XXXIX

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Le acarició suavemente las caderas, mientras ella se sentaba sobre sus muslos, sonriendo traviesa. Se inclinó hacia él, y devoró su boca, con hambre. Hacía días no podían tener sexo, pero al parecer, aquella era su noche.

Apretó el trasero de ella, atrayéndola más hacia su entrepierna, frotándola contra él. No tenía una idea de lo que la deseaba, cuanto la quería. Noelia se había vuelto una parte muy importante en su vida.

La morena bajó con suaves besos hacia su cuello, y antes de poder continuar, Ángel comenzó a llorar, interrumpiendo a sus padres.

—¿Qué? Pero si estaba durmiendo —se quejó frustrada la joven madre, escuchando a su hijita llorar.

—Sabes que no le gusta dormir sin ti —sonrió suavemente, acariciándole la espalda, y el trasero.

—Así no podremos hacerlo nunca —bufó.

—Pues con la niña llorando, yo tampoco puedo —rio bajo.

Noelia rodó los ojos y salió de encima de Cruz, pero antes de poder irse, él se sentó en la cama, tomándola de la muñeca para jalarla hacia él, y besarla.

—Ya tendremos tiempo, hermosa —sonrió contra sus labios—. No te enojes.

—Eso espero —suspiró devolviéndole un beso corto—. En seguida vuelvo.

***

—¿Cuál será mejor? —se preguntó en un tono bajo, observando unos pimientos.

Noelia era siempre la que se encargaba de las compras, y desde que se había mudado de su departamento, no le había quedado más remedio de tener que aprender a comprar.

Quería preparar una ensalada, y recordaba que la morena le había explicado que había un pimiento que era para las ensaladas y comer crudo, y otro para cocinar.

—¿Puedo ayudarte? —le preguntó amablemente un muchacho del mercado.

—Sí, yo quería saber...

Dejó de hablar, al girarse y ver al chico, quedándose sin habla. Él la observó curioso, y luego cambió su expresión por una de sorpresa.

—Disculpa ¿Pero tú no eres-?

—No —respondió rápidamente Natalia, tomando su carrito para irse cuanto antes de allí.

—Espera, si eres ella ¿Verdad? —insistió el muchacho—. Sólo quiero saber-

—A-Adiós —balbuceó nerviosa, dejando sus compras a medio pasillo, y dirigiéndose hacia las cajas para irse, sin comprar nada.

Recordaba muy bien a aquel muchacho, y las circunstancias en que lo había conocido. Principal motivo por el cual no quería volver a verlo, sintiéndose muy humillada.

Su pasado no había sido para nada bonito.

***

—Cruz.

—¿Qué pasa? —le inquirió sin mirarla, cambiando de ropa a Ángel.

—¿Qué significa esto? —le dijo enseñándole un cajita dorada que había encontrado en uno de los abrigos de él.

Cruz al ver lo que Noelia tenía, se maldijo internamente. Con la tormenta que lo había tomado por sorpresa al salir del trabajo, se había olvidado completamente de guardar "aquello", en otro lugar.

—Eso, pues... Es algo que había comprado hace unas semanas, y hoy me lo trajeron.

—¿Y qué es?

—¿Podemos hacer que no viste nada?

—Am nop, porque lo estoy viendo y no puedo ignorarlo.

El muchacho suspiró y tomó a la bebé en brazos, dirigiéndose a la morena, para quitarle la cajita.

—No quería mostrarte esto aún, pero ya que lo encontraste, no tengo otra opción.

Noelia lo observó curiosa, sintiendo como su pulso se aceleraba. ¿Le iba a pedir matrimonio? ¿Así como si nada?

Cruz abrió la cajita, y al ver lo que había allí adentro, la ilusión se disipó rápidamente. Eran unos pendientes.

—Te los había comprado para nuestros tres meses, que es mañana. Y pensaba dártelos ésta noche, pero olvidé guardarlos mejor.

Ella siguió observando los pendientes, y luego miró a Cruz a los ojos, fingiendo una leve sonrisa.

—No importa, está muy bonitos. Gracias Cruz —le dijo dándole un corto beso en los labios.

¿Le habría dicho que sí si fuera una proposición de casamiento? La verdad... Ya no lo sabía.

...

Epílogo el próximo capítulo amores míos.

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora