprendió ella cuando él amor de su vida, ese hombre que yo solía llamar padre, la dejo en una triste y sin vida habitación sola. En su peor momento, pero mi madre siempre será mi heroina. Ella lloro, claro que lloró en esa sala.

Se desgarró el alma viendo a ese hombre irse de su vida, y con el alma en mil pedazos entró en esa sala, su peor tortura.

Permaneció en silencio, llorando y soportando el torturoso proceso de la quimioterapia.

Ella si permanecía a este mundo, y no dejaría que nada, ni nadie le arrebatase su vida. Su triste y dolorosa vida.

Siempre sentí que tenía unas cadenas invisibles que me agarraban al suelo y no me dejaban soñar o vivir a mi manera. Por lo que me hice una defensora de la libertad.

Esas cadenas solo me hacían ser como todos, como el mundo en el que vivía me hacía creer que debía ser. Pero yo no quería ser eso, yo quería ser YO.

Por eso me engañaba a mi misma y rechazaba incontables veces a Leo. Sentía la necesidad de ser libre, no quería que me hiciera daño. Por eso negaba y me negaba a mi misma que estaba enamorada de él.

Sentía que en cualquier momento me engañaría y me traicionaría, que cuando le entregase mi corazón él lo rompería en mis narices, y que yo jamás me perdonaría habérselo dado.

Ni si quiera me convencí a mi misma de lo que sentía por él cuando perdí mi virginidad con el.

Para mí era más fácil mantener mi fachada de chica dura y fría a la que poca cosa le afecta. Cuando en realidad casi todo me tocaba el corazoncito. Podía llorar con una película romántica o con un libro, y eso significaba que estaba viva, que mi corazón era sensible. Pero eso me atormentaba y lo escondía de todos, o casi todos.

No debí alejarme de Leo, porque cuando lo vi besarse con Sara, con mi Segunda mejor amiga.. eso dolió mucho, pero no tanto como ver a mamá fallecer años atrás. Eso me hizo fuerte, y por ello no llore por Leo.

Él no merecía mis lagrimas, todos tarde o temprano te traicionan y yo sentía que él lo hacía.

Perdone a Sara porque la quería y ella había estado para mi siempre que lo había necesitado. Leo en cambio era una persona pasajera en mi vida. Era el que debía enseñarme a abrir mi corazón, porque no van a esperarte toda la vida.

Éramos tres chicas con un corazón roto volando a la otra parte del mundo, y por primera vez en nuestra vida, sentía que está si era yo, que estaba haciendo lo que quería sin pensar en la sociedad. Estaba dispuesta a encontrarme en España, y en buena compañía.

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