¿Qué significa ser compañeros? (1era parte)

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[Pequeño desvío argumental con otra pareja]


¿Compañeros destinados? ¿Qué significa eso específicamente? ¿Qué tipo de sensación se debe de sentir? Eran las preguntas que me solía hacer antes de mi primer examen de género, toda mi vida creí que sería un Alfa, mi carácter y mi forma de ser lo afirmaban, todos a mi alrededor tenían puestas sus expectativas sobre mí a pesar de que aún no se sabía mi género, hasta el sin vergüenza de mi padre se empezó a comportar mejor cuando tuvo la esperanza de que yo era un Alfa, yo su único y desgraciado hijo. Pero la vida no se basa en suposiciones y mi orgullo se vio pisoteado por aquel papel que demostraba todo lo contrario a lo que afirmaban todos y a lo que yo mismo me creía, no era Alfa, pero tampoco era Beta...

-"Soy un Omega..."-

  Recuerdo ése día, a partir de allí la vida que antes era medianamente llevadera se convirtió en un dolor de cabeza difícil de soportar, la llegada de mi primer celo que fue doloroso, mi padre que por estar decepcionado cayó en un alcoholismo que lo llevo a que nos quedemos sin nada, mi madre que aún estando enferma hizo hasta lo imposible por intentar mantener al viejo y de comprar mis supresores, aunque eso significara que ella debiera pasar sus celos encerrada. Y así fue hasta que yo cumplí los 15 años y mi madre falleció, murió en su cama, con una manta caliente sobre su cuerpo y conmigo a su lado, me dijo entre lágrimas que no quería dejarme sólo, que el mundo era difícil y que temía por mí. Yo le jure que siempre me cuidaría y ella sólo lloró más fuerte dándose cuenta que le quedaba poco tiempo, se aferro a mí, se aferro a la vida para seguir protegiéndome hasta el último aliento de su cuerpo. Recuerdo que me abrazo con fuerza y cuando su cuerpo comenzó enfriarse, yo me di cuenta que ella ya no estaba, que a partir de allí... Estaba sólo. Lloré su perdida en silencio, nadie fue testigo de mis lágrimas, sólo el cadáver de mi madre que a pesar de su palidez tenía una hermosa sonrisa en su rostro, su mano en mi cabello me daba un confort que me hacía doler el pecho, ella ya no estaba ¿Cómo seguiría adelante a partir de ahora?

  De la muerte de mi madre había pasado un año y los vicios del viejo sólo se hicieron más excesivos, el poco dinero que lograba ganar se lo gastaba por completo en alcohol o en cigarrillos que algunos terminaban quemándome la piel cuando no le hacía caso, me había acostumbrado a esos maltratos, mentalmente ya no dolían y si en mi mente no tenían efecto, lo físico era secundario. A pesar de la situación que cualquiera tacharía de "miserable" me las supe arreglar bien en ése cruel mundo que te trataba bien o mal dependiendo tu género, supe valerme por mi mismo siendo un estafador, aunque eso me trajo problemas también.

-"¿¡Quién mierda te has creído!? ¿¡Crees que por ganarme en un juego de cartas eres mejor que yo!? ¿¡Eh!? ¡Maldito Omega! Mierdas como tú sólo sirven para embarazarse y lo sabes..."-

  Esas palabras se supone no causaban ningún efecto en mí; "mierdas cómo tú que sólo sirven para embarazarse" ¿Quién impuso semejante regla? Pues si esto iba reglado, iba a romper todas las reglas que fuera necesario si eso me generaba una victoria, aunque esta no fuera limpia. No en todo momento era fuerte o tenía el valor suficiente, a veces perdía y muchos intentaban aprovecharse de eso, mi cuerpo emitía unas feromonas distintas a las de los otros Omegas, son fuertes y muy peligrosas, supe de eso cuando en múltiples ocasiones casi fui violado, no sé como lograba zafarme de todo aquello pero siempre encontraba una salida, mi celo era lo peor, era doloroso, me mareaba y mi mente tenía tantos pensamientos contradictorios, era horrible todo eso, era horrible ser Omega.

  Un día, el viejo por fin estaba muriendo y antes de dar su último y asqueroso aliento me hizo entrega de una carta, un viejo compañero suyo que supo hacerle varios favores antes de caer en esa miseria; un hombre de apellido "Joestar", en ésa carta estaba escrito que ante cualquier cosa que surgiera que recurriera a él, que siempre lo recibiría con los brazos abiertos y ahora el viejo me estaba dando ésa oportunidad para que yo hiciera de las mías, porqué buenas intenciones no tenía y lo supe al mirarlo, esos ojos carmesíes que yo compartía, su sonrisa cargada de maldad que por desgracia y suerte también había heredado. Y cuando el viejo murió, me sentí bien, ahora la casa estaba en paz, ya no había gritos que resonaran en esas paredes, el olor del alcohol cesaría o los cigarros se quedarían en meras cenizas que pronto se olvidarían, ya nada importaba, sólo debía enviar una respuesta a la carta y mi vida cambiaría, yo mismo haría que todo fuera diferente.

Camino destinado.Where stories live. Discover now