Adam Salt © [𝙵𝚒𝚗𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚍𝚊]

Capítulo XVIII:

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𝙱𝚊𝚒𝚕𝚎 𝙳𝚎 𝙽𝚊𝚟𝚒𝚍𝚊𝚍
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Adam acomodo el saco que traía puesto. Cruzo el umbral y se recargo en el marco de la enorme puerta de doble hoja. Vestía unos pantalones de tela negra y camisa blanca de seda con unos zapatos de charol negros a juego con su atuendo sin corbata. Su típico aire arrogante lo rodeó y varios; chicas y chicos lo vieron con el ceño fruncido, pues Adam no era de ir a fiestas. No quería ir pero Chase se empeño en llevarlo. No tenía pareja pero eso no era impedimento para que él no fuera, según Chase.

Paseo la vista por todo el Salón con forma de pentágono, rentado para hacer la estúpida fiesta de Navidad; con un piano en mitad del entarimado. Bufó y el cabello revuelto de su frente subió y bajo con aquel resoplido, cubriendole la ceja izquierda. Metió las manos dentro de sus bolsillos y volvió a pasear la mirada a su alrededor. Viró un podio sobre la tarima, colocado en la esquina izquierda delantera para que el público prestara atención al típico discurso de Navidad. Se percató de una enorme esfera en el centro—sobre la cabeza de todos, lleno de lo que parecía confeti—; donde varios metros de tela se unían haciendo arcos en el techo, que al final de cada esquina del Salón caían como cortinas. A lado de la tarima en una esquina—contraria al podio— se encontró al DJ. Y al final, vió una mesa con casi dos metros de largó, llena de aperitivos y ponche que seguramente contendría alcohol. El Salón estaba repleto de globos de colores llamativos rellenos de confeti.

—Quiero irme—gruño Adam y se dispuso a irse.

Chase rodeo el cuello del muchacho, dirigiéndose de nuevo al salón, meditó un momento lo que diría a continuación y por fin dijo:

—¡Claro que no! Querias venir, sinó ni quisieras hubieras venido—lo vió a los ojos con una sonrisa de lado.

Aún no sabía por qué fué, o simplemente no quería aceptar que tenía la esperanza de qué Alexa fuera. Él sabía perfectamente que a ella tampoco le gustaban este tipo de cosas pero con un poco de suerte la encontraría ahí.

—¡Adam!—chilló Angela y salto sobre él.

El chico la sostuvo de la cintura mientras ella lo besaba en todo el rostro. Angela estaba despampanante pero no tenía un sentimiento de pertenencia hacia ella; era muy frívola y le gustaba aparentar ser perfecta.

Alexa paso junto a ellos y los vió de reojo. Tomó con más fuerza el brazo de Marcus y él la vió con una sonrisa. Su vestido largo y suelto con tirantes delgados la hacía lucir como una princesa. Llevaba un moño alto y tirabuzones enmarcando su rostro. Tenía las manos enfundadas en unos guantes blancos de encaje, eran bonitos pero las miradas de los demás la ponían nerviosa. Cuando encontrara a Sáhara y a los gemelos Bradley los mataría. Alexa se mordió el labio inferior, no le gustaba ser el centro de atención. Tragó saliva.

«—pero mamá, esto es demasiado—resongó Alexa—. Parece más un vestido sacado de un cuento estúpido para niñas. No lo usaré, ¿a casó no ves lo ridículo que sería ir a ese estúpido baile con esta cosa?—señaló el vestido. Su madre le sonrió y la echo directo al cuarto de baño sin decir nada.»

—Tranquila, te ves preciosa—dijo Marcus y su característica sonrisa adornada con hoyuelos salió a relucir. Alexa le devolvió el gesto.

Ángela la vió y se burló. Camino hacia ella con paso decisivo. Alexa por su parte solo rodo los ojos cuando la vió llegar.

—¿Qué eres? ¿una princesa? Te has equivocado de fiesta cariño—inquirió con superioridad.

Angela arqueo una ceja perfectamente delineada y de sus labios asomó una sonrisa burlona, tratando de intimidar a su prima.