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- Solo digo que es un poco precipitado -volvió a decir Ken.

Oyó a la muchacha suspirar a través del teléfono. Podía imaginarla perfectamente poniendo los ojos en blanco.

 - No te preocupes, va a salir bien.

Pero él no estaba tan seguro de ello. Conocía a los Collingwood, el juego limpio no era lo suyo. Y Jack era el peor de ellos.

 - Deberías de haberlo visto -continuó Lily animada-, lo tenía comiendo de mi mano.

Hizo una mueca. No, no quería verlo, ni siquiera se quería imaginar lo que había hecho Lily para conseguir que Jack Collingwood le dijese que la llevaría adonde ella desease. 

Se aclaró la garganta.

- ¿Te parece que quedemos mañana para cenar y me cuentes todo lo que haya pasado en la cita?

Se hizo el silencio al otro lado de la línea. Demonios, había sido demasiado directo.

- ¿No crees que sería un poco arriesgado? Es decir, entiendo que quieras que te informe con todo detalle -dijo en tono profesional-, pero podríamos ponernos en peligro los dos.

- Claro, tienes toda la razón. Veré que puedo hacer para que nuestros encuentros no te pongan en peligro.

Colgó tras eso y suspiró mirando la pantalla del móvil.

- ¿Has dejado ya de arrastrarte? -dijo una voz femenina tras él.

Ken se giró para ver a una de las mujeres más hermosas que probablemente vería nunca. Hermosa y cruel. Casi podría ser una maldita Collingwood de no ser porque sabía sus antecedentes.

- Déjame en paz, Amira.

La muchacha que no debía de tener más de veinte años se pasó el pelo grueso y negro a un hombro, los ojos negros como el tizón. Ken se había quedado petrificado la primera vez que la había visto. Ahora, sin embargo, sabía que su interior estaba podrido. Su nombre significaba soberana, princesa incluso. Ella se comportaba como tal, aunque su historia era muy distinta. Ken no la conocía toda y tampoco tenía ningún interés en ello.

- Solo venía a avisarte de que tu padre quiere hablar contigo.

Ken se dirigió al despacho de su padre sin decir palabra, sin embargo sabía que Amira lo seguía por detrás.

- ¿De qué se trata?

- Negocios legales, ilegales y su sana obsesión con los Collingwood.

Tragó saliva. Si volvía a oír ese maldito nombre...

- Espera, Ken -lo llamó la muchacha antes de entrar.

Se volvió para ver como se acercaba sinuosamente. Amira tenía ese magnetismo que algunas personas poseían. La diferencia era que ella sí sabía que lo tenía, y peor, sabía cómo usarlo.

- Quiero conocer algún día a esa espía -comentó-, ver de qué está hecha.

Ni hablar, pensó Ken. Nunca dejaría que una persona como Amira se acercase a Lily.

- ¿Has terminado?

Sus manos acariciaron su pelo y descendieron para colocar bien la corbata.

- Mucho mejor ahora. Si vas a dejar que te humille, intenta no aparentarlo -dijo y soltó una risita maliciosa.

- Eres una víbora.

- Lo sé, pero al menos no soy un perrillo apaleado -pasó por su lado y ordenó-. Entra.

Mercenaria (Collingwoods I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora