-Capítulo tres-

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Luego de su largo suspiro su respiración iba muchísimo más calmada que antes, al contrario de la mía, que aunque no iba muy rápida, si podía sentir los fuertes latidos de mi corazón. 

No entiendo como un simple abrazo puede afectar a mi sistema cardíaco. 

Yo sí...

—Creo que así está bien —digo acompañada de una risa nerviosa al final, no tengo nada en contra de seguir abrazándolo. El problema está en si él ya se canso de abrazarme a mí.

Trato de separarme lentamente, pero veo que él no reacciona a mi intención, así que lo sigo abrazando.

Sostenía con una mano la sombrilla y con la otra estaba rodeándolo a él. 

Pero no duramos mucho así hasta escuchar el sonido de una camioneta, él deja de abrazarme así que me aparto. 

—Llego mi mamá, ¿vienes? —dice al levantarse, para luego tenderme la mano para ayudarme a pararme. Se la doy e inmediatamente que siento su tacto, mi piel se eriza, su mano está muy fría. 

Al pensar en como él estaba siento que debería dejarlo a solas con su madre, creo que sería lo mejor para ellos.

—No, está bien, espero verte luego. 

—Adiós,  gracias por tu abrazo, y disculpa lo raro de la situación —me dice, y se empieza a rascar la nuca, como si estuviera apenado.

—De nada, los doy gratis —le digo sonriente. 

—¡Oh, pero que buena persona!, a propósito..., ¿me das tu número? 

—¿Qué número? —pregunto tan despistada como siempre.

—El de tu cédula o tarjeta de crédito, obviamente. ¿Para qué querría tu número de celular? — Capto su sarcasmo, y le respondo.

—Bueno, no acostumbro a darle número a extraños...

—Yo tampoco, y pienso que está muy bien por ti, menos mal que no soy un extraño. 

—¡Hijo ya llegué! —escucho a una mujer gritar, la que supongo debe ser su madre. 

—1-213-987-768, adiós — Él va hasta donde su mamá y le da un abrazo, lo que me parece muy adorable. 

Voy a mi casa, y me encierro en mi habitación, hasta que llega el caos a mi casa, es decir, mi familia. Salgo a abrirles la puerta y cuando encuentro la cara de mi mamá al abrir la puerta no puedo evitar que se me salgan las lágrimas de la alegría. Hace dos meses no la veía ya que estaba sirviendo de ayuda humanitaria en algunos países de occidentales.

—Sorpresa —dice ella, igual de feliz que yo. 

Nos damos un abrazo y al separarme de ella veo a todos mis hermanos junto a mi padre.

 —No puedo creer que la hayan ido a buscar al aeropuerto sin mí —me quejo de ellos.

—Queríamos darte una sorpresa —dice papá excusándose. 

—Y también se le hizo tarde —dijo mamá exponiéndolo. 

—Mami, ¿ya podemos ver los regalos que nos trajiste?  —pregunta mi interesada, astuta y pequeña, hermana Tiara. 

—Claro que si mi amor. Vamos a la sala — automáticamente todos nos trasladamos a la sala en busca de los regalos. Nos sentamos en los muebles, mamá y papá en el sofá para dos, mientras que Antonella, Dean, Kyle y Tiara en el mueble grande. Y como siempre, yo en el piso bien alejada de los asientos, ¿ya ven como no me quieren en esta familia?

¿Destino o casualidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora