Capítulo XXI:

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𝚁𝚎𝚒𝚗𝚒𝚌𝚒𝚘́
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7 años después...

Alexa se encontraba con una pequeña de cuatro años en el parque, Marcus las recogería a las tres de la tarde. Aún era mediodía y un hombre con saco negro y corbata escarlata, a lo lejos las observó. Sonrió. Dió un último suspiro y con paso decidido se acercó hacia ellas.

La pequeña Sophia, tenía los cordones desatados y Alexa se colocó en cuclillas para poder atarlos. Frente a ella unos zapatos lustrosos aparecieron. No se inmutó y simplemente continuó atando los cordones de la niña.

—Hola—saludo la persona frente a ella.

Esa voz, esa maldita voz. Ya hace siete años que Alexa no la escuchaba. Su estómago se revolvió y las sensaciones volvieron. Alzó la vista y un Adam con una ligera manta de barba le sonrió. Siempre imagino como se vería pero lo que vio no se parecía nada a lo que había imaginado. Su belleza parecía acentuarse más con el paso de los años. El destello salvaje en sus ojos seguía ahí pero, diferente, más maduro y controlado.

—Hola—le devolvió el saludo de manera fría.

—Quiero hablar contigo, ¿puedo?

—Lo quiera o no, igual hablaras— murmuró.

—Efectivamente...—sonrió—Quiero explicarte lo que realmente paso hace tiempo.

—¿Quién es él? —susurró Sophia al oído de Alexa que aún no se había incorporado.

—Después te explicó, ve a jugar—la pequeña asintió con la cabeza y se fue a jugar con una pelota.

Alexa se colocó en pie y señalo una banca donde podría observar a Sophia que jugaba en el arenero con otro niño. Adam trago saliva e inicio a decir con voz estrangulada.

—Lo siento. Tenías razón, siempre huyó de todo—rió amargamente— pero, he decidido ya no hacerlo, por eso he venido a arreglar las cosas.

»Las fotografías que te enviaron cuando teníamos diecisiete no eran un montaje pero tampoco era lo que parecía, Beatriz planeó todo—Alexa asintió, aunque no entendía a lo que quería llegar, igual escuchó atentamente—. Sé que esto lo sabes gracias a el tío Érick, el director. Cuando me fuí de la secundaria en definitiva, realmente no lo quería, mi madre había tenido una recaída. Era una drogadicta—la voz le tembló y dando un respingo prosiguió—. Me sentí pésimo el no decir lo que realmente pasó en casa de Beatriz, lo único en lo que pensaba era en mi madre, le rogue al cielo para que no se fuera de mi lado. Me quedé con mi madre durante tres años cuidando que no volviera a recaer, trate de ayudarla y para eso necesitaba dinero; Joseph me convenció de pelear para él en peleas clandestinas, después las peleas me gustaron y me quedé por gusto, si te digo que por culpa de ello era un idiota, agresivo y arrogante, sería mentira, ya era eso desde antes. Estaba tan convencido de que por la fuerza bruta conseguiría lo que quería que me volví alguien muy despreciable.

»Después al poco tiempo de llegar, mi madre, Elizabeth, volvió a recaer en las drogas y simplemente murió el día de mi cumpleaños. He tomado terapia, ahora puedo controlar más mis emociones. El viejo Adam volvió. Me gusta ser esta persona tranquila y sin miedo a ser lastimado. Ya no soy aquél perro dañado con la cola entre las patas que no confía en nadie... Sólo soy yo, Adam, un abogado en todo el año y un amante de la pesca, los viajes y el arte en mis ratos libres.

—Adam, nunca entendí tu afán por hacerme sentir mal—el hombre trago saliva y apretó los labios para no decir algo de lo que seguramente se podría a arrepentir después— pero también recuerdo cuando Luka me confesó que la idea del enorme cártel fue tuya. Siempre fuiste interesante para mí—vió su perfil y sonrió, el viento sacudió los cabellos cortos ondulados de color azabache, mientras le caían por la frente.

Adam Salt © [𝙵𝚒𝚗𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚍𝚊]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora