XXXII

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Removió suavemente la sopa, y cuando ya estuvo lista, la sirvió en dos cazuelas, colocándolas sobre una fuente con cuidado. Eran cerca de las nueve de la noche, y cómo le había dicho a Cruz, había vuelto a su departamento.

Habían pasado cuatro horas desde que ella lo había ido a visitar, y una vez más, había dejado a Ángel con Natalia, para que la cuidara por un rato.

A Cruz le había bajado la fiebre, pero aún seguía con dolor en el cuerpo. Y algo mareado.

—No soy muy buena cocinando, pero Nati dice que he mejorado en estos meses. Cuando estaba embarazada, hice un curso de cocina. Quería que Angy comiera natural, nada preparado.

Sonrió suavemente, mientras recibía la cazuela que la muchacha le estaba ofreciendo.

—Huele muy bien, hasta creo que recuperé el olfato.

—Es por el vapor, te ayudará a descongestionarte un poco. Pero eso sí, ten cuidado porque está muy caliente.

—Ojalá me recupere pronto, ya quiero ver a Angy, no te imaginas cuánto la extraño.

—Lo imagino, ella también lo hace. Cuando ve tus fotos, te llama —sonrió.

Estaba sentada en el borde de la cama, pero al recordar a su hija, fue a buscar su bolso, sacando una bolsita de colores brillosos.

—Creí que te gustaría tenerlas.

—¿Qué es? —preguntó curioso, dejando de lado la sopa.

—Ábrela.

Al hacerlo, notó que era un álbum de fotos de Ángel. Desde que había nacido, hasta las más actuales, que quizás habían sido tomadas recientemente.

Observó la foto de su bebé, recién nacida, y una tristeza enorme lo invadió. Él se había perdido aquel momento tan importante, y muchos otros más.

—Era muy pequeña —le dijo observando la foto donde salía Noelia y Downey.

La joven madre estaba en la camilla, sosteniendo a la bebé, y lucía agotada, pero aún así sonriendo. Y Downey estaba al costado de ella, con una gran sonrisa, abrazando a Noelia.

—Sí, y llorona —sonrió—. Lloraba siempre que cualquiera la tomara en brazos.

Siguió pasando las fotos, y observó su crecimiento. Como su carita cambiaba con los meses, como el color de sus ojos se oscurecía. Y sí, quizás Noelia tenía razón, Angy se parecía más a él.

—Noe, yo lo siento tanto —pronunció afligido—. Te dejé cuando más me necesistaste. Cuidaste de nuestra hija sola, siendo tan joven. Dejaste mucho por ser mamá.

—Me hice una idea a lo que me enfrentaría cuando decidí quedarme con ella. Sabía que no iba a ser fácil, pero acepté el reto, y no me arrepiento de nada.

—Pero me siento culpable. Se suponía que ese bebé iba a ser para Marta y para mí, no que tú tuvieras que hacerte cargo.

—Mira Cruz, con lo delicada que estaba Marta, y tú con tu adicción, yo no iba a darles la niña. Pensé en darla en adopción, pero Downey me hizo entrar en razón.

—Vaya, ese tipo sí que es importante para ti, que hasta te hizo cambiar de opinión.

—Downey hubiese sido mi marido, si habría aceptado casarme con él.

—¿Hablas en serio? —le inquirió confundido.

—Él estaba enamorado de mí, pero yo... Era tan estúpida, lo único que quería era divertirme, y a él lo veía como a un amigo.

—Entonces no lo amabas.

—No, pero lo quería.

—¿Qué hizo entonces que te fijaras en mí?

Ella miró hacia abajo su sopa, y la removió suavemente.

—No lo sé... Bastó que me sonrieras, ver tu mirada, para creer que eras el indicado. Y vaya que me equivoqué... Pero Angy sacó tu sonrisa —sonrió suavemente—. Ella tiene el mismo efecto en mi, sólo que más puro y sincero.

...

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora