Adam Salt © [𝙵𝚒𝚗𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚍𝚊]

Capítulo XV:

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𝚄𝚗 𝙽𝚞𝚎𝚟𝚘 𝙰𝚖𝚒𝚐𝚘
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Otro día más en la fría soledad, era tan frustrante sin sus amigos, sin Adam, con la realidad golpeandola de lleno en la cara, mientras confundía al amor cuando apenas y se siente un te quiero. Una etapa en la vida donde aún no se sabe lo que significa el amor. Un error que cualquiera comete. Sin embargo, era tan triste y deprimente el echo de estar sola.

—¿Mamá?—dijo Alexa apuntó de llorar. Se paro en el portal de la cocina. Su madre estaba de espaldas.

—¿Cariño?, ¿Qué pasa, amor? —preguntó mientras servía un poco de jugó.

—¿Me das un abrazo? —musitó con la mirada gacha y lo ojos cristalizados. Tiffany giro sobre sus pies y cruzó la cocina hasta el portal. Envolvió a su hija con los brazos y beso su cabeza. Algo no andaba bien, lo sentía.

—¿Qué pasa, cariño? —tomó el rostro de Alexa y le partió el corazón ver a su hija llorar. La vió a los ojos buscando el origen de su sufrimiento.

—Lo perdí todo mamá, perdí a mis mejores amigos y al chico que me gusta—sollozo. Sorbio por la nariz y apretó los labios queriendo callar su llanto. Las lágrimas aún resbalaban por sus mejillas.

—¿Has tratado de hablar con ellos? —Alexa asintió afirmativamente— tranquila mi amor, si ellos no quieren escuchar no lo puedes obligar.

—Pero yo fallé, y demasiado. Están dolidos—dijo desesperada.

—Entonces dales tiempo y si no quieren seguir con tan maravillosa persona como tú, ellos se lo pierden—instó. Acarició el rostro de su hija y seco las lágrimas con los pulgares. Le regalo una sonrisa y Alexa se la devolvió.

—¿Cómo está la abuela Shei?—Alexa cambió de tema. Su madre le dedicó una gran sonrisa y los ojos se le iluminaron.

—Tú abuela está más preocupada por ti que por ella, dice que la semana que viene te quiere ver allá—murmuró. Le dejó un plato con panqueques y miel sobre la mesa, en una muda invitación a desayunar.

El hablar con su madre le dió las fuerzas requeridas para soportar su soledad por un buen rato. Las primeras clases habían pasado, lo único que entendió fué nada. Durante sus clases estaba distraída y el profesor de Economía lo notó e hizo que pasará a la pizarra para resolver algunas ecuaciones, para suerte de ella el timbre sonó, sí, efectivamente fué salvada por la campana. La hora de descanso, eso era lo que necesitaba, un descanso. Camino hasta la cafetería donde un murmullo insaciable lo envolvían. Tenía la cabeza gacha. Su espíritu estaba roto y sin energía. Tomó la bandeja con comida y pasó junto a Sáhara. La pelirroja hablaba animadamente con una chica rubia de ojos grises, Alexa paso lentamente por su lado haciéndose notar pero Sáhara la ignoró. Suspiro derrotada y buscó el lugar más alejado de todas aquellas caras, quería llorar; sabía que todo aquello fue por su culpa, sus amigos tenían derecho a tratarla como lo hacían hasta ahora y no podía quejarse, simplemente porque todo lo que pasaba a su alrededor era producto de su egoísmoegoísmo y poca consideración hacia sus amigos.

—¿Qué te pasa? —preguntó Marcus con una bandeja en sus manos.

—Lo mismo de siempre—respondió con la voz entrecortada.

—¿Tus mierdas sentimentales?— se mofó y sonrió burlón.

Marcus podía ser dulce y lindo pero cuando veía a gente con esa necesidad de tener a alguien a su lado para ser feliz, sus comentarios contenían acidez y sarcasmo para pinchar el ego. Una arma eficaz para tocar los nervios de cualquiera.