Capítulo cinco

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El pueblo de Jinghae despertó siendo azotado por una fuerte lluvia. Jaebeom odiaba los días de lluvia. Le traía malos recuerdos de su infancia.

La lluvia comenzó en la madrugada mientras Jaebeom veía en su ordenador una de las películas que JinYoung había traído para él de la ciudad a escondidas de su padre, si se llegara a enterar el tráfico de artículos que tenía en su habitación estaría más que molesto con él. Intentó concentrarse en la película y no pensar en el sonido de la lluvia chocando contra su ventana, cerró los ojos y su mente se llenó de imágenes de su madre, de sus últimos días juntos, del día de su muerte, de como encontró su cuerpo sin vida.

Se dio cuenta que la película no podía distraerlo, apagó el ordenador, guardó la película junto al resto de sus cosas en el fondo de su armario y se echó en la cama con los auriculares conectado al mp3 que JinYoung le regaló para su cumpleaños número quince. Las lágrimas se acumularon en sus ojos y lloró al compás de la lluvia hasta que fue la hora de ir a la escuela.

En Jinghae existía una ley no escrita que básicamente, permitía a todos los habitantes del pueblo a darse el lujo de quedarse en casa todo el día cuando llovía, los estudiantes no acostumbraban ir a clase, los negocios no solían abrir y las personas faltaban a sus trabajos. Todos amaban los días de lluvia, todos menos Jaebeom.

Cuando Jaebeom bajó las escaleras con su uniforme y la sombrilla colgando en su mano su padre ya estaba en la mesa con un simple tazón de cereal frente a él. —No es necesario que vayas, eso lo sabes.

No respondió, no quería quedarse en casa recordando a su madre muerta todo el día. Cogió una manzana de la nevera y salió de la casa sin despedirse, caminaba a un lento paso, mirando sus pies en el camino. Sabía que en algún momento se toparía con el parque del pueblo y el árbol del centro estaría allí, recordando su tragedia.

No levantó la vista hasta llegar a la escuela, y como era de esperarse, estaba desierta. No habían maestros ni estudiantes en los pasillos, Jaebeom se dirigió a su salón esperando encontrarlo vacío, pero para su error allí estaba Jackson Wang. No se saludaron. Jaebeom tomó asiento en su pupitre y sacó el libro que el maestro Choi le había obsequiado.

—Algo me dijo que debía venir a clase por ti, Jaebeom. Pero, me sorprende verte acá Jackson. —Fueron las palabras de Choi al entrar al salón, era el único maestro que asistía a clases los días lluviosos, precisamente porque Jaebeom era el único estudiante que iba a clases esos días.

Jackson se veía confundido, por lo que procedió a explicarle la tradición del pueblo. —Ah, en ese caso me marcho.

Murmuró tomando su mochila, Choi se lo impidió. Si ya estaba en la escuela, debía permanecer allí. Jackson gruñó frustrado. El maestro notó la distancia de los pupitres de los chicos y les ordenó sentarse juntos por el día de hoy, ninguno parecía tener intenciones de hacerlo. Jaebeom que no había despegado la mirada de su libro y Jackson que miraba al profesor como quién le había salido un tercer ojo. —Espero por ustedes chicos.

Jackson fue quién tomó la iniciativa -o más bien, el maestro se lo ordenó con la mirada- , y se desplomó en la silla a un lado de Jaebeom.

—Jaebeom, agradecería si dejarás el libro por el día de hoy... ¿Te parece bien?

Preguntó con delicadeza Choi, sabía que los días de lluvia era igual a días de no molestar a Jaebeom, el chico asintió y cerró su libro para guardarlo en su mochila. El maestro despeinó sus cabellos con cariño y Jackson no pudo evitar sentirse extrañado por la situación, no común ver maestros acariciando la cabeza de sus estudiantes y sonriendo de la manera en que Choi lo hacía con Jaebeom.

La clase se basó en hablar acerca de las civilizaciones occidentales, que conocían de ellas y sus apartes en la humanidad. Por lo regular, Jaebeom era muy participativo en las clases, en especial de historia, pero en esta ocasión el maestro casi debía sacar las palabras de su boca. En la hora del almuerzo, Jackson sacó un delicioso plato de origen chino y Jaebeom metió la nariz en su libro gigantesco.

Jackson notó que Jaebeom no traía almuerzo, aun así no le prestó atención y continuó comiendo de su manjar. O más bien, eso intentó, las palabras de su madre rondaban en su cabeza: Debes compartir tu comida con aquellos que no tienen, Jia Er. Dar a los demás es la manera de agradecer a la vida tus bendiciones. Quiso ignorar las palabras de su madre, pero no podía. Terminó deslizando su cantina sobre la mesa hasta acercarla al libro, Jaebeom no prestaba atención. Jackson, tímidamente pinchó las mejillas de Jaebeom con uno de los palillos. Jaebeom le miró molesto, y el menor aprovechó para señalar el plato ofreciendo la comida. Jaebeom iba a negarse, pero su estómago gruñó al ver semejante delicia, no tenía idea de que se trataba pero se veía delicioso.

— ¿Qué es? —fue lo único que pudo decir, con la boca aguada.

Jackson rió. Era la primera vez que lo escuchaba reír y Jaebeom pensó que tenía la risa más tierna que había escuchado antes. —Es Chow Mein, fideos de trigo fritos.
El menor agarró una porción en los palillos y lo acercó a los labios de Jaebeom que dudó en aceptarlos, cuando lo hizo, cerró los ojos y dejó escapar un sonido de placer inmediato.

—Es delicioso... —Susurró limpiando las comisuras de sus labios con la lengua, Jackson volvió alimentarlo y así continuaron hasta acabar el plato. Choi Siwon miraba la escena desde su escritorio con una ceja enarcada.

Luego de la hora del almuerzo, los mandó de regreso a casa. Jackson se notaba feliz, todo lo contrario de Jaebeom. No quería regresar a casa.

— Oye... —Jaebeom se giró al escuchar la voz de Jackson. — ¿Estás bien?

Jaebeom asintió, y Jackson emprendió su camino fuera de la escuela. Sin embargo, pocos metros más adelante se detuvo y volvió a ver al chico en la entrada, apretando las tiras de la mochila. A ese punto la lluvia había cesado, pero Jaebeom ya tenía a su madre en la cabeza.

— ¿Te vas a quedar allí?

Jaebeom no respondió. —Oye... No te ves muy bien. ¿Necesitas ayuda? —Jackson comenzó acercarse a él. Jaebeom retrocedió hasta que Jackson lo retuvo del brazo.

— ¡No me toques! ¡Déjame en paz! —Gritó Jaebeom, había explotado. Salió corriendo con lágrimas en los ojos dejando a Jackson confundido. Choi, quién había escuchado los gritos salió al pasillo.

— ¿Qué ocurrió? —preguntó preocupado.

— No lo sé... Solo intentaba ayudarlo, pero él se molestó. Creo que no le gustó, no sé... —Jackson intentaba explicarse, y el maestro lo detuvo.

— Descuida, Wang. Los días lluviosos no le sientan bien al muchacho. ¿Te acompaño a casa?

Jackson negó y salió del recinto dejando al maestro solo. En el camino se topó con Jaebeom llorando en el parque frente al árbol del centro. Lo abrazaba y gritaba como quién había enloquecido. Jackson siguió de largo fingiendo no haber visto nada.

Pecado ; jackbeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora