𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 ²²𝐸𝑙 𝑑𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑛 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑒𝑚𝑝𝑒𝑧𝑜́

1.3K 136 12
                                    

No hay testigo mas terrible, ni acusador mas severo que la conciencia que habita en el corazón del ser humano.

Polibio

Si fuera por mí, nunca más en mi vida entraría a ese horrible lugar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Si fuera por mí, nunca más en mi vida entraría a ese horrible lugar.

Fue algo espantoso, asqueroso y sumamente aterrador, todo a la vez. Nunca en mi vida iba a poder sacar la imagen de Valery de mi mente, no podía creerlo, era casi imposible que olvidara ver esa cabeza descuartizada.

Subimos las escaleras uno por uno, sin saber hasta dónde estás nos llevarían, realmente no tengo ganas de seguir corriendo. Solo quiero que se acabe el día de una maldita ves, poder llegar a el cuarto y simplemente dormir. Mañana es domingo lo que significa descanso por un día y después de todo este drama creo firmemente que nos merecemos un buen descanso, aunque algo me dice que más bien estaremos más preocupados por lo que vimos.

Si eso era algo horrible, ¿cuántas cosas más aterradoras nos faltaba por hallar?

La vi, en esa especie de refrigerador, estaba enojada conmigo misma por gritar de esa manera, pero no pude evitarlo. Pensar que estas preparada y estarlo es algo muy diferente. Le habían querido conservar, ¿por qué... ¿Por qué alguien quisiera conservar una parte de un cadáver?

No le encontraba mucha más lógica, que el pensamiento de que sea una forma de burlarse de Valery, como si se tratara nada más que un simple trofeo. Quizás eso se ha para ellos, una pieza que les hace recordar todo lo que esa noche hicieron. Y que para variar deducía que no se sentían culpables de lo que hicieron.

¿Por qué exclusivamente Valery?

Puede que los asesinos hayan tenido algo con la rubia, un odio que superaba lo normal. Bien no sabía a qué se podría deber este, una de las razones que se me estaban ocurriendo en este instante, pudo ser el hecho de que estuviera embarazada. Y que los asesinos no les gustara para nada ese hecho.

Ver esas cuencas vacías fue como mirar hacia un abismo, a una siniestra oscuridad. No había emoción alguna en su rostro, no había nada. Era como si fuera un maniquí, y odiaba eso.

Era irónico que a pesar de todo el miedo que me provocaba esta situación, las ganas de resolver este rompecabezas cada vez eran más fuertes.

Y eso era peligroso, porque dentro de mí lo sabía, sabía el riesgo que conllevaba que siguiéramos adelante. Todo el daño y muerte que recaían sobre nuestros hombros. Nos estábamos arriesgando a mucho, quizás más de lo que estábamos pensando.

Pero nadie pensaba parar con la búsqueda sin saber quiénes fueron los que los asesinaron.

Mamá solía decirme que el número treinta era una señal del destino, como una especie de leyenda que en sus tiempos explicaba que, dado ese tiempo transcurrido, las cosas tendían a repetirse, a veces como un bucle, y que de alguna manera cada tres décadas los misterios volvían a nacer o terminar. Dependiendo que decisiones uno tomaba.

𝐈𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐨 𝐀𝐢𝐠𝐧𝐞𝐫 ▪︎ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora