XX: Demente

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—Tres meses—

"Jamás creyó que se sentiría tan ansiosa al ver aquel resultado, pero así fue. No hizo más que hacerse la prueba, y ver que era positivo, que se fue directo a la casa de Marta para darle la buena noticia.

La ilusión, la esperanza que vio en los ojos de esa mujer, fue suficiente para saber que estaba haciendo lo correcto. Marta no la estaba pasando bien de salud, el tratamiento de quimioterapia estaba siendo muy agresivo."

Miró por la ventana, y al ver llegar a un muchacho fornido, alto y con aires de peligro, sonrió ampliamente, saliendo rápidamente de su departamento.

—¡Osito! —chilló corriendo hacia él, algo que sabía que no debería hacer en su situación, pero no lo había pensando en ese momento.

—Hola bonita —sonrió cálidamente, abrazándola.

Pero antes de poder darle uno de sus abrazos fuertes, donde la estrechaba contra su cuerpo y la alzaba, Noelia lo detuvo, colocando una mano por delante de su vientre.

—Espera —sonrió—. O aplastarás toda la sorpresa.

Él sonrió confundido, sin comprender a que se refería.

—¿Me compraste un dulce o algo así?

—No, no es dulce, no es comida tampoco —sonrió divertida—. Ven.

Lo tomó de la mano, y junto subieron a su departamento. Una vez adentro, la morena abrió su tapado, revelando una pequeña pancita.

—Estoy embarazada.

Downey la observó aturdido. ¿Embarazada? Ella decenas de veces le había dicho que no tenía deseos de ser madre.

—¿Qué? ¿De quién?

—No es mi bebé —aclaró con calma—. Es el bebé de una pareja amiga, yo sólo les estoy ayudando a cumplir su sueño.

—¿Le prestas el vientre a una pareja? ¿Noe estás bien? —le preguntó desconcertado.

Aquello no era algo que ella fuera a hacer, menos por otra persona. Noelia solía cuidar mucho su figura, y su vida personal. No la veía ni siquiera como para llevar el bebé de alguien más.

—Sí, sé que es difícil de entender, pero créeme que estoy segura de lo que estoy haciendo —sonrió.

***

Eran cerca de las ocho de la noche, y ella ya había comenzado a preparar la cena. Natalia había salido, por lo que tendría la casa sola hasta que regresara.

Dejó unas verduras sobre la mesada, cuando alguien golpeó a su puerta. Al llegar a la sala y abrirla, se sorprendió de ver a Cruz.

—¿Pasó algo? ¿Marta está bien?

—Así que ese tipo volvió —le dijo serio, entrando a la casa.

La morena rodó los ojos, y respiró profundo, intentando buscar paciencia. Con Cruz estaba todo bien, hasta que algún tipo se fijaba en ella. Ahí es cuando se ponía agresivo, celoso, posesivo.

—Estoy preparando la cena, si sólo viniste por eso, vete por favor.

—¿Estuviste con él mientras llevas a mi hijo? Nuestro hijo —masculló acercándose a ella.

—No, es tu hijo y de Marta, ya te-

La tomó de uno de sus brazos, con fuerza, haciéndola jadear.

—¿Qué haces? ¡Suéltame! ¡Ya te dije que no me gusta cuando te pones así! —le dijo colocando su mano libre sobre la de él, intentando que la liberara.

Cruz había estado ocupándose más en su imagen, y con eso, su fuerza había aumentado. Había comenzando a ejercitarse, ganando gran masa muscular.

—No voy a permitir que tú te acuestes con cualquiera, mientras estés embarazada de mí —le dijo tomándola del rostro con su otra mano—. No eres mía y tampoco de nadie.

Lo miró a los ojos con temor, y no le dijo nada, por miedo al bebé.

—¡Habla!

Cerró los ojos y asintió con dificultad la cabeza, ya que él aún la estaba tomando de las mejillas.

—Vete Cruz —le pidió en un hilo de voz, aún con los ojos cerrados.

—No quiero hacerte daño —le dijo soltándola, para abrazarla—. No sé que pasa conmigo, de sólo pensarte con otro hombre, me pone furioso —pronunció apretando los dientes, abrazándola más fuerte.

—Basta —le dijo tomándolo de los hombros, empujándolo—. Vete Cruz, ya viste que no estoy con nadie, vete.

—Quiero estar contigo —pronunció ronco, bajando sus manos hacia sus caderas—. Quiero follarte, amor.

—¡No! Ya basta, vete —le dijo realmente molesta, empujándolo.

Pero parecía que trataba de mover una gran pared, él no se inmutó ni un poco.

—Sí, sí haremos el amor —sentenció sujetándola con fuerza de las caderas.

—¡Ya basta! —le gritó empujándolo con fuerza, haciéndose hacia atrás, golpeándolo en la base del cuello para que la liberara.

Fue entonces que él la soltó, haciéndola caer sentada en el suelo, debido a la fuerza que estaba haciendo para liberarse.

La joven morena se llevó rápidamente las manos al vientre, y miró con horror hacia abajo, al sentir un dolor punzante.

—N-Noe, yo no quise tirarte, lo juro —pronunció preocupado, agachándose junto a ella—. ¿Estás bien?

Levantó la cabeza, y lo miró con los ojos cristalizados.

—Si al bebé le llega a ocurrir algo malo, te juro que jamás te lo perdonaré, Cruz —pronunció con rabia, sintiendo un nudo en la garganta—. Te vas a arrepentir, tú no me conoces, ni sabes a las personas que conozco.

Se tomó de la pared, y se puso de pie sola, ignorando la mano de él para ayudarla. Ya la había hartado, no le permitiría volver a acercarse a ella, o al niño.

Y con aquella actitudes violentas, comenzaba a dudar en darles al bebé.

...

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora