II: Lo quiero a él

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Le encantaba las despedidas de solteros, los hombres podían dejar sus sueldos enteros en una noche, y sí lo hacía bien, demasiado bien como ella, más de un cliente pagaba satisfecho, recomendándola.

Noelia disfrutaba de su trabajo, de conocer siempre a nuevas personas. Porque no se trataba sólo de concretar un encuentro y tener sexo. No, a ella le gustaba hablar con ellos, pasar un buen rato.

Y muchas veces, ellos también necesitaba hablar. No eran felices con sus esposas, no sentían la suficiente confianza, para contarles caules eran sus deseos, o ellas simplemente no querían probar nada nuevo o experimentar.

Su trabajo no era a veces sólo el de prostituta, también el de consejera, el de psicóloga. Y así, se había ganado más de un pretendiente, de un "enamorado", prometiéndole una vida llena de lujos, si lo elegía.

Pero la joven morena no buscaba nada serio, ella era feliz a su manera. Trabajando de lo que le gustaba, viviendo el día a día, independiente por sus propios medios.

No necesitaba que un hombre la mantuviera, ella misma podía conseguirlo.

Jamás se había interesado emocionalmente de alguno de sus clientes. Tenía una buena relación con algunos, incluso, de dichos encuentros fortuitos, había nacido una gran amistad.

A veces podían encontrarse para salir a cenar, y no precisamente terminaban en la cama luego de ello.

Pero algo cambió cuando conoció en una despedida de soltero, a un muchacho que la hizo vibrar de un modo diferente. No tenía nada en particular, era como cualquier otro de sus clientes.

Incluso podía clasificarlo como un hombre normal, promedio.

Pero algo en su mirada, en su sonrisa, la habían hecho no poder olvidarlo. Él no había conocido su rostro, ya que en aquella fiesta, las "acompañantes" debían llevar antifaces, como parte del vestuario.

Pero ella si había visto su rostro, uno que jamás olvidaría, y había comenzado a colarse cada vez más en su mente. ¿El problema? Para él era la despedida de soltero, él era quien iba a casarse.

Y Noelia había conocido una nueva forma de excitarse, de disfrutar sus encuentros. Era imaginarlo él. Imaginar que él volvía a tocarla, imaginar que él volvía a quemar su piel con sus febriles besos.

Imaginar que él, era quien la hacía alcanzar el cielo.

Y era un hecho, ella quería volver a verlo, quería encontrarlo. Quería ¿Conquistarlo? ¿Podría realmente conquistar a un hombre que se había casado recientemente?

Tampoco era tan correcto moralmente hablando, es decir, había tenido sexo con una desconocida la noche anterior a su boda. Quizás, no amaba tanto a su mujer.

—Johny, necesito su nombre —se quejó haciendo un mohín.

—No, ya te dije, la identidad de nuestros clientes, es confidencial. Cómo la de ustedes —pronunció el dueño del bar, dónde ella solía trabajar para las fiestas privadas.

—Pero por favor —insistió—. Sabes que jamás te he pedido nada, y siempre tienes buenas recomendaciones gracias a mí. Es sólo un favor, dime cómo se llama.

—No.

—Por fis, te consigo una cita con Nati. Ella es muy buena amiga mía, y vi muy bien como la mirabas —le dijo siguiéndolo por el salón.

—Lo siento, Noe, pero al identidad del señor Cruz Vázquez, es confidencial.

Chilló de emoción, y se colgó de su cuello, besándolo sonoramente en la mejilla.

—¡Cómo te amo, peladín! —le dijo divertida, antes de escabullirse de sus brazos, e ir directo a tomar a su celular.

Ya tenía su nombre ¡Finalmente sabía cómo se llamaba! Pero ¿Eso sería suficiente para encontrarlo?

...

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora