Trece.

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12 de septiembre de 2018, Buenos Aires, Argentina


—No llores más. —dice con la voz rota, pero yo no puedo evitarlo.


Aquí estamos de nuevo, en el aeropuerto. Esta vez no es Lidia quien se va, si no yo. En realidad nos marchamos las dos. El verano ha acabado en España y tengo que volver a casa. La universidad empieza en una semana y tengo que poner las cosas en orden. Sabía que este momento llegaría tarde o temprano, pero había estado intentando evitar pensar en él. Sin embargo, el momento había llegado: yo me iba y él se quedaba. Teníamos que despedirnos y quién sabe por cuánto tiempo.


—Por favor Andro, no soporto verte así. Me hace mal. —noto cómo traga duramente saliva y me abrazo con más fuerza a su pecho, incapaz de dejarlo ir.

—N-no puedo evitarlo. —tartamudeo a causa de los sollozos.

—Es solo un tiempo. —pone sus manos en mis hombros y hace que le mire.


Mi visión es borrosa a causa de las lágrimas. Mis ojos, rojos e hinchados, duelen y queman. Pese a todo, puedo notar que él está intentando ser fuerte y hacerse el valiente, mantenerse de una pieza ya que yo no puedo.


—Volveremos a vernos pronto. —promete, pero ambos sabemos que es una promesa que no va a poder cumplir. Me abrazo a mí misma para consolarme— Esto... Esto no es el final. —por un momento, su voz se quiebra y temo que se venga abajo, tal y como yo he hecho nada más entrar al aeropuerto— No lo es. —niega con la cabeza. Es entonces cuando me doy cuenta que está intentando convencerse a sí mismo también y eso me rompe en pedazos— Existen las relaciones a distancia, ¿sabés?

—¿A 10.459 kilómetros de distancia? —sollozo.

—Maldita sea, sí. —vuelve a estrecharme fuertemente entre sus brazos. Me apoyo sobre su pecho y cierro el puño alrededor de su camiseta— Voy a ir a verte a España en cuanto tenga ocasión. —jura y yo asiento, aunque no muy convencida. No quiero que venga a España a verme en cuanto pueda, simplemente no quiero separarme de él, ni ahora ni nunca— Escúchame. —hace que le mire de nuevo— Sos mi piba y yo soy tu pibe. —sonrío débilmente cuando lo oigo pronunciar esas palabras con su increíblemente seductor acento y su increíblemente atractiva voz— Eso no cambia aunque estemos lejos, ¿lo entendes?

—¿Crees que podría pensar en alguien más que no fueras tú por muy lejos que esté? —sollozo y niego— Olvídate, no vas a deshacerte de mí tan fácilmente.


Sonríe un poco, aunque no muy convencido.


—Valentín. —tomo su cara entre mis temblorosas manos— Estoy enamorada de ti. —confieso— Más de lo que nunca lo he estado de nadie. No voy a olvidarme de ti, no voy a salir con nadie más. Por favor, no tengas miedo. —suplico— Confía en mí. —pestañeo y nuevas lágrimas resbalan por mis mejillas— Te amo. —digo al fin.


Esas dos palabras habían estado presionando en mi interior todo aquel tiempo, al final de mi garganta, queriendo salir. Pero yo no lo había permitido... Hasta ahora. Valentín se queda en blanco, callado y muy quieto, incapaz de quitarme la mirada de encima, incapaz incluso de pestañear. Hasta podría jurar que he oído cómo tomaba aire por la sorpresa y luego dejaba de respirar.

Lidia aparece a mi lado, pero Dani no está con ella. En realidad, veo cómo sale del aeropuerto a toda prisa. Mi mejor amiga pone una mano sobre mi hombro para llamar mi atención, pero soy incapaz de dejar de mirar a Valentín, que sigue manteniendo un silencio casi sepulcral, cosa que empieza a preocuparme.


—Andro... —dice mi amiga suavemente— Tenemos que irnos. —susurra y yo asiento despacio, con los ojos llenándose de lágrimas nuevas.


Me doy la vuelta despacio, dejando a Valentín ahí, quieto, inmóvil, solo... Cuando pasamos por la puerta de embarque, me giro un momento antes de entrar al pasillo y perderlo de vista definitivamente para verlo una vez más. Una última vez más.

Sigue inmóvil como una estatua.

Mi garganta quema, arde como nunca antes lo había hecho. Todo el dolor que estoy experimentando es más de lo que soy capaz de soportar. Así que guardo esa imagen en mi cabeza como una fotografía, temiendo ser la última vez que lo vea en mucho, mucho tiempo. Quién sabe si para siempre. Siento cómo me tiemblan las piernas violentamente, así que decido ponerme en marcha otra vez, ya que tengo miedo de caerme si permanezco más tiempo parada. Justo en el momento en que me doy la vuelta, oigo su voz. Grita mi nombre una sola vez. Una sola vez es suficiente para que me de la vuelta de nuevo para verlo correr hacia la puerta de embarque, pero el guardia de seguridad no le deja pasar. Corro hacia él también y cuando llego a la valla baja que nos separa, me abraza fuertemente.


—Te amo. —dice de repente, de manera ahogada. Como si se estuviera quitando un peso de encima— Te amo. —repite— Te amo también. —entonces empiezo a llorar de nuevo— Siento no haberlo dicho antes, me bloqueé. Llevaba tanto tiempo anhelando escuchártelo decir que cuando lo oí no lo podía creer. Pero te amo, ¿lo entendes? Te amo. 


Asiento efusivamente. Valentín rodea mi cara con sus grandes manos y me atrae hacia él, besándome apasionada y lentamente, tomándose su tiempo. Como si el guardia de seguridad no estuviera pidiéndonos que nos separáramos, como si no estuviéramos formando fila en la puerta de embarque, como si Lidia no estuviera esperándome al otro lado del túnel, como si nuestro avión no saliera en tan solo quince minutos...


—Te amo. —dice una vez más, con los ojos vidriosos— ¿Okey? —asiento en respuesta— Nos vamos a ver muy pronto. —promete de nuevo.


Entonces llega el momento de la despedida. La definitiva, la de verdad. Dolorosamente, me separo y alejo de él. Subo al avión sin dejar de buscarlo con la mirada allá por donde voy. Una vez en mi asiento del avión, apoyo la frente sobre la ventana, con la visión borrosa y las mejillas empapadas en lágrimas. Oigo a Lidia murmurar:


—He roto con Dani.


Pero me siento demasiado débil. Demasiado débil para consolarla, demasiado débil para hacer cualquier cosa que no sea llorar. Absolutamente débil.

Andrómeda ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora