Connor Collingwood asistió a la fiesta de compromiso de su ex prometido con un traje oscuro, sin ganas y con una pistola escondida en su chaqueta.
Se olvidó de sus sentimientos cuando se deslizó hacia la mesa con el catering y se sirvió una copa. No pensó en lo radiante que estaba André y como sus ojos brillaban cuando miraba a Jeremy. Evitó concentrarse demasiado tiempo en aquella persona a la que había engañado y amado aún a sabiendas de que le haría daño.
Tenía trabajo que hacer. Y su puesto era allí, observando pacientemente. Él era el más callado y analista de sus hermanos, no importaba el qué. Sus ojos captaban cualquier gesto y movimiento en aquel salón lleno de decenas de personas.
Se fijó en Derek, quien ocupaba su posición en la pista de baile. Daba igual si era una misión de vida o muerte, su gemelo siempre encontraba la oportunidad para divertirse. Allí estaba, bailando con una muchacha, demasiado sensual para la canción que tocaba la orquesta. Sin embargo, los ojos de Derek parecían estar concentrados en algo sobre la cabeza de la muchacha.
La Víbora se deslizaba elegantemente por la pista con un apuesto muchacho, un empresario estadounidense. Derek entonces besó a su compañera de baile y Connor vio como el cuerpo de Amira se tenso, aunque su expresión no denotaba nada.
Meneo la cabeza, y se concentró en el resto de invitados. Casi bufó al ver que André había caído en la tentación y había hecho de su boda un espectáculo en la cual había invitado más por compromiso que por verdadero aprecio.
¿En quién te has convertido, André?
Recordó las horas de conversación, los amaneceres que habían visto, los abrazos y los besos. Las noches cortas que habían vuelto interminables.
Dejó la copa. André y él ya no eran los mismos. El joven que había conocido había sido un idealista, un soñador inocente, ateo y creyente de diferentes religiones. Parecía haberse decantado por una, pues una cruz de oro que a Connor le pareció vulgar, colgaba en una de las paredes.
Miró la cruz. Él no creía en nada, números si acaso, como le había enseñado su hermano mayor.
Y aún así pidió perdón. Porque esa noche iba a pecar.Scarlett Collingwood camino, casi modelando, por el pasillo que llevaba a los servicios. Saludó con una sonrisa alegre a algunos invitados y se paró a charlar con Martha, una antigua compañera de clase que hacía años que no veía y que ahora estaba esperando trillizos. Además, se había sorprendido al saber que el padre no era su antiguo novio sino el hermano de est…
Basta de cotillear, se regaño. Había venido a hacer una misión y se sentía como una espía. ¿Era eso lo que sentía Lily? ¿Esa adrenalina de estar haciendo algo secreto delante de todos? ¿De que mientras les sonreía, los estaba engañando?
Soltó una risita para sí misma y entró en los baños. Gracias a dios, quedaban apartados de la fiesta. Sin embargo, se le borró la sonrisa cuando vio que había otra muchacha allí.
Se aclaró la garganta. La muchacha se volvió y Scarlett vio que era una niña de catorce años. Estaba fumando un cigarrillo.
- No deberías hacer eso. Es malo para tu salud.
Lo dijo amablemente pero la niña solo se rio.
- ¿De dónde has salido tú? ¿De la casa de la pradera?
Un hueso duro de roer.
- No, he venido de mi casa que queda bastante lejos de las praderas -ofreció una sonrisa-. Me llamo Scarlett.
- Ya sé quién eres -la niña observó su vestido rosa fucsia con desdén-. Es como si fueras pariente de Sharpay Evans.
- Eso es un gran cumplido para mí, que lo sepas.
La niña puso los ojos en blanco, pero dijo:
- Yo me llamo Rosie.
- Encantada, Rosie -Había algo en ella que le recordaba a su hermana Nadia. Date prisa, se urgió-. Ahora, te tengo que pedir un favor.
Rosie entrecerro los ojos.
- ¿El qué?
- Sal del baño. Necesito soledad para lo que voy a hacer.
- ¿Por qué? ¿Qué vas a hacer?
- Caca.
- ¿Qué?
- Veo que no soy la única cuyas neuronas van lentas -soltó una risa algo histérica pues en cinco minutos tenia que salir pitando-. Rosie, me estoy cagando y necesito paz y mucha soledad para hacerlo.
La niña hizo una mueca y dio otra calada a su cigarro.
- Eres más tonta de lo que dicen. ¿Por qué no vas a hablar de vestidos y manicura a otra parte?
Ugh, aquella pequeña arpía no tenía que ver nada con su hermana en absoluto.
- Así es -sonrió Scarlett encogiendose de hombros. A continuación, le enseño el móvil que llevaba en la mano-. Pero cualquier cosa que digo, los periodistas se hacen eco. Yo digo ro- y ellos -sa, así que imagínate lo que dirán cuando les cuente que la pequeña Rosie Sinclair, hija de la ministra de cultura, ha sido pillada fumando y destrozando el mobiliario del baño. Vandalismo lo llaman, sí.
- Solo estoy fumando -se defendió Rosie.
- Es tu palabra contra la mía.
Rosie se percató entonces de que había metido la pata, porque Scarlett por muy buena o tonta que pareciera, era una Collingwood hasta la médula.
Y a los Collingwood se les respetaba. O ellos encontrarían la manera de que lo hiciesen.
Y Scarlett, la hermanisima, la chica tonta pero con buen sentido de la moda, acababa de encontrar la suya.
Se quedó con su cigarro, a pesar de que ella no fumaba, y le dio una calada. Les había dicho al resto que iba a hacerlo sola y, mirando el contador en su móvil, descubrió que tenía un minuto y once segundos para ello.
Contempló su mano. Inspiró. A continuación, procedió a romper el espejo con el puño.Lily buscó discretamente a Ken entre los invitados. Aún no había visto al joven escocés, sólo a su padre quien estaba inmerso en una conversación con otros peces gordos y a Killian quien flirteaba descaradamente mientras vaciaba una botella a su lado.
Se había cansado de saludar a gente y sonreír falsamente, aunque debía de reconocer que algunos eran personas interesantes. Y todos parecían sentirse fascinados por la presencia de Jack.
Puso los ojos en blanco cuando vio alguien le hizo una reverencia.
- Intenta que no se te note tanto tu desprecio -susurró Jack a su oído cuando terminaron de hablar con uno de los invitados.
Como respuesta, Lily apretó los labios rojos y dijo:
- No sabía que te afectaba tanto, amor mío.
La mirada de Jack se quedó fija en sus labios y por un momento Lily pensó que la besaría. Alzó la cabeza, y se inclinó hacia a él. La mano de Jack se posó en su cintura y su rostro se inclinó hacia el de ella. Lily, entonces se apartó cuando vio a Ken. El escocés estaba en frente suya y no parecía contento con la demostración de afecto por parte de Lily y Jack.
Ken la recorrió con la mirada, aquel vestido rojo de tirantas, con corte corazón y que caía al suelo como sangre. Una gran raja se abría hasta su muslo. Combinado con el pelo que caía en ondas a un lado, Lily sabía que estaba impresionante.
Vestida para matar.
Ken estaba impresionante, también, con un traje de chaqueta color gris claro que se amoldaba a su figura atlética y esbelta, y resaltaba el azul de sus ojos.
Jack se dio cuenta del cambio de actitud en Lily y dejó caer la mano de su cintura solo para coger su mano. Cuando Lily lo miró, su expresión era neutra, ignorante ante el intercambio de miradas producido entre la espía y Ken. Sin embargo, se fijo en que su mandíbula estaba firmemente apretada.
La muchacha se aclaró la garganta y se dio cuenta de que Jack la llevaba hasta la pista de baile. Intentó frenarlo, pero era demasiado tarde y la gente se apartaba a su paso.
- ¿Qué haces? -siseo cuando se colocaron en el centro de la pista-. Esto no forma parte del plan.
- ¿Y? Teníamos que entretener a los invitados y créeme que ahora mismo todos los ojos de la sala están puestos en nosotros.
La pegó contra él, una mano con la suya, la otra en su cintura y cuando empezó la música, ambos empezaron a bailar lentamente un tango.
- Tengo que reunirme con Ken -le recordó la muchacha.
- Ya -su rostro estaba frío pero Lily pudo ver fuego ardiendo en sus ojos oscuros-. Pareces muy ansiosa de verlo.
- ¿Celoso?
No respondió, sino que le dio una vuelta y la giró hasta que la espalda de Lily quedó pegada contra su pecho.
- Así es, Lily.
La giró de nuevo y dieron varios pasos entorno a la pista. Jack la inclinó y tiró de ella, una mano en su muslo, subiendo su pierna hasta su cadera. Su miembro se rozaba contra aquel calor entre sus piernas y Lily se inclinó, su mirada fija en el rostro de Jack.
- ¿Haces esto para darle una lección a Ken? ¿Para recordarle que soy “tuya”? -escupió las últimas palabras.
- No, lo hago para recordártelo a ti.
- Te odio.
- Lo sé -respondió Jack y alzó una ceja-. Pero el punto húmedo entre tus piernas no dice lo mismo.
Antes de que Lily pudiese replicar, aquel bastardo la giró, una, dos y hasta tres veces. La atrajo de nuevo y pasó sus brazos por su cabeza, obligándola a que se echase hacia atrás. Jack puso una mano en su espalda y la incorporó, pegándola contra su pecho, e inclinando su rostro hasta que sus labios quedaron a centímetros.
Bésame.
La canción terminó, y la gente les aplaudió. Jack se separó y la miró seriamente.
- Ahora ve con tu príncipe y hazle creer que el que te hace temblar es él. Pero tú y yo sabemos que no es así, ¿verdad?
Lily se acercó y acarició su brazo con un dedo.
- Quizá él no me haga temblar, pero será el encargado de terminar lo que tú has empezado. Así que creo que sale ganando, ¿verdad?
Jack la asesinó con la mirada y Lily sonrió, aunque en su interior todo parecía desvanecerse a pedazos.
ESTÁS LEYENDO
Mercenaria (Collingwoods I)
RomanceSe comportan como dioses, pero no son más que hombres. 2 poderosas familias. 1 ciudad que gobernar. Una joven que busca respuestas. Lily Lenoir siempre ha estado sola. Es algo a lo que está acostumbrada, así que no le importa vagar de un lado a ot...