Capítulo IX:

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𝚁𝚎𝚊𝚕𝚒𝚍𝚊𝚍
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Alexa sonrió por primera vez en estos tres últimos días. Luka y Lucas fueron de visita a su casa. Subieron su ánimo con estupideces e inmadurez. Últimamente Alexa ya no sabía que hacer, ya no sonreía como antes. Por los pasillos se le veía con la mirada distante y al sonreír, ya no era igual. Su sonrisa parecía rota, incompleta. Ahora estaba riendo como loca por las caras que hacía Lucas. La habitación de Alexa se bañaba por el sol del atardecer. Los gemelos se encontraban tirados boca arriba sobre la cama. Ella se tiro en el piso sobre la alfombra peluda de color negro.

—Alexaaaaaaaa—dijo Luka e hizo un puchero.

—¡¡¿Qué?!!—pegó un grito alegre y rió.

—Toca algo para nosotros, ¿te sabés la de High Hopes?

—Mi autoestima sube con ésa—se levantó y fue directo a su piano.

Los gemelos se incorporaron sobre la cama y se sentaron con las piernas cruzadas. Alexa tomó asiento sobre el taburete frente al piano. Presionó un par de teclas para checar que todo estuviera en órden. Cerró los ojos y sus dedos viajaron de un lado a otro para tocar las teclas. La melodía sonó. Alexa inició a cantar.

—Had to have high, high hopes for a living—Luka tomó la guitarra a lado de la cabecera de la cama.

Paso el lazo de la guitarra por su cabeza, cruzándose por la espalda. Camino hasta dónde Alexa. Las cuerdas sonaron.

—Shooting for the stars, when I couldn't make a killing...

La tarde pasó volando entre risas y comentarios absurdos. El peso que sentía sobre la espalda ya no era tanto pero tenía cierta preocupación dentro de sí. La tristeza era inexplicable, era como si perdiera a alguien tan apreciado...

𝙉𝙪𝙚𝙫𝙖 𝙔𝙤𝙧𝙠:

Adam no dormía bien. Por las noches el insomnio era inevitable. Su madre moría con cada día que pasaba y él intentaba hacer que sus últimos días de vida fueran buenos, sin preocupación alguna. Eran las cinco de la tarde cuando fué en busca de Joseph, tenía que aclarar varios puntos a cerca de los gastos médicos. Entró a la casa sin tocar, tenia una copia de la llave que su padre le dió. Ajustó su chaqueta de cuero, suspiro de cansancio y fué directo a la sala de estar. Joseph tenía una tasa de café en las manos mientras veía la televisión.

—Adam, ¿qué necesitas?—preguntó con serenidad. El hombre dejó la taza de café sobre una mesita a lado del sillón y se paró frente a su hijo.

-Nada, ¿cuanto te debo?-Joseph fruncio el ceño.

-No entiendo a que te refieres-murmuró.

-Los gastos médicos, ¿cuanto te debo?

-Nada, ella es mi mujer, mi deber es protegerla-Adam sonrió incrédulo.

—¿Protegerla? —preguntó con sarcasmo—y entonces, ¿dónde estabas cuando te necesito? ¿Por qué la abandonaste cuando estuvo embarazada? Si creés que voy a creerte, éstas muy equivocado— habló entre dientes.

Paso una mano por su cabello y lo vió con dureza. Sin comprender cómo aquel hombre que decía ser su padre tenía el atrevimiento de decir tales cosas a la ligera.

—No lo entiendes, ellos me necesitaban...

—Y tu hijo el bastardo no—completo la frase—, y claro ella era una simple chica de circo, una mujer fácil.

Adam Salt © [𝙵𝚒𝚗𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚍𝚊]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora