23.

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Cuando era pequeña, Arnold le había contado una historia. No era muy aficionado a los cuentos; ni a los niños tampoco, a decir verdad. Y por primera vez, Lily con tan sólo siete años lo escuchó fascinada.
Erase una vez, había comenzado el cuento. La historia de una niña sola en el mundo, sin nadie que la protegiera ni le diese una pizca de cariño. La niña solo tenía un par de libros y su imaginación. Un hombre había decidido hacerse cargo de ella, y por un momento, la niña pensó que tendría un padre de verdad. Sin embargo, la niña se equivocaba. El hombre le dio un techo y una cama, también la apuntó a un colegio.
A cambio, la niña tenía que aprender a ser una sombra.
Magia, había pensado Lily a su edad cuando lo oyó. Pero Arnold simplemente había meneado la cabeza.
La niña del cuento debía convertirse en una sombra y hacer encargos por el mundo. Como el hombre había hecho en su momento, y ya era demasiado mayor para continuar.
- Como una espía -había sonreido Lily.
- Exacto.
Arnold le había contado que la niña se protegería a sí misma. Que era fuerte e independiente, silenciosa y rápida.
- ¿Sabes cómo se llamaba esa niña?
Lily habia meneado la cabeza, y cuando Arnold le dijo el nombre, la sonrisa mellada de Lily había ocupado todo su rostro.
Había amado ese cuento, sin saber que Arnold simplemente le estaba prediciendo su futuro. Le advertía de lo que tenía pensado para ella, sin ninguna elección. El cuento había sido una pesadilla desde el primer momento. Y la niña que había sonreído la primera vez que lo había escuchado.
De ella no quedaba nada.







Lily pensó en eso entre aquellas cuatro paredes. Como su destino había estado sellado por las decisiones de Arnold desde que había sido una cría. Hasta ahora.
Observó el espejo. Era uno doble, donde el otro lado era solo cristal. Como en las comisarías.
Solo que ella estaba en el edificio, en uno de los niveles inferiores. Y allí la única ley que imperaba era la de Jack Collingwood.
Trago saliva. La habían engañado, todos ellos. La habían rodeado en aquel punto de Covent Garden, mirándola como la traidora que era. Luego, Jack había ordenado que le quitasen la pistola y la bolsa. Connor le había apuntado con una pistola en la cabeza, obligándola a sacarse el cuchillo del tobillo. La habían metido en el coche sin mediar palabra.
- ¿A dónde? -había preguntado Derek friamente.
- Ya sabes -simplemente había contestado Jack.
No se había acercado a ella, como si le diese asco.
Se colocó frente al espejo, sabiendo que había alguien detrás. Que él estaba alli, pendiente de todos sus movimientos.
- Déjame explicarlo -pidió.
No había nada que explicar, en realidad. Iba a morir, pero intentaría comprar todo el tiempo que pudiese.
- Por favor, Jack -su voz adquirió un tono más frío- Te estoy suplicando, ¿no es para eso para lo que me has traído aquí?
Al otro lado no se oyó nada. Entonces, la puerta se abrió.
Jack entró, bajo aquella luz en penumbra parecía más amenazante. Lily dio instintivamente un paso hacia atrás. La expresión de Jack carecía de vida alguna, fría. Impasible.
Como si no importase lo que le pasara. Como si disfrutase con ello incluso.
- Aún no has llegado a la parte de suplicar, Lily. Créeme porque cuando supliques, lo sabrás.
Lily trago saliva e intentó adoptar la misma expresión de frialdad.
- ¿Desde cuando lo sabes? -preguntó cautelosamente.
- El ataque -respondió Jack-. Clark volvió para coger tus cosas y trasladarlas al edificio para cuando despertases. Qué cortés de nuestra parte, ¿verdad?
No dijo nada. Jack le contó que Clark había encontrado su teléfono verdadero, y el compartimento secreto donde guardaba toda la información. Clark había visto el documento de toda la información de los Collingwood con fotos incluidas.
- Le dije que lo dejase todo como estaba -continuó Jack y se acercó a ella-. Si la pequeña espía quería jugar, jugariamos con ella.
Todo había sido mentira, se dio cuenta. Las cenas, los momentos, el sexo. Todo había sido un juego y ella una simple pieza, porque Jack Collingwood siempre había estado un paso por delante.
- Sabías que estuve con Ken en la fiesta.
- Así es, no me gustó que te tocase. No cuando yo había estado dentro de ti hacía solo un par de horas antes.
- La historia de Ken…,
- Cierta -Jack sonrió cruelmente-. Pobre Ken, siempre a mi sombra, siempre el segundón.
Lily aguanto el nudo de lágrimas en su garganta. Aguzo la mirada en aquel bastardo mentiroso.
- Oh, pero con Constance tú fuiste el segundón. Porque ella quería a Ken, y no a ti.
Quería hacer daño. Quería lastimar a Jack tanto como él la estaba hiriendo a ella.
Solo que Jack se rio.
- Fijate tú donde les ha llevado ese amor -recalcó la palabra amor con disgusto. Señaló el anillo en su cuello- ¿Pensabas que con un anillo falso lograrias engañarme? Llevo años con este anillo en mi cuello. Sé como es, lo que pesa y la pequeña imperfección casi imperceptible a la vista que tiene.
- Te odio -murmuró Lily y una lágrima cruzó su mejilla.
Él se acercó a ella, aprisionandola contra la pared.
- Haces bien. Te lo dije el primer día, debes temer más a un hombre que a un dios, ¿y sabes qué? Yo soy ambos, Lily Lenoir.
Desvío la mirada de la suya oscura cuando mencionó de nuevo su nombre. Jack respiró en torno a ella, y se alejó. No soportaba tenerla cerca.
- Después de que Clark encontrase tu verdadera identidad, logré averiguar todo sobre ti. Liliana Lenoir, hija de madre francesa y padre español, lo más probable. Tu padre nunca estuvo ahí, y tu madre murió de joven. Pobre Lily, sola en el mundo -se burló-. Excepto un alma caritativa, el hermano de tu madre, decide hacerse cargo de ti. Pero Arnold Levallois te acoge por otros motivos -se volvió hacia ella-. Ahora mismo tengo a uno de mis hombres en Burdeos, apuntando a la cabeza de Arnold. Dime por qué no debería matarlo. 
Lo sabía. Jack no solo había averiguado su identidad sino que había excarbado toda la mierda que cuidadosamente ella había tapado. Y ahora esperaba que se arrodillase y llorase por la vida de su tío.
- Hazlo. Dispara.
Jack se volvió, sus ojos mostrando una sorpresa que ocultó rápidamente.
- Se me olvidaba que solo te preocupas por ti misma. Supongo que por eso estás haciendo todo esto de comprar tiempo. Sino, tendrías una bala entre ceja y ceja ahora mismo.
Puede que hubiese adivinado su táctica, pero ella ya sabía que lo haría. Jack estaba demostrando ser el más inteligente de todos hasta el momento.
- Si me hubieses querido matar así, lo habrías hecho nada más descubrirme. ¿Quién más lo sabe, aparte de Eirik, Clark y tus hermanos?
- A mi madre, Connor y Derek se lo conte poco después. Aún me extraña que todos los pelos de tu cabeza sigan intactos -rodeó la mesa, un cazador enjaulando a su presa-. Mi hermana Nadia desconfiaba pero nada más, luego se fue al internado. Y Scarlett se tiene que estar enterando en este mismo momento -se quedó quieto y entonces fue hacia ella. La pego contra la pared, sus rostros a centimetros-. No me gusta que jueguen con mis hermanos, y tú te has estado aprovechando de ella. Dame una razón para no matarte, Lily. Y dame otra para no hacerlo lentamente.
Podía sentir su respiración, su rostro furioso, su cuerpo ardiendo pegado al de ella. Por primera vez, debía dar una explicación.
- Scarlett era mi amiga de verdad, Jack. No pretendía hacerle nad…
Jack soltó una risa amarga.
- Solo destruirme a mi, ¿verdad? Eso tenías apuntado en los papeles de McAllister. Seducir y romper. Creo que te he sobreestimado, después de todo.
- ¿A qué te refieres?
- Muy mal por parte de una espía no investigar a quién le contrata.
Un mal presentimiento se formó en su estómago. Un nudo que empezó a extenderse por todo su ser.
- Dime a qué te refieres.
El tono de Jack dejó de ser irónico y se volvió serio.
- Tu ataque, no fueron los Boucher. Sino los McAllister.
Un vaso se rompió dentro de ella y miles de cristales salieron disparados, cortandola y llevándose piel por delante. Negó con la cabeza. Aquello era imposible. Ken no podía…
- El ataque del restaurante también fue cosa suya. Tirkus el hombre al que maté que te atacó era hermano del de la cicatriz. Ambos llevaban años trabajando para los McAllister.
Apretó los puños en su costado, maldiciendose a sí misma. Tenía sentido, pues aquel intento de violacion la había llevado directamente al edificio Collingwood. A los brazos de Jack.
Se sentía enferma. Todo este tiempo había sido un mero peón en aquel juego, aquella guerra, donde los dos oponentes la habían utilizado y engañado.
Recordó la voz de Ken, preocupado por ella. Ken, quien siempre se había mostrado atento. ¿Habría sido él participe de aquello? ¿Habría tenido él la idea?
Una lágrima de impotencia cruzó su mejilla. Los odiaba, a los McAllister también. Los culpables de que ahora tuviese pesadillas con aquellos dos hombres.
Oyó como Jack se aclaraba la garganta.
- Nadie es bueno, Lily.
Ni siquiera yo.
- ¿Quieres una razón para no matarme? -dijo en voz baja pero firme.
Jack no dijo nada, simplemente alzó una ceja. Lily lo tomó como respuesta y alzó el rostro desafiante:
- Contratame. Fingiré que sigo trabajando para McAllister y me infiltraré en su hogar. Y los destruiré.
Porque ellos intentaron destruirme a mi.
- ¿Y por qué debería hacerlo? Hasta ahora has demostrado que no eres una persona digna de confianza, y has hecho tu trabajo de pena.
No le dio importancia al veneno de sus palabras, porque una idea se había formado ya en su cabeza.
- Porque los McAllister tienen información muy importante de vosotros, más importante que Constance -algo en el rostro de Jack se oscureció pero no dijo nada, por lo que añadió-: y puedo recuperarla. Además, como ya pudiste ver en el baño, Ken tiene sentimientos por mi.
- ¿A cambio de qué?
Lily no titubeó al responder.
- Mi libertad. De Arnold, McAllisters y Collingwood. Una vez el negocio terminado, no quiero volver a saber nada de vosotros.
Jack pareció pensarlo y empezó a caminar de un lado para otro.
- Eso es, si sales viva de todo esto. Puede que el bueno de McAllister te mate antes, o lo haga yo.
Oh, no, Jack. Esta vez decido yo.
- Tendrás tu información y la cabeza de McAllister. A cambio de que me dejes libre. Suena a buen trato, ¿no crees?
Puede que Arnold la hubiese educado para ser una espía, la mejor. Pero simplemente había descubierto que no era eso. Era algo peor.
- Eres una vendida, ¿lo sabes, Lily Lenoir? Toda una mercenaria.
Esta vez fue ella quien alzó una ceja. Aquella palabra nunca le había gustado, y pensó que le encajaba perfectamente.
- ¿Trato o no?
Jack sonrió. Una sonrisa que le prometía tortura y dolor. Acababa de hacer un trato con el mismo demonio, y por tanto, iba a conocer el verdadero infierno.

Mercenaria (Collingwoods I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora