Capítulo 77

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Marco

Dos semanas más tarde...

Vuelvo a casa tras una sesión de gimnasio la mar de productiva sobre las ocho y media. A decir verdad no tengo ni idea de la hora que es, pero por el oeste el sol ya se está poniendo. El aire casi veraniego agita mi pelo despeinado y juro que si me concentro puedo oler el salitre del mar a lo lejos.

Al entrar en casa, como de costumbre, Rome se tira panza arriba a mis pies para que juegue con él tras estar toda la tarde solo en casa cometiendo sus fechorías. Probablemente Igor se marchara sin dejarle por el salón un par de huesos para que se entretuviera.

-Dame un momento chico, deja que deje la bolsa...

Me deshago de mis deportivas y las dejo a los pies de la escalera que baja al garaje, diciéndome que he de poner una lavadora oscura lo antes posible o me quedaré sin calcetines que ponerme. El estómago me ruge como nunca, así que como el gran chef que soy, pongo en el microondas una bolsa de palomitas y programo el electrodoméstico para tres minutos antes de subir a darme una ducha de agua fría.

Cuando el agua fría roza mi piel se me escapa un gemido de placer por el que permanezco ahí plantado durante unos segundos, cabizbajo, apoyándome a la pared con las manos, pensando en ella una vez más.

¿Qué debe de estar haciendo en estos momentos?

Recuerdo de inmediato la noticia de que Reguilón se marcha cedido un año al Sevilla y me recuerdo mentalmente escribirle en cuanto me siente en el sofá, probablemente solo le falte ese mensaje mío.

¿Y a santo de qué he relacionado a Emma con Reguilón? ¿Le habrá ayudado a no comerse la cabeza estas dos semanas? Seguro que sí, a ella le ayudaría hasta el mismísimo Diablo si le mirara con esos ojitos verde miel que se gasta.

Un pitido estridente me indica que las palomitas ya están humeando así que me apresuro a vestirme con una antigua equipación de cuando jugaba en el Mallorca y vuelo hasta la cocina donde Rome mueve animado el rabo, esperando que le caiga uno de esos premios que tanto le gustan.

Tirado en el sofá mientras busco algo medio potable para ver en la nueva cartelera de Netflix, a mi mente le da por volar y ponerse a pensar en ella. De forma casi inmediata la relaciono con Otis Redding y su These Arms of Mine, una de esas canciones tan soul que ponía una y otra vez de manera implacable.

-Joder... ¿qué me has hecho, Emma? ¿Qué me has hecho? -suspiro dándome por vencido.

Sin darme opción a buscar excusas le escribo un corto pero emotivo mensaje a Sergio y sin pensarlo dos veces se lo envío y vuelvo a dejar el teléfono a un lado, conteniendo las ganas de llamar a Emma que me consumen a diario. Antes de lo que esperaba recibo una respuesta del nuevo jugador del Sevilla seguido de un "¿Hablamos?" que por mucho que me repatea, me sienta como una mano amiga.

En menos de diez minutos tengo una llamada entrante de Sergio que acepto no sin antes cuestionarme si es o no buena idea abrirme así... Qué narices, es mi amigo.

-A ver, cuéntame cabeza almendra. ¿Qué depresiva parte de la historia que ya me sé me quieres contar?

-Joder, qué tacto -suspiro irónico dejando el bol de palomitas a la altura de un Rome la mar de contento.

-Si lo que querías era tacto haber usado ese tono de depresivo con Lucas no conmigo. Lo que quieres es a alguien que te dé sinceridad, duela o no -hace una pausa para que esas palabras entren en mi cabeza-. ¿Me equivoco?

-No, no te equivocas, coño...

-¿Y bien? ¿Qué parte de la historia quieres contarme?

-¿Está bien? -respondo después de un largo silencio.

Al otro lado de la línea escucho como Sergio suspira y luego se deja caer en lo que supongo es la cama. Me da la sensación de que se está debatiendo si entre serme sincero y hacerme daño con la verdad o contar una mentira maquillada por tal de tratar de ser delicado... pero todos sabemos que el punto fuerte de Sergio no es la delicadeza.

-Está como una mierda, Marco. Está como una mierda pero se resigna, sigue haciendo su vida... Es lo que querías, ¿no? Que siguiera con su vida.

-No, no. Si no es eso, ya lo sabes. Es que... me gustaría hacer algo para que pudiera sentirse mejor, pero tengo claro que haga lo que haga la voy a cagar más. Estoy perdido y no sé que hacer. También yo lo estoy pasando mal, ¿sabes? Y ojalá pudiera decirle algo que supiera que la haría sentir mejor pero no soy capaz.

-Marco, llámala -susurra tras un largo silencio.




Doy vueltas y más vueltas en la cama pensando en el último consejo que me ha dado Sergio con Emma y me debato por decimocuarta vez en las dos horas que llevo metido en la cama si realmente hacerle caso serviría de algo.

Llamarla. Escuchar su voz. Terminar ambos sollozando y volver a empezar esta historia sin fin.

No. No valdría la pena.




Las tres y media de la mañana y sigo sin poder conciliar el sueño. No puedo evitar ponerme una vez más una de esas canciones deprimentes que todos utilizamos para sentirnos un poco más miserables. En concreto, trato de recordar ese cantautor californiano del que Emma tenía vinilos en su habitación. ¿Ben Smith? ¿O era Elliott? Eso, Elliott. Dejo que las primeras notas de la guitarra acústica acaricien mi maltrecho corazón cuando Between the Bars empieza a sonar.

Debería llamarla. ¿A estas horas?

No, no. Mejor un mensaje.

Sin mucho convencimiento tecleo un par de frases que me salen sin pensar. Releo el mensaje para comprobar que no sueno como un acosador internáutico y cuando estoy lo suficientemente satisfecho de la bobada que acabo de decidir hacer le doy a enviar.

Listo, ahora ya no se puede cambiar.

There's nothing I won't do [SAGA THINGS #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora