Capítulo X:

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𝙵𝚞𝚗𝚎𝚛𝚊𝚕

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—Adam, feliz cumpleaños—espetó Austin entrando a la habitación del chico.

Después de que su madre murió, él se regresó inmediatamente al departamento de su amigo. Austin sonrió y le tendio un paquete. El aludido lo vio con el ceño fruncido. Tomó el obsequio y lo dejó a lado de él.

—¿Qué día es hoy?—restregó sus manos sobre su cara—debo irme.

—Hoy es veinticuatro de octubre, el día de tu cumpleaños.

—¿Vendrás al entierro?—murmuró.

Adam no tenía ni una pizca de alegría por cumplir años y mucho menos de celebrar, no cuando ese día su madre había muerto.

—Si, Elizabeth fue muy buena conmigo—musitó.

—¿Podrías ayudarme?—lo vió a los ojos.

—¿En qué?

—Necesito un piano y altavoces—trago saliva.

Austin asintió, no necesitaba más explicación, él conocia a Adam y sabía que despedir a su madre era muy importante para él.

—Cuenta con ellos, ¿a qué hora es el entierro?

—A las tres.

—Deberías tomar un baño, estás hecho mierda—le sonrió de lado y salió de la habitación.

Adam siguió el consejo de su amigo y se metió a bañar. El velorio de su madre se llevaría acabó por la tarde y eran las doce con veinte minutos. Tardó todo lo que pudo bajo la lluvia de la regadera. Salió envuelto en una toalla y se dirigió hacia su habitación. El chico se sentó sobre la cama y miro por la ventana. Adam seguía en shock, no sabía cómo pasar este bache, probablemente tendría que irse después del entierro; no tenía porque quedarse más tiempo.

Viró el reloj de mesa, la una con veinte minutos de la tarde, la costumbre de ver la hora a cada rato se le hizo costumbre. Suspiro, se vistió, no llevaría un traje, era molesto. Se colocó unos vaqueros negros y una camisa del mismo color con todos los botones abrochados. No era específicamente tarde, la inquietud no lo dejó relajarse. Tomó la pequeña caja envuelta en papel para regalo que Austin le dió. Aún no entendía porque se empeñaba en envolver regalos, igual iba a desgarrar el papel. Con los dedos quitó el papel que cubría el paquete y vió la caja color azul marino entre sus manos. Sin querer sonrió, abrió la caja y un reloj brillante de color dorado apareció. Desde hace tiempo que no celebraba su cumpleaños, exactamente desde los diez años dejó de hacerlo. Buscó a su amigo pero no lo encontró. Se colocó el reloj en la muñeca izquierda. Tomó su chaqueta negra y se la puso. Salió de la casa directo al funeral de su madre, caminó hasta el cementerio, tenía bastante tiempo de sobra.

Llegó con media hora de adelanto, y encontró a Austin dando órdenes de como quería el pequeño escenario. Un piano de madera dura y pulida quedó a mitad de la tarima. Su amigo le sonrió, Adam le devolvió la sonrisa y le mostró el reloj de su muñeca, Austin alzó el pulgar a modo de aprobación.

Piedad, lo único que necesitaba en esos momentos. El hoyo estaba cabado, varias flores rodeaban el orificio. Hizo una llamada a la floristería y encargó un ramo enorme de tulipanes amarillos, le costarían una fortuna pero valía la pena. La gente comenzó a llegar, Adam no sabía porque venían personas que no conocía, le era incómodo. Una camioneta negra aparcó cerca del cementerio y Adam fue hacía allí. Joseph bajo de la camioneta, abrieron la cajuela y poco a poco sacaron la caja de madera donde posaba el cuerpo de Elizabeth. Adam ayudó a cargar el ataúd de la parte trasera. Juntos caminaron lento hasta llegar donde la demás gente, bajaron con sumo cuidado el ataúd dentro del hoyo. El sacerdote inicio a decir las palabras correspondientes mientras bendecia la santa sepultura. Antes de que enterraran por completo el cuerpo de su madre Adam ordenó que no lo hicieran. Subió al escenario. Se sentó sobre el taburete frente al piano.

Adam Salt © [𝙵𝚒𝚗𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚍𝚊]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora