Day 27: fotografía

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La clave del caso estaba en esa fotografía. O eso pensaba. No estaba en el último vídeo de la víctima —falleció esa noche— y, en cambio, apareció dos días después en la estantería de su salón —comprobado por mí al ir en busca de pruebas y por un vídeo del hermano agradeciendo el apoyo de sus seguidores en las redes—. Había tardado bastante en darme cuenta. <<Cuando el objeto principal no tiene importancia, hay que centrarse en lo demás>>: decía mi maestra. Modestia aparte, era conocida por mi capacidad de observación. Además había hecho un cursillo y comprado varios libros sobre cómo analizar a los demás. El esfuerzo y el dinero habían dado resultados.

Algo me decía que el secreto estaba en la foto. En ella estaban retratados los cuatro miembros de la familia: padre, madre, la víctima y su hermano gemelo. Además estaba el perro —cuya raza no conocía pero era de tamaño, digamos, medio— en brazos del joven muerto.

Habíamos contemplado la opción de suicidio pero, analizando los datos médicos de su salud y su rutina diaria, no parecía tener algún tipo de problema o enfermedad como la depresión. A la especulación se le añade la sentencia de la forense: causa de la muerte: traumatismo en el cráneo por un objeto no muy grande y no muy pesado.

Como el marco de la fotografía que sostuve mucho tiempo con mis manos enguantadas. No se habían encontrado huellas dactilares sospechosas así que no había evidencia de que fuera el arma sin embargo...

Volviendo a la descripción de la imagen: los cuatro mostraban en el rostro una sonrisa en un principio auténtica. Quiero decir, no parecían forzarla. No había nada sospechoso en la postura, en los rostros, en la ropa o en las manos. <<Sospecha de todo y todos. Nunca jamás dejes escapar una corazonada. Y, sobretodo, ten cuidado con las lágrimas y sentimientos de los sospechosos>>. Como no había nada raro en el primer plano, fui al segundo, el fondo, el marco, el escenario. El lugar de toma de la foto. ¿Quién la había hecho? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?

No me cuadraba en ningún lado del apartamento así que tuvo que ser en otro lugar. En otra casa. Tal vez alguien quería una vendetta... ah, los asesinos siempre tan emocionales. El gemelo me dijo que fue en casa de su pareja el día después de su cumpleaños —el de Jaime, nuestro chico asesinado—. Su decimoctavo cumpleaños; mala suerte. Obviamente fui a constatar lo que me había dicho y sí, decía la verdad. Al novio lo clasifiqué como no sospechoso por el momento al ver lo demacrado que estaba y porque la familia —de hecho ambas— me contó que estaban muy enamorados y planeaban casarse en el futuro. ¿Alguna ex-pareja? No, ninguna. ¿Y del novio? Novias, con coartada. ¿Alguien que le odiara por ser...? ¿Homosexual?, no creo. No era muy sociable en persona. No tenía tantos seguidores —algo menos de cincuenta— y se llevaba bien con sus amigos. ¿Podría facilitarme una lista con los nombres y domicilios o teléfonos de dichos amigos? Solo tiene que entrar en el perfil de mi hijo: están etiquetados en fotos y vídeos. Interrogué a todos y cada uno de los amigos. Todos tenía coartada verificada por fotos, mensajes y testigos.

Me quedaba sin ideas. ¿Cómo pudo morir Jaime? Si suponíamos la idea de suicidio... no era descabellada pero ¿dónde estaba el método? ¿Por qué lo hizo? No había rastro de pastillas u otras drogas. Nada de estrangulamientos o lesiones salvo el golpe mortal en la cabeza. Había algo que no me cuadraba.

El cuerpo de Jaime lo encontraron boca abajo, vestido con ropa de calle y por la mañana. El resto de la familia había salido a cenar mientras que él iba a prepararse para salir con sus amigos. Por lo visto, cinco minutos antes de ser asesinado, mandó un mensaje de voz diciendo que no iría porque se encontraba mal. Si supiera la causa real de la cancelación tendría al malhechor entre rejas. Su novio llamó y le dijo que estaba en el baño, que le llamaría más tarde. Nunca lo hizo. Para mi desgracia tuve que mirar en el baño y voilà, quedaban algunos restos de, bueno... excremento, en las paredes del retrete. Al analizarlos supimos que tenía diarrea.

30 días escribiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora