Capítulo 52

733 48 11
                                    

Para cuando Marco despierta yo ya llevo más de media hora dando tumbos por la que ha terminado siendo nuestra habitación y yendo a recoger algunos de los bártulos que dejé en la que se me asignó al decir que no estábamos juntos.

Después de terminar mi maleta salí a correr un rato y tan solo un par de kilómetros después estaba de vuelta a la finca preocupada por si el mallorquín se despertaba antes de que volviera, pero pese a que subí corriendo los dos pisos, al entrar a la habitación él seguía abrazado a la almohada, bocabajo así que decidí dejar un fugaz beso entre sus dos omoplatos y entrar en la ducha.

Aunque me he tomado mi tiempo en el baño maquillándome y peinándome a consciencia, cuando me enfundo en unos tejanos pitillo y me pongo un kimono de flores Marco sigue durmiendo a pierna suelta. ¿Pero qué le dieron anoche a este hombre? 

En un pedacito de papel que he encontrado por mi bolso le escribo que estaré desayunando en el salón con Isco y Sara, que ya me han escrito un par de veces y tras esperar cinco minutos más por si acaso, me resigno ante la idea que a este guaperas le quedan todavía unas buenas horas de sueño por delante.

Me giro un segundo para volver a mirarlo antes de salir de la habitación resignada de no poder desayunar con mi chico pero hago de tripas corazón y cierro la puerta a mi espalda sin hacer demasiado ruido.

Sentados en una esquina muy acogedora de ese salón de estilo industrial se encuentran los recién casados, con unas sonrisas de extrema felicidad que no se les borrarían ni aunque les dijeran que el mundo se acaba esta misma noche.

-Buenos días, tortolitos -les saludo haciendo un pequeño esfuerzo por mi inesperada afonía.

-Te lo pasaste bien anoche, eh... -Isco se burla de mí cual hermano mayor por lo que recibe un golpe en la mejilla del panecillo que le acabo de lanzar.

-Antes de que os tiréis otra cosa en la cabeza... -pone paz Sara-, ¿dónde está Marco? 

-Sigue dormido, he preferido no despertarle...

-Joder Emma, no le hagas esas cosas que luego Zidane no le deja jugar...

Pero ahora el golpe con el panecillo no viene provocado por mí, así que al segundo me giro para mirar que, como esperaba, Marco se ha despertado nada más he salido de la habitación.

-Te dije que no te burlaras de ella... -se ríe el mallorquín una vez sentado a mi lado, saludándome con un beso en la mejilla.

-Bueno... -trato de llevar el latido de mi corazón a su ritmo natural-. ¿Qué es lo que nos teníais que explicar?

La pareja deja de beber su café al segundo e intercambian una mirada silenciosa que me hace empezar a dudar de lo que me he estado oliendo tanto tiempo...

-Pues... la verdad es que os hemos de pedir un favor muy gordo, para ser sinceros...

-Isco, me estás poniendo nerviosa hasta a mí, que ya lo sé -lo corta Sara agitada-. Chicos... vamos a ser papás.

La mano de Marco aprieta la mía con fuerza cuando escuchamos las palabras de nuestra amiga. Intercambiamos un chillido de emoción con Sara y los chicos se abrazan sonrientes. Vamos a ser tíos. Por segunda vez. 

-Y habíamos pensado que... bueno, que nos gustaría que vosotros fuerais los padrinos, si os parece bien claro...

-Claro -sonreímos los dos a la vez antes de mirarnos cargados de ilusión, pero no, no podemos contar algo que apenas sabemos lo que significa para nosotros.




-¿Por qué siempre has de llenar la maleta de cosas que no usas? -como ya es costumbre en nosotros Marco carga las maletas en el maletero mientras yo guardo su cartera, llaves y teléfono dentro de mi ya clásico bolso tote de Michael Kors.

-Por que nunca sé qué me va a apetecer ponerme al día siguiente -respondo como si fuera lo más evidente del mundo.

Él abre la boca para decir algo pero enseguida la cierra como si hubiera reflexionado y se hubiera dado cuenta de que o bien se lo voy a rebatir para tener la última palabra o bien no merece la pena entablar un debate de tales dimensiones cuando el viaje de vuelta a casa es de apenas media hora. En su lugar, y para no provocar que ponga mala cara, me deja elegir la primera canción que suene por el reproductor de música de su nuevo A7. Intento no pensármelo  porque si hay una cosa que odie el mallorquín es conducir en silencio y sin darle muchas vueltas desde mi Spotify hago sonar No one de Alicia Keys.

-Menuda declaración de amor encubierta, cielo... 

-Calla, idiota... -sonrío cuando besa el dorso de mi mano antes de dejar la suya en mi muslo.

Llegamos a mi portal demasiado rápido. Aunque insisto a que no hace falta que suba a despedirse el mallorquín insiste, así que aparca donde buenamente puede, que en el centro de Madrid no es nada fácil, se pone uno de sus muchos pares de gafas y saca mi maleta del coche.

-De verdad que no hace falta, te están esperando en casa...

-Pueden esperar un poco más. Además, Igor le está enseñando a mi padre lo que es jugar al Fifa y se pegan cada viciada que no me dejan tocar el mando en horas. ¿O es que ya te quieres librar de mí?

-Vaya... me has descubierto -bromeo abrazando su cintura mientras andamos hasta casa.

-Serás mala... ¿así como quieres te dé un anillo si eres de lo peorcito?

-Horrible, soy horrible. No deberías querer casarte conmigo, soy una mala influencia...

Marco ríe por debajo de la nariz y arruga esta para asentir después.

-Mira que me lo voy a pensar eh... Eso de que te ronden tíos del Barça te ha transformado.

-Está en mis genes, chaval -le pego un pequeño golpecito en el pecho y él finge que le he hecho demasiado daño antes de estrujarme contra su cuerpo.

-Nos vemos pronto, Sagnier. No te traigas a Max a este picadero o te arrepentirás.

-Intentaré resistirme a sus encantos cuando me cante el himno blaugrana -le chincho antes de besarnos a modo de despedida.

There's nothing I won't do [SAGA THINGS #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora