Andrómeda ~ Wos

Veintitrés.

20 de octubre de 2018, Barcelona, España

—Yayo, él es Valentín. —alzo un poco la voz para que mi abuelo pueda oírme— Mi novio.

—Encantado de conocerte, hijo. —responde mi abuelo sonriendo, haciendo que se formen arrugas sobre su piel alrededor de sus ojos— Andrómeda no para de hablar de ti. —hace una pausa— A no ser que tú no seas el argentino. —bromea, riéndose un poco.

Valentín se ríe también y asiente mientras estrecha la mano de mi abuelo.

—Sí, ese soy yo. —Es un gusto conocerle también, señor Juan. Su nieta me habló mucho de usted y de su paella.

—Oh, Andrómeda y su obsesión por la paella. —se ríe tiernamente.

—Realmente vengo con muchas ganas de probarla, para saber si es tan buena como Andro asegura.

—Es mejor. —intervengo, besando la mejilla de mi abuelo.

—No será para tanto. —sonríe nuevamente— Ven, acompáñame a la cocina.

Mi abuelo entra en la cocina y Valentín aprovecha el momento.

—¿Cómo lo llamaste al principio? —pregunta en mi oído.

—Yayo. —repito— Es como llamamos a nuestros abuelos en Cataluña normalmente. Es de forma cariñosa, viene del catalán "iaio".

—Entiendo. —asiente, aunque sé que en realidad no lo entiende, pero me provoca ternura.

—Valentín. —lo llama mi abuelo desde la cocina.

—Sí. —responde él, entrando— Acá estoy.

—¿Querrás ayudarme, por favor?

—Por supuesto.

Me asomo en la cocina, apoyándome en la puerta y viendo a mi abuelo y a mi novio trabajar juntos en la comida.

—¿Dónde está la yaya? —pregunto y Valentín me mira.

—¿Tu abuela? —pregunta, para entenderme.

—Sip. —asiento.

—Ha ido a comprar un par de cosillas que necesitábamos. —responde mi abuelo sin mirarme, completamente concentrado en su labor.

—Yayo, no dejes que Valen estropee la paella. —bromeo.

—No la voy a estropear. —me mira mal, jugando— Lo estoy ayudando nada más.

Le saco la lengua.

En ese momento la puerta se abre y me asomo hacia el pasillo para ver quién es. Sonrío cuando veo entrar a mi abuela y seguida de ella van mis padres.

—Hola. —la abrazo y beso su mejilla.

—Hola, cariño. —sonríe, devolviéndome el abrazo— A ver, ¿dónde está ese novio tuyo del que tu madre no deja de hablar? Dice que es muy guapo, pero eso lo tendré que comprobar yo. 

Me río un poco y asiento. Valen sale de la cocina y se acerca a nosotras para saludar.