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Había estado todo el tiempo delante de sus ojos. Solo tenía que acercarse a la bestia un poco. Así lo había preparado Jack, porque sabía que nadie lo haría.

Lily rememoró la escena en su mente por centésima vez. Sus labios hinchados de los besos, sus manos alrededor de su cuello. La camisa desabotonada en esa parte, revelando una fina cadena de oro.

Con un anillo colgado.

Había estado tan cerca, pensó. Solo tenía que volver a atacar y aquel maldito anillo sería suyo.

- ¿Cómo lo harás? -preguntó Arnold, a través del teléfono.

- Sexo -contestó desvergonzadamente.

- ¿Vas a acostarte con él? ¿A cambio del dinero que te darán por el anillo?

Pudo oír el tono de burla en su voz, pero no iba a dejar que minara su moral. Sabía que aquella pregunta era una más de las interminables pruebas de Arnold. Y sabía que no importaba lo que contestase, el hombre nunca la daría por buena.

- Me he comprometido con este trabajo y mi cliente. Y pienso cumplir hasta el final.

Se hizo el silencio al otro lado de la línea. Al rato, Arnold volvió a preguntar:

- ¿Qué haras con ese dinero?

Ser libre.

- Terminar de pagar mi deuda.

- ¿Y después? ¿Qué harás, a qué te dedicarás?

- Eso no es de tu incumbencia.

Arnold le colgó y Lily sonrió al teléfono. El hombre siempre colgaba sin despedirse, pero esta vez al menos ella lo había callado. Cuantas veces había esperado una palabra de aliento, un poco de afecto. Pero Arnold no había sido capaz de dárselo. Había sido su tutor, su mentor y le había enseñado todo lo que sabía sobre ser espía. Arnold la había preparado para ser la mejor y no fallar nunca. Y sobretodo, nunca mostrar ninguna debilidad.

Sin embargo, la había enseñado con Jack esa noche. Le había mostrado lo oscura que había sido su infancia, lo dañada que estaba. Quizá él tuviese razón y fuesen iguales, al fin y al cabo, estaba dispuesta a jugar sucio por conseguir lo que quería.

Cuanto más cerca estuviese del anillo, más cerca estaría su libertad.

Recordó las palabras de Ken y su sonrisa desapareció. No le había gustado su mirada juzgándola ni su disgusto con lo que planeaba hacer. Sin embargo, había algo en él que la atraía, no en el sentido amoroso sino en otro muy distinto. Veía en Ken un amigo, alguien que se preocupaba por ella y que a pesar de vivir en un mundo oscuro y con gente como los Collingwood, Ken era bueno.

Ni siquiera ella poseía esa cualidad.

Estuvo hablando un rato por videollamada con Helena y Nicole. Ambas estaban deseando saber todos los detalles de su cita con Jack. Lily sonrió para sí, y pensó que las echaría de menos una vez su misión terminase.

- Estuvo bien.

- ¿Bien? -gritó Nicole y puso los ojos en blanco.

Omitiendo la escena de la amenaza en la terraza, Lily dijo:

- Me vendó los ojos y me llevó a cenar a un piso. La cena era casera y olía muy bien.

- Qué romántico -murmuró Helena con mirada soñadora. Tenía el pelo naranja apartado de la cara y se podía ver su nariz llena de pecas doradas.

- Sí, qué bonito, ¿hubo sexo?

- ¡Nicole! -exclamó Helena.

- Oh, por favor, no te hagas la sorprendida. Cuéntanos, Lily.

Mercenaria (Collingwoods I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora