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Ravena era uno de los clubs más populares de Londres. Buena música, decorado como si fuera un museo renacentista, y con buen ambiente, la cola llegaba casi hasta el final de la calle.

Lily no tuvo ningún problema para entrar.

Ken lo había arreglado todo.

Así era como se llamaba el joven McAllister. Se lo había dado sin que ella preguntase y de algún modo eso lo hacía más cercano.

Habrá un grupo de chicas en la entrada del reservado más grande, le había dicho aquella misma tarde, pégate a ellas y finge ser una más.

Los Collingwood solían ir al Ravena todos los sábados. Como la mayoría sabía quiénes eran, siempre había chicas en la entrada del reservado, esperando a que las invitaran y les hiciesen compañía.

Ken y Robert habían parecido muy seguros de que funcionaría. Pero Lily no estaba de acuerdo. Era un plan estúpido en el que probablemente Jack Collingwood no se fijaría en ella. Al menos no para dejarla entrar en su vida.

El reservado grande estaba en la parte de arriba y gozaba de unas vistas a todo el club. Allí se hallaba su presa. Inspiró mientras se fijaba en el pequeño grupo de chicas que esperaban ansiosas a que alguno de aquellos ricachones se dignasen a mirarlas.

Necesito no estar tan sobria para esto, se dijo y le dio la espalda al reservado.

Se dirigió a la barra donde los camareros servían copas. Mientras pasaba, notó como varios chicos la miraban de arriba a abajo con deseo. Llevaba puesto un sencillo vestido negro de tirantes, ceñido y con escote. Además, se había dejado el pelo suelto, llevaba los ojos verdosos levemente maquillados y los labios rojos. Sabía que estaba guapa, pero eso no significaba que aquel plan fuese a salir bien.

Pidió un martini. Cuando se lo sirvieron, lo cogió dispuesta a unirse al grupo de chicas, sin embargo al darse la vuelta chocó con alguien.

El martini se derramó en su vestido y cayó al suelo salpicando sus zapatos de tacón.

Lily miró aquel vestido que se había comprado con su primer sueldo. El que le había costado tan caro, uno de los pocos caprichos que se había dado en su vida. Ahora tendría que lavar probablemente a mano.

Sus zapatos de ante también tenían manchas de alcohol.

- ¡Serás estúpido! -exclamó enfadada, mientras observaba horrorizada su vestido.

- Deberías mirar por donde vas.

Lily alzó la vista ante aquella fría voz y se quedó boquiabierta.

Tenía ante ella al mismísmo Jack Collingwood.

Era alto, tanto que aún con sus tacones de punta seguía sin pasarle de los hombros. El rostro era de gran atractivo, con una mandíbula firme y una nariz recta. Sin embargo, fueron los ojos oscuros que la miraban intensamente, como si la estuviera desafiando. Pensó que aquel hombre exudaba poder, y algo más. Algo maligno.

No estaba dispuesta a dejarse amedrentar, por lo que alzó la cabeza y dijo:

- Supongo que sí, que debería aprender a ver por donde voy -concedió con una dulce sonrisa-, para no toparme con gigantes idiotas como tú.

Los ojos de Jack Collingwood parecieron devorarla, su rostro inexpresivo.

Sé sumisa, llévale la corriente, le había aconsejado Robert.

Muy bien, Liliana, se reprendió a sí misma. Acababa de hacer todo lo contrario.

Sin decir nada más, se alejó de aquel hombre hacia los baños de chica. Sin embargo, pudo sentir como la mirada de Jack Collingwood la seguía, augurando nada bueno.

Mercenaria (Collingwoods I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora