Capítulo 3: La noticia

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Vivo (o vivía al menos) en el pueblo más aburrido y tranquilo de todo Pennsylvania. Nunca nada interesante sucedía, y rara vez había algo digno de atención en las noticias o en el periódico. Esta vez, todo era diferente. Una noticia sobre un cadáver en un río sería impactante e importante, y salió en todos los canales existentes, cada periódico impreso en el pueblo, e incluso salió en el canal que mis padres y hermanos veían mientras desayunaban, esperando cualquier noticia sobre mí. Así fue como se enteraron de que ya no debían esperarme.

Mis padres querían creer que me había ido por mi propia voluntad, y que nadie me había lastimado. Que todo lo planeé yo. Mamá todavía estaba pensando en todo lo que iba a gritarme en cuanto yo cruzara por esa puerta. Mi hermano mayor Derek había decidido que no hablaría conmigo durante días por haberlo asustado así. Mi papá me quitaría el celular, mi propia tarjeta y duplicaría mis horas de trabajo. Todos menos mi hermana menor tenían planes para cuando volviera a casa, porque la idea de tener a alguien que castigar era mejor que alguien a quien enterrar.

Estaban comiendo en silencio, usando la televisión como ruido de fondo, cuando el reportero dijo lo siguiente:

—Esta mañana un cadáver fue descubierto en el río del parque Pinard Creek por un padre y su hija que se encontraban pescando. La víctima, que muestra claros signos de violencia brutal, parece ser una joven de entre dieciséis y diecinueve años. Las autoridades creen que se trata de Anneliese Trevin, una estudiante de diecisiete años que desapareció hace una semana del restaurante de su familia. Tendremos más información más adelante—Dijo un reportero. Había fotos del área tomadas por helicópteros.

Las cucharas de todos golpearon los platos. Mi hermano apretó los ojos, tratando de pensar en algo diferente. Mi mamá se cubrió la cara con las manos. Mi papá ni siquiera parpadeó.

En ese momento, el teléfono sonó. De inmediato, Derek cargó a Rosie y la llevó a su habitación para que no escuchara nada. Los perros los siguieron. Mi padre corrió al teléfono y contestó lleno de nervios y ansiedad. Hoffman estaba al otro lado de la línea pero la interrumpió antes de que pudiera hablar.

—Vimos las noticias. No es ella, ¿verdad?

—James...

—No es mi hija, ¿verdad? Conoces a mi hija, Katia. Dime si es ella. Dime si es Anne.

—James, realmente no creo que sea prudente tener esta conversación por teléfono, los necesito a ti y a Linda, o puedes enviar a Derek...

—No enviaré a mi hijo, Katia. Sea lo que sea, tengo que ver esto yo mismo. Dime una cosa. Aún existe la posibilidad de que no sea ella, ¿verdad? Dime que sí—Rogó mi padre en el teléfono. Sólo necesitaba un poco de esperanza, algo que calmara a su hijo y su esposa, e incluso a él mismo. Me sentí muy mal por él.

—Yo ... realmente no puedo decir nada por teléfono. Necesitaré que vengas rápido.

Aún en piyama y pantuflas mis padres subieron al auto. No le dijeron nada a Derek, pero él sabía en su corazón que algo no estaba bien. Él y yo siempre tuvimos una conexión, y de alguna manera se hizo más fuerte después de mi muerte porque ahora yo podía escuchar y sentir lo que pensaba y sentía. Su corazón le decía que yo no volvería.

Una vez que el auto de mis padres se fue él repasó todos los recuerdos que tenía conmigo. Tragó saliva y se deslizó por la pared hasta quedar sentado en el suelo.

—¿Qué pasa?—Preguntó Rosie de pronto, captando mi atención y la de Derek.

Mi hermano sabía que no podía mentirle. Ella era muy lista, y vivir ocultando la verdad dolería más que confesar de una vez. Yo quería que él tuviera esperanza pero claro, sabía que era inútil.

El Asesinato de Anneliese TrevinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora