28.

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Ken la citó en un pequeño hostal escondido. Lily se puso unos simples vaqueros y blusa blanca, con botines de tacón. Ah, y con un pequeño micro que Sabrina, la informática de los Collingwood, le había colocado en el sujetador.
Se dirigió en taxi a la cita, fingiendo que no se daba cuenta del coche que venía detrás con guardaespaldas de Jack, en caso de que algo saliese mal.
Tampoco estaba nerviosa, pues eso agitaria su respiración, la cual ahora Jack y el resto estaban oyendo a través del micro.
- ¿Todo bien por ahí? -preguntó  Connor, designado jefe del equipo de informática y hacker en potencia. Quien hubiera pensado que el Collingwood más callado había hackeado toda la red de su instituto, consiguiendo así manipular las notas que se mandaban a las mejores universidades, subir vídeos de ciertas conductas inapropiadas por parte de los profesores y eliminar todo el plan de estudio.
El caos había sido tal, que nadie había prestado atención a como las notas de Derek Collingwood habían pasado de ser más o menos aceptables a sobresalientes.
Se tocó el minúsculo pinganillo que llevaba en su oreja, tapada por su pelo. No era la primera vez que llevaba uno, Arnold había usado pinganillo en sus primeros encargos, cuando aún era una cría. Luego la había dejado a la deriva.
Asintió, aún sabiendo que no podían verla.
- Aja, estoy llegando al hostal.
El taxista se giró, pensando que hablaba con él. Lily lo ignoró y pudo ver como el hombre arrugaba el cejo.
- ¿Sabes cuál es la palabra secreta? -esta vez fue Derek.
Habían creado una palabra secreta que Lily usaría en caso de emergencia. Algo que haría que los Collingwood sacasen las armas y abriesen fuego.
Puso los ojos en blanco.
- Así es.
- Dila.
- Vendida.
- Esa no es, pequeña Lily.
Insultó a todos los Collingwood en su fuero interno y dijo:
- Jodida vendida.
Observó como el taxista la miraba extrañado por el espejo retrovisor y negaba con la cabeza. Sí, señor, me he vuelto loca.
Aún así, pensó, trataría de no utilizar nunca la palabra secreta. Ella siempre había trabajado sola y así seguiría siendo.
El taxi paró y se bajó.
- ¿Está segura de que no necesita ayuda, señorita? -preguntó el taxista cuando Lily se iba.
- Oh, no. Simplemente unos demonios en mi cabeza. Unos muy hijos de puta, la verdad.
El taxista la miró, pensando que estaba totalmente loca.
- Gracias por el cumplido -dijo Derek a su oído.
- Deja la lengua viperina para otra ocasión -le amonesto Connor-. Ahora eres una chica desvalida en busca de un poco de cariño.
¿Es que esa no era la realidad?, quiso decir Lily, ¿acaso no era una pequeña chica en las manos de un hombre malvado y su cruel familia?
A primera vista, sí. Pero las cosas siempre eran mucho más complicadas y enrevesadas de lo que parecían.
Jack aún no había hablado, pero sabía que estaba allí. Era demasiado controlador como para dejar aquella operación en manos de sus hermanos.
- No os preocupéis -susurró-. Si logré engañar a vuestro gran Jack, Ken no supondrá un problema.
Al otro lado se hizo el silencio y Lily sonrió. En aquel juego los tenía a todos en su contra.
Pero eso no significaba que se fuese a quedar callada.
Pegó en la puerta que Ken le había dicho, subiéndose la capucha del abrigo para que nadie la viese.
La puerta se abrió y Ken la metió corriendo dentro. Lily sintió sus manos alrededor de su rostro.
- ¿Estás bien?
Parecía preocupado, y sincero.
Asintió, intentando asimilar esas manos que ahora tocaban sus hombros.
- Pensé que estabas en peligro y por eso querías verme.
- Yo…
Fuiste tú.
Tú intentaste destruirme.
Es por ti por lo que ahora apenas duermo.
Lily lo abrazó, y apoyó la cabeza en su pecho. Ken la envolvió.
- ¿Qué ha pasado?
- Necesitaba algo real, por fin.
Se separó e inspiró. Se dirigió hacia la cama y se sentó, juntando las manos en sus piernas.
- Siento comportarme así -sonrió tímidamente, avergonzada-. Es solo que han pasado muchas cosas últimamente.
Ken se sentó a su lado. Su pelo rubio estaba perfectamente peinado a un lado, y sus ojos eran azul cielo, con un aro más oscuro alrededor de la pupila. Y la sonrisa. Ken tenía una de esas sonrisas reconfortantes.
- Cuéntamelo, suéltalo todo.
- Con todo esto de la prensa, noto mucho más la presión sobre ser la mujer perfecta para Jack -suspiró-. Y él…
- ¿Él qué?
Se encogió de hombros y lo miró, una sonrisa triste columpiandose en sus labios.
- Desde lejos todo parece bonito, pero una vez te acercas es horrible.
Ken la cogió otra vez por el rostro, sus dedos casi rozando su oreja. Lily cogió su mano y la sostuvo entre las suyas.
- ¿Te ha hecho algo ese cabron?
- No, simplemente es como si él estuviera al cargo de la relación y yo no tuviese ni voz ni voto. Y su familia…excepto Scarlett que no es tan mala, el resto es como si estuviese en una jaula de oro.
- Ojalá pudiese hacer algo, sacarte de allí aunque sea durante unas horas.
- Lo estás haciendo ahora -sonrió dulcemente-. ¿recuerdas aquella vez que apareciste de madrugada en mi apartamento y me dijiste si alguna vez me había sentido sola? Me contaste que no parecías encajar ni estar a la altura. Ahora lo entiendo.
El muchacho parecía totalmente sorprendido.
- ¿Lo recuerdas?
- Claro, Ken. Siempre que necesites hablar, yo estoy aquí.
Ken sonrió, y Lily quiso pensar que él no había estado envuelto en su ataque. Que no había sabido nada.
- No entiendo a Jack, porque tú, Lily Baudelaire, eres la chica perfecta. Por cierto, me gusta el nombre. Tiene gancho.
Esta vez fue Lily la que soltó una risita, una que sonó falsa en sus oídos.
Se quedaron en silencio, mirándose, los ojos de Ken fijo en sus labios. Carraspeo.
- Esto… ¿has averiguado algo más de Constance 47?
- Así es. Al parecer es una clave pero no del portátil que tú tienes, sino de otro ordenador. Creo que es el de Jack o Beatrice pero aún no me he podido acercar lo suficiente -se tumbó en la cama-. Encima, después vamos a Ravena. Otra noche siendo la chica objeto de Jack Collingwood y aguantando a los idiotas de sus hermanos y su primo.
El escocés se tumbó junto a ella, sus brazos rozandose.
- No puedo imaginar como será eso, pero si te consuela, a mi me toca velada familiar con mi hermano, quien acabará borracho hasta las trancas, mi padre, y la insoportable de Amira.
Lily recordó a la espectacular muchacha del tatuaje de serpiente en la espalda.
- ¿Quién es? No parecía tan mala cuando la conocí en el baño de la fiesta.
- Su origen es una larga historia -se encogió de hombros-. Como has dicho, de fuera es hermosa, cerca es horrible. Creo que es la única vez que los Collingwood, en especial Derek, me darían la razón.
Frunció el entrecejo y se recordó que Collingwood y McAllister llevaban años de relación. Y rivalidad.
- ¿A qué te refieres?
- Cuando tenían trece años, Derek y Amira iban a la misma clase, e incluso se llevaban bien. Sin embargo, Derek estaba coladito por ella y a los catorce se declaró con un regalo y todo. Yo no estuve ahí, puesto que era más mayor, pero dicen que Amira se rió de él y le rompió el corazón. A partir de ahí, Derek y Amira pasaron a odiarse, luego él se cambió de instituto.
Lily se quedó pensando. Así que de ahí venía toda esa animadversión que el joven sentía cada vez que alguien nombraba a la víbora.
- Vuestras familias parecen estar entrelazadas siempre de alguna forma -murmuró.
- Una maldición.
Sonrió y entrelazo su mano con la de Ken.
- Gracias. Necesitaba esto.
El muchacho contempló sus manos juntas y acarició su palma con el pulgar.
- Siempre que lo necesites, Lily, voy a estar ahí para ti.







Se marchó de allí unos minutos después, con la capucha del abrigo tapandole el rostro y la cabeza gacha. Cogió un taxi dos calles más abajo y se dirigió al edificio.
- ¿Qué tal? -preguntó la muchacha.
No hubo respuesta al principio. Luego una voz que reconocería perfectamente en cualquier lugar.
- Bien hecho, Lily.
Cerró los ojos y no contestó.



Mercenaria (Collingwoods I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora