Capítulo 10: El primero en la lista

440 47 9
                                    

Andrew Fabray tenía entre cuarenta y cinco y cuarenta y seis años cuando entró a trabajar al restaurante de mi padre. Más o menos. Yo tenía unos seis años, y recuerdo que traté de sonreírle cuando entró y él no me sonrió de vuelta. De hecho rodó los ojos. Luego quise entrar a la cocina para buscar un postre, y accidentalmente choqué con Andrew haciéndolo tirar una charola llena de panecillos recién horneados. Eso fue lo que inició nuestra "enemistad" si así se le puede llamar. Me hablaba con brusquedad, me ignoraba cuando hablaba, y si yo pedía algo y él tenía que prepararlo, se aseguraba de prepararlo mal.

Era un hombre flojo (a veces usaba platos sin lavar si eran los mismos platillos), poco higiénico (una vez casi usa de nuevo una espátula que tiró al suelo), poco eficiente (tardaba muchísimo en un sólo platillo) y gruñón (odiaba cualquier cosa que se moviera), pero mi padre lo mantenía trabajando porque tenía la esperanza de que tarde o temprano sacaría lo mejor de él. Andrew no mejoró mucho, pero sabía que si no hacía lo que mi padre decía, eventualmente se le acabarían las oportunidades.

Mi padre solía poner demasiada fe en las personas, por eso personas como Kenneth Coleman y Andrew trabajaban en el restaurante. Siempre estuvo seguro de que podría sacar a la luz su potencial y sacar lo mejor de ellos, pero siempre se llevaba decepciones enormes, pero siempre daba nuevas oportunidades a la misma gente. Algunas personas sí cambiaban y se volvían gente de bien, como Pedro, que en su primera semana se robó cien dólares, y ahora era uno de los mejores empleados, pero Andrew Fabray era una desilusión que nunca cambió. Incluso Jonah, mi padrino, había insistido en que había que sacar a Andrew por el bien del restaurante. Siempre dijo que Andrew le daba mala espina, y no era el único.

En el fondo, la mayoría de los empleados lo consideraban un sospechoso tanto en mi muerte como en el secuestro de Lauren, pero en realidad nadie había abierto la boca para culparlo. Todo el mundo pensaba que eran alucinaciones o rumores, y que por más pesado que Andrew fuera no sería capaz de matar a nadie, pero ya había una muerta y una desaparecida, así que nadie debía tomarse las cosas a la ligera.

Andrew hubiera sido interrogado desde el principio de todo esto si no hubiera sido por dos cosas; el interrogatorio de Kenneth Coleman y lo peor de todo; llamadas falsas y bromas telefónicas a la estación de policía y periódicos.

Algunas personas eran lo suficientemente repugnantes y poco sensibles como para llamar a la policía y fingir ser Lauren, el secuestrador, o personas que sabían dónde estaba alguno de los dos. La mayoría eran estudiantes de secundaria que no tenían nada importante que traer a la sociedad, y tal vez una pareja de adultos idiotas. Algunos incluso eran adultos que querían cobrar alguna venganza o lastimar a alguien, y llamaban culpando a alguien de ser un criminal. Cuando digo que este asunto sacó lo peor de Pinard Hills, hablo en serio.

Henry pasó horas investigando a la gente de las llamadas de broma, tratando de encontrar a Lauren, pero casi siempre llegaban a la puerta de un niño estúpido que se escondía detrás de su madre por temor a ser arrestado. Eso implicó un gran, gran retraso en la investigación.

Pero no solo las llamadas de broma engañaron a la policía. La gente realmente tenía sus sospechas sobre todos los que los rodeaban. Verás, Pinard Hills es tan pequeño, tranquilo y aburrido que todos conocemos a todos. Generaciones enteras han vivido en los mismos vecindarios desde la fundación del pueblo. Uno pensaría que conocer tanto a todos los habitantes reduciría la lista de sospechosos pero no. Al contrario, la lista parecía no parar de crecer cada minuto que pasaba. Todo el mundo se conocía tan bien, que cualquier anomalía en la rutina de alguien se volvía motivo suficiente de sospecha. Si alguien tomaba una ruta distinta, pedía otra cosa fuera de lo habitual para almorzar, o simplemente lucia "diferente", serían culpables a los ojos de la gente. Incluso había gente culpando a otros sólo por ser personas de color.

El Asesinato de Anneliese TrevinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora