Capítulo 13

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Allek Jones

Miro con precaución dentro del vehículo antes de entrar.

Le doy un último vistazo al callejón donde se quedo Heather, y rezó porque permanezca ahí hasta que me vaya. 

La mente de Ricardo está tan retorcida que no sé que haría si la ve. 

Entro en el vehículo y le doy una mirada asesina a Ricardo.

—¿Qué quieres Ricardo? —le pregunto sin rodeos para salir de él. Lo último que quiero es seguir viendo su cara.

—¿Ya no me dices pa? —pregunta en un tono burlón. 

Yo sólo quiero patearle la cara. 

—Tú nunca fuiste mi padre, y nunca lo serás. 

—Verdad, sólo soy el tipo que te mantuvo, mientras tu verdadero padre está, donde quiera que esté, ya que nunca lo has visto, y estoy seguro de que nunca lo verás. 

Cuando crecí nunca me hizo falta mi papá, en mis primeros partidos de fútbol me hubiese gustado que él esté ahí para alentarme, pero mi mamá se encargo de que no sintiera ese vacío. 

Además si él no estuvo interesado en estar en mi vida, ¿para qué me importaría estar en la de él?

—Me importa una mierda donde esté él, y no me podría importar menos si está con vida. Los únicos familiares que tengo son mamá y Alba, y no permitiré que le hagas daño, ¿entendiste? Así que quiero saber, ¿qué haces aquí?

—¿Disculpa? Salí de la cárcel y quiero ver a mi hija, estoy seguro que Alba me extraña —dice Ricardo con total tranquilidad. Como si olvidara que acaba de salir de la cárcel por casi matar a mi mamá, la madre de Alba.

Ricardo pone el auto en marcha.

—Mi hermanita tiene apenas seis años y ya te odia, felicitaciones eres el padre del año —le digo con desprecio y sarcasmo. 

—Si mi hija tiene algún tipo de rencor hacía mí es por toda la basura que le han metido la chismosa de tu madre, y tú. Porque yo nunca le he hecho daño a ella —Ricardo enciende su cigarro y se pone a fumar mientras habla. Típico de él. 

—Y no se lo harás, porque como dije no tienes permitido verla. 

—Ay, Allek. No eres más que un mocoso, el mismo mocoso de siempre —dice Ricardo y comienza a reír, mientras yo sigo con la mirada cada uno de sus movimientos—, tú sabes que nunca te has podido defender, y ahora menos podrías defender a tu madre. Incluso ella pelea mejor que tú —la cicatriz que lleva él en la cara me lo recuerda—. Simplemente sigues siendo el mismo mocoso de hace 10 años, sólo que ahora un poco más alto, y más idiota. ¿Crees que no noto como tus manos tiemblan ahora mismo? Tienes todo ese odio acumulado y no puedes soltarme un sólo golpe, ¿acaso me sigues teniendo miedo Allek? 

Es algo que no puedo controlar. Desde pequeño siempre quise estar en boxeo y fútbol para algún día darle su merecido a Ricardo. Me obsesione con el ejercicio a un punto en el que era mucho más fuerte y más grande que mis compañeros de primaria. 

Y a pesar de todo el ejercicio que hacía, al final del día no podía defender a mi madre. Y por eso me vivía odiando, porque no podía hacer nada ya que Ricardo siempre me golpeaba.

Así que he crecido con esta sensación de miedo y odio hacía él, y no sé cómo controlarlo. Pensaba que ya era un tema pasado, pero ahora que lo tengo de frente después de que pasara años en la cárcel, me duele admitir que no es así.  

—Eso pensé —contesta Ricardo airado—. Incluso recuerdo la vez que te hiciste pipí en los pantalones del miedo. 

Y continúa riendo, odio su asquerosa risa. 

¿Destino o casualidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora