Veintiuno.

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14 de octubre de 2018, Barcelona, España


—¿Te dije alguna vez que detesto los aviones para trayectos largos? —dice después de doce horas de vuelo. Hace estiramientos y hace sonar los huesos de su espalda y de sus manos.

—Bueno, si quieres la próxima vez venimos en bicicleta. —me río.

—Es re buena idea, boluda. ¿Cómo no se me ocurrió antes? —me mira y me saca la lengua.


Esperamos a que salga su maleta en la zona de recogida y cuando la tenemos caminamos hacia la salida. Pasa su brazo por mis hombros y me junta a él mientras salimos por la puerta de embarque, arrastrando nuestras maletas.

Nada más salir veo a mis padres esperándonos al otro lado. Les dedico una sonrisa que me devuelven nada más verme.


—¿Preparado? —bromeo.

—Maso. —se ríe, un poco nervioso.

—Tranquilo, no se han comido a ninguno de mis novios por ahora.

—Está bueno saberlo. —se ríe otra vez, mientras caminamos hacia mis padres y ellos caminan hacia nosotros.

—Aunque quizá eso se deba a que nunca antes he tenido un novio al que presentarles.

—Ah, soy el primero entonces. Genial, no tendrán con quién compararme.

—Hey, tranquilo. —me detengo a mitad del camino, haciendo que se pare conmigo. Lo miro ofreciéndole una sonrisa y acaricio su pelo— Te van a adorar.

—Cariño. —dice mi madre felizmente, abrazándome con fuerza.

—Hola, mamá. —sonrío devolviéndole el abrazo, después me separo y abrazo a mi padre también— Papá.


Un segundo después, me separo también de mi padre y soy un paso hacia atrás, volviendo con Valen.


—Él es Valentín. —lo presento— Mi padre Andrés y mi madre Ada.

—Un gusto. —dice él y puedo notar los nervios en su voz mientras estrecha la mano de mi padre y besa la mejilla de mi madre, dejando su otra mejilla al aire.

—En Argentina están acostumbrados a dar un solo beso. —le explico a mi madre— Creo recordar habértelo dicho.


En realidad recuerdo perfectamente habérselo dicho.


—Es verdad. —asiente— Lo había olvidado.

—Disculpe. —dice él de inmediato— Andro también me dijo que acá dan dos, pero no me acostumbro. —se pasa la mano por la nuca hacia arriba, de manera adorable.

—Oh, no tiene importancia. —mi madre hace un gesto con la mano, restándole importancia— Alguno de los dos acabaremos acostumbrándonos. —se ríe un poco y él asiente, sonriendo.

Andrómeda ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora