Capítulo 33

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-¿Y cuándo dejarás a Luca entonces? -Sara me mira con los ojos abiertos como platos sentada en el sofá abrazándose las rodillas con los brazos.

-Supongo que después del viaje a... -me callo antes de joderle la sorpresa a mi amiga.

-¿En serio no me lo vas a decir? ¡Venga, si solo quedan tres días! -se queja ella.

-Pues te quedan tres días para descubrirlo -me levanto del suelo y ando descalza hacia la nevera de donde saco una botella de vino blanco que tanto me gusta-. ¿Quieres?

-No, no... no me apetece mucho...

-Sara Sálamo, ¿hay algo que tengas que contarme? -encaro una ceja alzando mi copa de vino.

-Ay, no te hagas paranoias, chalada... Bueno, entonces ¿vas a estar sin hablar con Luca durante el viaje? ¿No será un poco raro?

-No sé... sinceramente -me siento de nuevo en el suelo frente a ella- pienso mudarme en cuanto volvamos. No puedo creer que sea capaz de fingir así para que pase de Marco en vez de hablar las cosas como adultos.

-¿Y con Marco qué harás? ¿Has hablado ya con él?

Niego con la cabeza y miro mi reflejo en el espejo del final del pasillo.

-Tendrías que hacerlo, Emma. Al menos disculparte y dejar el orgullo de lado...

-No es por el orgullo, en serio. Los rumores con la cría esa no hacen más que crecer, así que no pienso meterme en una guerra de gatas, paso de eso.

-La cría dice, pero si tiene cuatro años menos que tú... además sabes que Marco te elegiría a ti por encima de cualquier otra tía.

-Ahora mismo quiero centrarme en mi vida como soltera. Prefiero estar un tiempo sin rollos amorosos que me desconcentren de mi trabajo... hacer la mudanza y luego ya veremos.

Mi amiga sabía perfectamente que en cosa de dos semanas pensaba mudarme a ese enorme piso de Chamartín, a apenas cinco minutos del Bernabéu, para poner distancia con Luca y evitar encontrarme a diario con el mallorquín.

Distancia y en apenas tres días estaría condenada a pasar con él una semana entera. Si es que...

-Deberías hacer una fiesta -salta ella de repente mirándose sus perfectas lacadas uñas-. Ya sabes, como para dar la bienvenida al piso y eso...

-¿Estás loca? Luca no sabe que me piro.

-Hija, muy ciega ha de estar para no ver que de tu vestidor cada tres días sale una maleta...

En eso, como en muchas otras cosas que no me gusta aceptar, tenía razón. Luca veía que poco a poco me marchaba y no decía nada.

-Si hago una fiesta es después del viaje -cedo a medias.

-Sabes que puedo organizarla en una tarde... -me pone ojos de cachorro pero no pienso ceder-. Además, quizá es la manera de que hables con tu príncipe azul...

-Después del viaje, Sara, o no hay fiesta.




Ya vestida con unos vaqueros viejos y una camiseta ochentera de Coca-Cola que le había robado años atrás a mi padre, nos pusimos de camino a mi nuevo apartamento y así terminar de empapelar alguna que otra pared.

-Emma, cariño, no es por menospreciarte pero eso es imposible que lo hagas tú. No llegas ni a la mitad de la altura...

Sara se secaba la frente que estaba perlada en sudor por haber terminado de pintar de blanco la entrada. Sí, tenía razón que eso no era para mí...

-Tengo que terminarlo, Sara... -otra cosa no, pero cabezona era un rato.

Ella puso los ojos en blancos y se disculpó saliendo al balcón para hacer una corta llamada a Isco. O eso me dijo. Veinte minutos después, yo seguía peleándome con el papel verde pino y detalles dorados aterciopelados que tanto me había gustado para la pared principal del salón-comedor, Sara se dedicaba a limpiar a fondo la cocina y un timbrazo nos alertó a las dos.

¿Quién sabía que había alguien en el piso?

-Ya voy yo... -como siempre la canaria se secó las manos en sus desgastados vaqueros y fue a la entrada a abrir la puerta, desde donde escuché unos murmullos de diversas voces.

-¿Necesitas ayuda, orgullosa?

Escuchar su voz ronca en el salón de mi nuevo apartamento me sorprendió tanto que noté como la escalera metálica se tambaleaba bajo mi cuerpo. Justo a tiempo, las manos fuertes de Marco agarraron mis caderas haciendo que recuperara todo mi equilibrio de nuevo.

-¿Qué haces aquí?

-Evitar que te mates...

-Um... ya, pues sube un poco las manos, no te vayas a emocionar.

-Serás engreída... te acabo de salvar la vida y no me has dado las gracias. Y además el numerito que me montaste el otro día... te cambio la disculpa por un beso, venga seré bueno.

-Prefiero la disculpa.

-Te escucho -se cruza de brazos y yo me siento en el último peldaño de la escalera antes de carraspear y empezar a hablar.

-Siento haber llegado gritándote y siento no haberte escuchado... Sergio me lo contó todo pero... no tuve el valor de hablar contigo.

-Así que crees más a Ramos que a mí. Qué bonito eso...

-No seas así... -le doy con el trapo húmedo en el cuello y el vuelve a reír.

-Anda baja de ahí, lo último que quiero es que te mates...

-¿Y lo primero? -encaro una ceja divertida.

-Creo que eso te lo diré cuando no tengamos público, señorita.

Ay va, ¡Sara! No me acordaba que nos estaba mirando con una sonrisa orgullosa en los labios como si fuéramos sus hijos y acabáramos de aprender a andar. No había llamado a Isco, era ella quien había invitado a Marco para que solucionáramos las cosas antes del viaje a Marruecos.

-De nada -me susurra ella cuando la abrazo. Quiero contestarle pero me quedo empanada mirando como el musculado cuerpo de Marco se estira y se encoge repetidas veces pegando el papel en la pared y... Joder, ¡está demasiado bueno! Eso debería de ser ilegal-. Deja de babear, morena.

Cruzo una mirada con Sara quien me mira divertida antes de que el mallorquín se gire hacia nosotras y me guiñe un ojo.

-Puedes tocar lo que quieras también... No muerdo, a menos que me lo pidas... -jodido Marco.

-Será mejor que os deje solos... -se escabulle la canaria sin darme la oportunidad a reprochárselo. 

There's nothing I won't do [SAGA THINGS #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora