Day 21: fruta

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Le dio un mordisco al melocotón recién recolectado. Habían pasado cinco años desde su partida. Cinco años en los que su padre no había hecho más que presionarle a que se casara con alguna chiquilla. Zafira es una buena chica, le había dicho el hombre, así compensarás a la pobre familia. Remo se había negado. Amaba a Aero y le esperaría aunque tardara décadas.

Seguramente había cambiado. Su pelo largo estaría más largo aún. La cara que recordaba no estaría igual. Cinco años podían cambiar a alguien. Remo lo sabía a la perfección. Su madre había esperado a su padre por seis años a que volviera de la guerra. Una guerra que devastó los seis desiertos, sobre todo al sexto, que no se recuperó. Cuando su madre vio el hombre que regresaba, se dio cuenta de que no era el mismo que se había ido y se sumió en una tristeza tan terrible, que murió de pena. Su padre solo le dijo al niño de cinco años que su madre se había negado a comer porque si comía, su enfermedad iría a peor. Y que nadie podía curarla. Y que por eso ya no está con nosotros. Pero no pasa nada, hijo, la olvidarás.

Remo, de cinco años, no olvidó.

Le daba vueltas al tronco del melocotón. Sus dedos estaban chorreando del delicioso jugo pero el joven, aunque miraba las gotas caer, tenía los pensamientos dieciseis años atrás, cando se encontró recogiendo la cosecha junto a un chiquillo moreno, de ojos agua y de nombre aire.

Lanzó las semillas lejos. Todo lo que su brazo pudo lanzar y se abrazó las rodillas. Quizá tendría que esperar otro año más, como su madre. Y, como ella, se encontraría a un Aero distinto al que se fue. Si eso pasara... No, no quería pensar en "y sis". Se levantó de la roca desde la que miraba el desierto por donde él se fue, agarró la cesta con los melocotones que le había tocado quitar de los árboles y volvió a casa por el camino de tierra.

Si no aparecía pronto Aero, le tocaría casarse con su hermana. Eran amigos. Tanto como ambos lo fueron antes de que naciera el amor. Pero no podía imaginarla como su esposa. Le era imposible.

Se la encontró en la puerta de la casa, con otra cesta de frutas igual a la suya. Se saludaron. Buenos días, Remo. Buenas, Zafira. Desde que él se fue, Remo había perdido muchas amistades. Todos se habían alejado. Se preguntó de nuevo por qué se lo llevaron si él tenía la culpa de que ambos se amaran.

Pronto vendrán a por la fruta, Remo. Ojalá Blanco se llevara a Amal a los infiernos. No digas eso, por Ambos, Remo. No se le desea la muerte a nadie. ¿O me pasará a mí, Zafira? Estoy cansado de esperarle. Igual que tú. Si vuelve, si volviera, ¿estás seguro de que te amaría? Mi hermano...

No quiso escuchar más. Entró en su casa, la vecina a la de Zafira y se escabulló a la habitación que ocupada desde que nació.

Vete pronto. Fue el saludo de su padre.

Vete con Blanco. Fue la respuesta del hijo.

Les habían pillado agarrándose de la mano mientras lavaban la ropa en el río. Su padre le había cogido de una oreja y le había arrastrado a la casa gritándole toda clase de barbaries. Le había amenazado con echarle de casa, con matarle, con mandarle a los Treinta si no negaba que lo que había visto no era un espejismo. Le dolía la oreja. Le dolían las costillas. Le dolía el tronco, la cabeza y los brazos. Le dolía donde aquel hombre le daba. Patadas, puñetazos o con el palo de caminar, no sabía con qué: tenía los ojos cerrados y llenos de lágrimas de dolor por todo. Se acordaba de su madre, del padre cariñoso que no tuvo, de los besos de Aero y de su mano cálida. De la sonrisa de Zafira, de la dulzura de su madre, de su perro de las arenas Grano y de Ahwa. De la maldita chiquilla que les había descubierto y había llamado a su padre. De la estúpida niña enamorada perdida de Aero que jugueteó con Remo y lo utilizó para estar más cerca de él.

Se la llevaron los Treinta y, con suerte, no regresará jamás. Dijeron que iban a Aguas, a las Desnudas. La sacrificarán para que Primero mantenga el control sobre el Sexto desierto, seguro. Por la Negra espero que Aero regrese. Diosa Negra, por favor, traémelo de vuelta.

19/4/2019 0:00

30 días escribiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora