Veinticinco.

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1 de noviembre de 2018, Buenos Aires, Argentina


—¿Qué haces acá? —exclama con sorpresa cuando abre la puerta y me ve.

—¡Sorpresa! —sonrío— ¿Has visto? Así se hace. —me río.

—Andro, estás acá. —sonríe ampliamente y me abraza, levantándome del suelo. Me río con ternura y lo abrazo también mientras me llena la cara de besos.


Entra en casa conmigo en brazos y aun así se las apaña para coger mi maleta con una mano y meterla dentro también.


—¿Qué haces acá? —repite con entusiasmo mientras me deja en el suelo.

—Te echaba de menos.

—¡Regresé ayer de Barcelona! —se ríe con fuerza.

—Y aun así te echaba de menos. —sonrío. Rodeo su cuello con los brazos y acaricio su nariz con la mía.

—También yo. —besa la punta de mi nariz— Pero qué haces acá, tenés clase en la uni. ¿Estás rateando? —se ríe.

—Claro que no. —me río también— La semana de exámenes acabó, así que he decidido tomarme un pequeño descanso para estar contigo.

—O sea que estás rateando. —se ríe.

—Bueno, quizá. —me río un poco— Pero no va a pasar nada interesante en las clases esta semana. Después de exámenes siempre son clases muy lights, sin a penas temario.

—Seguí diciéndote eso si querés para no sentirte mal. —me saca la lengua— De todos modos estoy muy feliz de que estés acá. —besa la punta de mi nariz.

—Yo también. —arrugo ligeramente la nariz, sonriendo.

—Muy, muy feliz. —toma mi rostro entre sus manos y me besa lenta y apasionadamente, haciendo que me tiemblen las piernas como gelatina al instante.

—¿Muy feliz? —susurro sobre sus labios, rodeando su cuello con los brazos y acariciando su pelo mientras le doy otro beso suave.

—Extremadamente feliz. —susurra también, metiendo su lengua en mi boca, haciendo que suelte un suspiro de felicidad.

—¿Cuán feliz? —me muerdo ligeramente el labio, mirándolo.

—¿Querés que te muestre cuánto? —habla con la voz un poco baja y ronca sobre mis labios, haciéndome estremecer.


Mis ojos se cierran débilmente y mi piel se eriza como respuesta a su sensual voz. Asiento muy despacio, una sola vez.


—Bueno. —cierra sus brazos a mi alrededor, juntándome a su cuerpo.


De un segundo al otro, el ambiente pasa de la felicidad más total y absoluta, a la calentura más apasionada y desesperante.


**


Tener a Valentín desnudo delante de mí es una sensación maravillosa. No solo por el hecho de que esté desnudo, si no porque compartimos un momento muy íntimo. Su piel rozando mi piel, sus manos acariciándome y haciendo que mi piel se erice.

Estamos desnudos los dos, tumbados sobre su cama de lado, mirándonos el uno al otro. Sonríe un poco cuando ve la piel de mi brazo de gallina, ahí dónde está tocando.

Andrómeda ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora