XL

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—Cruz ¿Has visto mi vestido negro de encaje? —le preguntó curiosa.

El moreno había estado acomodando la ropa, guardando la de verano, ya que los días cálidos se habían ido, y el otoño cada vez se hacía notar más.

—¿No está colgado?

—No, lo he buscado y nada.

Cruz salió del baño, sólo con los boxer puestos, y fue hasta el armario. Revisó entre los vestidos colgados, y sonrió al ver la prenda de la morena colgada, tal como le había dicho.

—¿Y esto?

—Ash, ¿Cómo puede ser? Si había sacado todo.

—¿No sé supone que las mamás tienen la habilidad de encontrar todo? —sonrió divertido, pasándoselo.

—Pues parece que yo no desarrollé eso.

Sonrió y la tomó del rostro, acariciándole las mejillas.

—Eres tan bonita.

Noelia abrió los ojos sorprendida, sin esperar escuchar aquello.

—Pareces una muñequita —susurró antes de besarla suavemente.

La joven lo tomó del rostro también, soltando el vestido, y luego lo abrazó a ella, disfrutando de su suave toque, para que luego la tomara por debajo de los muslos, y la llevara a la cama.

—Espera —sonrió, recibiendo los cortos besos de él—. Se nos hará tarde.

—Pero deberíamos aprovechar que podemos hacerlo ahora, luego Ángel nos interrumpe —sonrió divertido.

Ella lo miró a los ojos, y lo tomó del rostro tirándolo hacia abajo, para volver a besarlo. Cruz tenía razón, debían aprovechar el tiempo que pudieran para tener sexo.

***

Habían salido ambos a cenar, sin la niña, ya que una vez por mes tenían una especie de cita, en donde Natalia cuidaba a Ángel, y así ellos podían pasar un poco de tiempo a solas.

Y ésta vez, Noelia había elegido donde ir a cenar, un restaurante chino. A Cruz no le gustaba mucho la comida china, pero quizás podía sacarle provecho a la misma.

Especialmente para lo que quería hacer aquella noche.

Llevaban un año de relación como pareja, y creía que era el momento adecuado para aquello. Y había aprovechado el momento en que Noelia se había ido al baño, antes de que le trajeran unas galletas de la fortuna.

—¿Vamos? —le dijo ella regresando a la mesa—. Creo que ya nos hemos pasado media hora, y hasta que lleguemos a casa de Nati, será una hora por completo. No me gusta no cumplirle.

—Claro —sonrió—. Pero antes deberíamos ver nuestra suerte ¿No lo crees?

—No creo en esas cosas, y las galletas tampoco me gustan.

—¿Qué pierdes con abrir una?

—Tiempo, vamos Cruz.

El moreno tomó una del plato, y luego le acercó la otra a ella.

—Vamos, ábrela —insistió sonriendo.

—Ahora entiendo porque Angie es tan caprichosa, si salió a ti —bufó tomando la méndiga galleta.

—Lo sé —rio bajo—. Pero toma asiento de nuevo.

—Cruz, a veces eres demasiado desesperante —le dijo haciéndolo.

—A la cuenta de tres.

—Bien —pronunció desinteresada, colocándola la galleta a la altura de la mesa.

—Uno, dos... Tres.

Cuando él la abrió, sólo había una tirilla blanca, pero en la de Noelia, no sólo estaba la tirilla, sino que también cayó un anillo, una alianza con un pequeño diamante en el centro.

La joven morena miró desconcertada el anillo, y luego lo que decía el papelito "¿Serías mi esposa?"

Cruz la observó con una suave sonrisa, esperando a que ella dijera algo, o que mínimamente, lo mirara a él y dejara de ver el anillo.

Sí, sabía que el diamante quizás era muy pequeño, comparado con lo que ella esperaría recibir en una proposición como aquella.

—¿Noe? —preguntó inseguro, al ver que luego de varios segundos, ella no decía nada.

—¿Esto es en serio? —le dijo mirándolo.

—Sí.

—Es la forma más estúpida de pedir matrimonio —pronunció bajando la mirada, para tomar el anillo—. Pero... Sí —sonrió, sin saber porqué.

—Lo siento, sé que no es el modo, ni el anillo que tú esperabas, o mereces, pero-

—Cruz, no lo arruines, dije que sí. Sí quiero —le dijo entregándoselo—. Sí quiero ser tu esposa.

Él la tomó suavemente de la mano, y se lo colocó.

—Bonita, me he enamorado de ti —confesó tomándola de la mano, acariciándola suavemente—. No habrá otra mujer para mí, más que tú. Y te juro, por nuestra hija que es lo que más amo en esta vida, que no volveré a lastimarte, que seré el hombre que tú mereces.

Noelia se mordió el labio inferior, sintiendo sus ojos cristalizarse.

—P-Por favor no lo arruines.

—No lo haré —le aseguró levantándose levemente de su asiento, para inclinarse hacia adelante y besarla—. Y te amo hermosa, eres la mujer que elijo y elegiré el resto de mis días.

...

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora