Vagabundeé por una ciudad muerta y sobreviví.
Ojalá pudiera pasear por una ciudad; por una ciudad en la que no tenga que pararme a saludar cada vez que vea a alguien, en la que sea una desconocida entre desconocidos -una persona más en este mundo-, en la que no tenga que esquivar los perros porque sus correas ocupan toda la acera, en la que pueda caminar sin necesidad de estar pendiente del aspecto, de si reconozco a alguien, de si me llaman.
Ojalá pudiera vagar indefinidamente, sin casilla de salida y mejor sin llegada. Tirar los dados y que me salga un número infinito -pi, e o el que sea- y recorrer cada casilla, sorteando a los demás jugadores que han tenido la suerte -buena o mala- de tener un número finito. Y sin casilla de llegada, sin meta, sin final, para no tener nada ni nadie esperando.
Ojalá pasear sin motivo. Pasear sin causa. Pasear con la única consecuencia del cansancio.
Ojalá caminar por una ciudad vacía. Y llena. Saborear los diferentes sonidos, olfatear las diversas texturas, ver los aromas y tufos, oir la deliciosa o asquerosa comida y tocar los puntos de luces en los que se convierte la lejanía.
Ojalá deambular con las gafas puestas, los ojos abiertos, bastón en mano, perro al lado, en una ciudad tan desconocida que quiera desnudarla y explorar cada simple, pequeño y emocionante recoveco.
Y sentir el veneno a la tierra: las motas de arma mortal de esos salvajes que corren sin descanso, los cantos hipnotizantes y estridentes de sirenas devorando a sus presas, el cielo llorando lágrimas grises, y negras...
¡Y luego!, luego, así, de repente, parar el mundo con una mano gigante, decirle a Atlas que me ayude, y gritar, liberándome, que aquí estoy yo, que estoy jugando una partida a la vida y que aún no sé si voy ganando o si solo es un engaño. Y después reir y correr y seguir aclamando a los cuatro vientos -continuar aplastando el suelo bajo nuestro insignificante peso, convirtiéndonos en sirenas carnívoras- hasta, al final, llegar a nuestra casilla final, a la llegada.
Y cuando me pregunten dónde he estado, con quién y qué he hecho, en el orden y el emisor que sea, responder, orgullosa:
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30 días escribiendo
Historia CortaSon treinta palabras para treinta relatos. De todas la temáticas que puedo escribir. O al menos eso intento.