XXV

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Un año de su vida perdida, un año sin libertad siquiera para poder conocer a su hija. No sabía tampoco si Noelia se había quedado con la bebé o no, ya que luego de la llamada que él le había hecho, la morena no se había vuelto a comunicar.

Un año en que se la pasó sólo, no tenía amigos ni familia que fueran a visitarlo, pero le sirvió para comprender lo que realmente importaba en la vida. Tocar fondo, había servido de escarmiento.

Le habían dado libertad condicional, unos meses antes de cumplir su condena completa. Gracias al cielo, el tipo que había golpeado no había muerto. De lo contrario, habría pasado mucho tiempo allí encerrado.

Al salir de prisión, sintió que podía respirar nuevamente, que volvía a vivir. Y ésta vez no lo arruinaría, estaba dispuesto a recuperar a su familia.

***

Estaba preparando el almuerzo para su hija, mientras la niña estaba sentada en una sillita para bebés, jugando con varios trocitos de fruta que Noelia le había dejado en un cuenco.

—Mam, mam —balbuceó la pequeña, intentando captar la atención de su madre.

—Un segundo, Ángel, mami está ocupada —le dijo mientras pelaba una papa.

La escuchó quejarse, llorisqueando. Sabía que la bebé no era muy paciente cuando se trataba de que ella le prestara atención. Se volteó y la observó con una sonrisa divertida, al ver su carita de sufrimiento.

—Mira lo que te hiciste, toda sucia está mi bebé ahora —sonrió acercándose a ella con una toallita húmeda, para limpiarla.

A Ángel no le gustaba estar sucia, en seguida se ponía a llorar.

—Perfecta —le dijo dándole un beso en la frente, sintiendo su dulce aroma a bebé, que tanto amaba.

La niña la tomó de la camiseta, y comenzó a quejarse, fastidiosa. Noelia la miró curiosa, y luego negó con la cabeza, y sonrió suavemente mientras alejaba sus manitos.

—No amor, la doctora dijo que basta de teta, debes comer tu comida.

Y con ocho meses, la bebé prefería seguir tomando del pecho de su madre, a comer sólidos.

Noelia se alejó de ella y la escuchó sollozar, llamándola.

—Cuando termine de prepararte esto, voy alzarte, Ángel —pronunció con calma, tomando unas verduras.

Cómo madre, reconocía que la pequeña estaba un tanto caprichosa. Si no conseguía lo que quería, lloraba. Y eso era algo que quería corregir antes de que fuera más grande.

La morena terminó de pelar y cortar todo, y lo puso a hervir, antes de tomar a la niña en brazos.

—Ya, deja de llorar —sonrió besándola, secando sus lágrimas—. Eres una exagerada, mamá estaba ahí contigo.

Ángel se quejó, sollozando aún mientras buscaba el pecho de su madre, refregando su carita contra la camiseta de Noelia, haciéndola reír.

—Okay pequeña, pero sólo un poquito —suspiró resignada, caminando con la niña en brazos hacia la sala.

Se sentó en el sofá, y luego de acomodarse, le dio el pecho a la niña. La bebé no tardó mucho en cerrar sus ojitos, apoyando una de sus manitos sobre el pecho de ella.

Noelia sonrió suavemente, y besó su manito. Jamás imaginó que pudiese amar a alguien, que el amor fuera real, hasta que había conocido a su bebé. Fue el primer te amo sincero que había pronunciado en su vida.

Escuchó el timbre del departamento, y con cuidado se bajó la camiseta, palmeando suavemente a Ángel, ya que aún no estaba dormida y había comenzando a sollozar.

—Shh ¿Qué dirá la tía Nati cuando te encuentre llorando, eh? —le dijo mientras se dirigía a la puerta.

Pero al abrirla, y ver de quién se trataba, prefirió no haberlo hecho.

—Sí te la quedaste —le dijo con una suave sonrisa, al ver a la bebé que cargaba en sus brazos.

...

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora