Treinta y ocho.

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1 de enero de 2019, Buenos Aires, Argentina


—Feliz año. —susurra Valentín a mi oído, erizando mi piel.


Miro el pequeño reloj de mi muñeca, que marca exactamente las doce de la noche. Me giro y le sonrío, dejando un beso sobre sus labios.


—Feliz año nuevo. —me levanto y lo abrazo, escondiéndome en su cuello, aprovechando para inspirar su aroma. Me encanta cómo huele.


Me quedaría toda la noche así, abrazándolo. Pero no podemos, así que nos separamos y Valentín mira a su padre y a su hermano, felicitándoles el año también. Cuando mi novio abraza a su padre después que a su hermano, Manuel me mira y sonríe.


—Feliz año. —dice de manera amable y yo sonrío.

—Igualmente.


El hermano mayor de Valentín me da un abrazo inesperado que correspondo al momento. Es breve pero cálido y me hace sentir como en casa. Después de él, Alejandro, el padre de Manuel y Valentín, se acerca para abrazarme también.


—Feliz año, Andrómeda. —me desea de manera cariñosa.

—Feliz año. —correspondo a su abrazo, que dura un poco más que el de su hijo.


Cuando nos separamos, pone sus manos sobre mis hombros y me mira con amor paternal.


—Gracias. —dice en voz baja, de modo que sé que solo yo puedo oírle.

—¿Por qué? —pregunto sin entender.

—Por llegar a la vida de mi hijo y colmarla de dicha y cosas lindas.


No puedo evitarlo, en aquel momento siento cómo mis mejillas se calientan y sé que me he puesto roja.


—No tienes que agradecer eso... —digo de manera tímida.

—¿Qué le dijiste ya? —Valentín pone cada una de sus manos en cada una de mis mejillas. Me mira a los ojos y después mira a su padre— Mírala, está toda rojita. —se ríe un poco y se vuelve a girar hacia mí, esta vez para dejar un beso sobre la punta de mi nariz

—No dije nada. —el padre de mi novio sonríe, todavía mirándome.


Valentín pasa uno de sus brazos por mis hombros y me acerca a él, besando mi sien en cuanto estamos pegados el uno al otro. En ese momento, el pequeño gatito que nos encontramos hace unos días se acerca corriendo a nosotros y se frota contra mi pierna. Finalmente convencí a Valentín de que nos lo quedáramos, muy a su pesar, pues me repitió mil veces que no le gustaban los gatos y que no pensaba cuidar de él. He de reconocer que la ayuda de Manuel fue muy valiosa, ya que se enamoró del gato nada más verlo, igual que me pasó a mí. Ambos le dijimos a Valen que no estaba bien abandonar así a un animal tan pequeñito e indefenso, así que después de llevarlo al veterinario y ver que no tenía ninguna enfermedad, nos lo quedamos.

Sonrío y me agacho para cogerlo en brazos, es tan chiquitito que me cabe en la mano. El pequeño Wosi se acurruca en mi pecho y ronronea felizmente.

Andrómeda ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora