IV: Padre

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Llegó a las diez, cómo decía el horario en la puerta de entrada. Se había vestido de forma modesta, nada que llamara mucho la atención. Pero eso era imposible.

No sólo por ser una nueva ovejita extraviada que llegaba al rebaño de Dios, sino por su belleza. Más de un muchacho se había perdido en su figura, y más de una mujer, la había observado con recelo.

¿No se suponía que debían ser amables? Vaya pueblo de Dios aquel.

Ignoró a todos, y se fue directo a sentarse en la primera fila, esperando paciente a la salida de su motivo de perder un día de trabajo. ¿Por qué diablos había puesto la reunión un viernes por la noche?

Los murmullos empezaron a cesar, y ella observó curiosa como todos comenzaban a tomar asiento. Al parecer, pronto comenzaría todo.

Y para alegría de la joven morena, un hombre de unos treinta años aproximadamente, con camisa celeste y pantalón beige, apareció en el escenario, con una encantadora sonrisa, y una biblia en las manos.

¡Es él! Pensó emocionada, sin poder evitar sonreír.

Ignoró su saludo, el discurso, la bienvenida para los nuevos, y se perdió únicamente en su sonrisa, en su mirada, en la melodía de su voz, que escuchaba, pero ni prestaba atención a lo que decía.

Pero al cabo de cuarenta minutos, de estar allí parada, de escucharlos cantar alabanzas a su Dios y demás, Noelia comenzaba a frustrarse. ¿Por qué él no la notaba?

Porque era obvio que había visto a todos aunque sea una vez. Qué con todos había hecho contacto visual aquella noche, menos con ella ¿Por qué?

Se aguantó dos horas de canciones, de lectura de textos bíblicos, de enseñanzas vacías que muchos no ponían en práctica, hasta que la reunión dio por finalizada, y todos los presentes, comenzaban a despedirse.

Noelia observó curiosa como algunos subían al escenario para hablar con el pastor, y ella también lo hizo. Estaba decidida a que él la notara.

Hizo la fila pacientemente, y cuando le iba a tocar a ella, él simplemente se despidió, alegando que debía marcharse, y que un compañero seguiría resolviendo las inquietudes de los faltantes.

—¡Espere! —exclamó la joven ya molesta, ni siquiera la había mirado cuando estaba en frente de él.

La había ignorado. Ya era personal.

—Yo tengo una pregunta, y quiero que usted me la responda —le dijo siguiéndolo por detrás.

Al pastor no le quedó más que detenerse, y voltearse a verla. Noelia lo miró fijamente a los ojos, notando la incomodidad en él.

—¿Qué piensa Dios de las prostitutas?

—El señor castiga esos actos de conducta relajada. Pero aún sus hijas están a tiempo de arrepentirse, y seguir su camino de bien. Él todo lo perdona, si el arrepentimiento, es de corazón.

Lo observó con una sonrisa traviesa, y arqueó una ceja.

—¿Y qué dice Dios de los infieles? ¿Qué dice de los hombres que buscan los servicios de estas mujeres?

Él la observó incómodo, y antes de responder, ella volvió a preguntar.

—¿Los pastores pecan? ¿Son tan bien vulnerables ante los encantos de una meretriz? ¿Pagarían por los servicios de una prostituta la noche antes de casarse?

...

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora