Quince.

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5 de octubre de 2018, Barcelona, España

Estreno de Andrómeda


—Hola. —dice felizmente en cuanto descuelga el teléfono. Esta vez oír su voz, lejos de hacerme sentir feliz, solo hace que me rompa más por dentro— ¿Ya la escuchaste? —pregunta con cautela esta vez— ¿Te gustó? —entonces un sollozo se escapa directamente de mi garganta— Andro, ¿estás llorando? —dice con un tono de voz un tanto alarmado.

—¿Le has puesto mi nombre a una canción de desamor? —exijo saber, con dolor. Oigo cómo traga saliva.

—No. —asegura, pero después hace una pausa— Deja que te lo explique. —dice suavemente, intentando tranquilizarme con su voz como siempre ha conseguido hacer, pero no causa ese efecto en mí esta vez.

—¡No quiero que me expliques nada! —grito, dolida y furiosa— ¿"Perdón, mi amor, si esto te dolió. Quise morir de amor, pero no me salió"? —cito con dolor palabra por palabra.

—Andro, yo...

—¡Y tienes el valor de ponerle mi nombre! —sollozo. Niego con la cabeza y me seco las lágrimas con furia— Eres... —me siento incapaz de continuar la frase— ¿Por qué me has hecho esto? —me dejo caer sobre mis rodillas, débil y derrotada, tan rota como nunca antes me había sentido— ¿Crees que no es lo suficientemente malo estar a más de diez mil kilómetros de ti? ¿Crees que no estoy sufriendo bastante, viviendo separada de la persona que más amo en el mundo? —a penas puedo respirar. Siento que me ahogo entre palabras, lágrimas y sollozos— Para que vengas tú... A escribir una canción que acabe de hundirme en la miseria... A ponerle mi nombre... ¡Incluso has hecho que la actriz del videoclip se parezca ligeramente a mí! —exclamo furiosa— ¿Con qué derecho? —exijo saber— ¿Qué derecho crees que tienes de hacerme esto? —grito— Qué derecho... —susurro, apoyándome contra la pared y encogiéndome, abrazando mis rodillas.

—Andro... Andro, lo lamento. Lo lamento mucho. —dice de manera apresurada, atropellándose a sí mismo con sus propias palabras— No pensé que te lastimaría. ¿Posta crees que haría algo a consciencia de que pudiera lastimarte? Andrómeda, por favor. —suplica— Escúchame un momento. Regálame la oportunidad de explicártelo, ¿okey? Te amo, sabes que te amo. —habla de manera rápida y entrecortada.


Su voz es agitada y parece sentir el mismo dolor que siento yo ahora, pero eso no puede ser. Nada es comparable a lo miserable que me siento en este mismo instante. Cada vez que pronuncia mi nombre, mi corazón se encoge un poco más. Y duele.


—No quiero que me expliques nada. —sollozo— No quiero que me expliques nada, nunca más.

—Andro, por favor. —suplica— No te me digas adiós.

—Ojalá hubieras pensado mejor lo que hacías antes de hacerlo. —suspiro entre sollozos.

—Por favor, Andrómeda. —lo oigo sollozar también y siento como mi alma y corazón se hacen mil pedazos hasta verse reducido a cenizas— Permite que te lo explique.


En ese momento, la puerta de mi habitación se abre y Lidia aparece. Cuando me ve hecha un ovillo en el suelo, cierra la puerta rápidamente y se deja caer al suelo junto a mí. Me abraza fuertemente, estrechándome entre sus brazos como si quisiera recomponerme. Recomponer cada uno de mis pedazos y juntarlos de nuevo, aunque dudo que eso sea posible.


—La has escuchado, ¿verdad? —suspira tristemente y yo asiento.

—¿Estás con Lidia? —dice Valentín al otro lado del teléfono— Permitime hablar con ella a lo menos, por favor. —hace un nuevo intento.

—Adiós. —lloro.

—No. —dice de manera ahogada— No me digas adiós Andrómeda, por favor. Perdóname. —suplica— Déjame explicarte.

—Que tengas mucha suerte en la vida, Valentín. —sollozo— Por cierto, enhorabuena. —trago saliva suavemente— A pesar de todo, has creado una canción preciosa. —pulso el botón rojo y la llamada se termina en ese momento.


Rompo a llorar en ese mismo instante, dejando el móvil boca abajo en el suelo y refugiándome en el abrazo de Lidia, que acaricia simultáneamente mi pelo y mi espalda.


—Tenías razón. —murmuro débilmente— Esto no... —me atraganto con mis propias palabras, pues lo que voy a decir a continuación duele como ninguna otra cosa— Esto no iba a funcionar.

—Andro... —suspira tristemente, apoyando su mejilla en mi cabeza— No digas eso.

—No podía salir bien. —lloro desesperadamente.

—Seguro que tiene una explicación lógica. —intenta justificarle, pero sé que ni ella misma se lo cree.

—Perdón, mi amor, si esto te dolió. —sollozo— Quise morir de amor, pero no me salió. —canto en voz baja.

—No, Andrómeda. —suspira— No te tortures de esa manera. —besa mi cabeza.

Andrómeda ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora